Redacción de El Litoral
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La estructura -casi 40 metros de alto- era un riesgo: por su antigüedad, podía derrumbarse.
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A más de 300 metros de distancia, subidos a un techo con sus trípodes y equipos, camarógrafos y periodistas esperaban el momento de la explosión. Un drone sobrevolaba y filmaba. Un agente penitenciario había avisado que la detonación ocurriría cinco minutos después de que sonara la sirena de los Bomberos Voluntarios. Se escuchó el sonido y tras esos instantes medidos, con la exactitud de un reloj suizo, ¡bum! La vieja torre de agua de la Unidad Penitenciaria N° 2 de Las Flores cayó como un castillo de naipes.
En el piso se sintió un cimbronazo pero no se levantó una enorme cortina de polvo, de ésas que se ven en otras demoliciones de mayor escala. Ocurrió que el Ejército realizó una demolición controlada del tanque mediante un explosivo especial, que se utiliza mucho en minería y ruptura de formaciones rocosas. Es que la torre medía casi 40 metros, y por su altura debía colapsar verticalmente, no caer hacia un costado.
Por decisión de Provincia y del Servicio Penitenciario, la antigua torre con el tanque para agua de la cárcel debía ser demolida. ¿Por qué? Porque implicaba un serio riesgo, ya que por estar muy maltrecha su base y toda la estructura podía derrumbarse en cualquier momento. En la zona hay un terreno baldío donde muchas veces juegan chicos, y cerca un club social muy concurrido. Desde hace ya unos años, esa cárcel es abastecida de agua potable con otro tanque nuevo.
El operativo
El operativo estuvo a cargo del Coronel Juan Carlos Borri, Jefe del Batallón Ingenieros 1, con apoyo de la Policía y de la Dirección de Tránsito. Los agentes viales controlaban la circulación vehicular por Blas Parera —entre Callejón Funes y Callejón Aguirre—, que se desvió por precaución.
“Estamos muy contentos con el operativo porque había variables a manejar, como el año de construcción (del tanque), la consistencia de sus materiales, su altura (de casi 40 metros). Para controlar este último factor, decidimos llenarlo con agua hasta más de la mitad. Así, el peso del agua iba a hacer que la caída (del tanque) al suelo fuera más cercana a su base”, explicó Borri a la prensa. De hecho, al recorrer los escombros, se verificó que el tanque cayó directamente para abajo.
“Pudimos hacer esta demolición controlada luego de muchos cálculos y de trabajo de la gente que está a mi cargo durante 10 días continuados, a quien le estoy muy agradecida. No hubo lesiones, tampoco roturas de cosas que no se tenían que romper. Para nosotros, misión cumplida”, sentenció satisfecho el coronel.
El explosivo que se utilizó es Emulex, según su nombre comercial: una suerte de “plastilina” plástica que tiene un gran poder rompedor pero garantiza pocas emisiones de gases. Se utiliza mucho en minería y para romper formaciones rocosas. Se necesitaron casi 3 kilos y medio de explosivos para hacer caer el tanque.
“El procedimiento de la demolición tuvo distintos momentos, con detonadores de milisegundos. Primero se rompió una parte tras la detonación, y luego se hizo colapsar otro sector de acuerdo a un tiempo controlado, para que la estructura no se caiga hacia un costado sino verticalmente”, precisó Borri.
La remoción de los escombros estará a cargo de una empresa civil contratada por Provincia. En el operativo trabajaron 21 personas del Ejercito, durante 10 días continuados. Todos los días, 10 horas de trabajo ininterrumpidas.
“Se cayó un punto de referencia histórica, es cierto. No faltará alguno que le caiga una lágrima”, bromeó el coronel. “Pero se ganó en seguridad para los vecinos”, concluyó.