Roberto Schneider
Roberto Schneider
Gracias a la siempre creciente desventura social que padece la tercera edad, “Siete llaves”, del dramaturgo santafesino Antonio Germano estrenada en la Sala Mayor del Centro Cultural Provincial, es una pieza de lamentable actualidad. Aunque subsiste la presencia de lo cómico en la pintura de personajes y en varias de sus situaciones, el autor utiliza este recurso para ahondar en las debilidades y frustraciones de sus criaturas e introduce el dolor sin eufemismos ni distorsiones, habilitando nuevos puntos de vista.
El programa de mano refiere que un domingo a la mañana, una familia discute su destino en el patio de una casa. “Chistes y risas entre sueños por la herencia, las elecciones de vida, la competencia entre cuñadas y una rara enfermedad del papá, generan situaciones absurdas, cómicas y grotescas”. Germano utiliza para la construcción de su obra la realidad en toda su crudeza para mostrar a sus personajes quebrados por la desdicha, la injusticia o en plena crisis vital. De tal modo logra una instancia muy difícil: trascender el costumbrismo para crear un texto con mucho de perfidia crítica con un aceitado mecanismo teatral.
No vale la pena recordar aquí las vicisitudes de una “familia tipo” de estas tierras, que quiere guardar la realidad bajo la alfombra o, mejor, tras las macetas del gran patio en el que transcurre la acción. Hijos y nueras de un anciano que nada recuerda sacan sus miserias a la luz cuando uno de esos hijos intenta dejar su casa para vivir su vida con su amor y no saben qué hacer con el padre. El trance provoca una revisión por momentos apocalíptica de sus relaciones. Salen a la luz recelos, egoísmos, adulterios, prejuicios, el autoritarismo y el racismo larvados: la hipocresía, en una palabra, como base de cierta convivencia familiar y, por ende, de la sociedad toda.
Las variaciones vertiginosas de la situación básica dan cuenta de la destreza del autor al construir una estructura sólida y también ligera. Por momentos, el diálogo centellea con ocurrencias y sarcasmos de humor feroz, que un elenco de homogénea calidad dice con evidente placer y divirtiéndose para divertir al espectador. Así se lucen Roberto Trucco, Alejandra Digliodo, Vilma Romero, Claudio Casco, Ariel Eier Pic, Julio Di Santi y Gustavo Lauto. Son correctos la escenografía de Ariel Eier Pic, el vestuario de Osvaldo Pettinari y el sonido y la iluminación de Nicolás Sánchez. La dirección del mismo Germano encuentra el tono justo para que los desbordes histriónicos no se tornen abrumadores.
La totalidad abarca diferentes núcleos temáticos, desde la senilidad y la enfermedad hasta la humillación y la conflictiva revisión del pasado. También se adentra en los diversos vínculos e intereses que coexisten en ese entorno familiar con toques fascistas que encuentran nuevas resonancias, como los odios y los amores, las ambiciones y los fracasos que tironean. Como en todas las familias.