Gabriel Rossini
La recuperación para el sector industrial de los terrenos de la ex Fiat ratifica la voluntad de impulsar el progreso de las pequeñas y medianas empresas.
Gabriel Rossini
La decisión del gobernador Miguel Lifschitz de recuperar para el sector industrial los terrenos que ocupó hasta mediados del 80 la empresa Fiat en Sauce Viejo ratifica la voluntad del gobierno de la provincia de generar las condiciones que estén a su alcance para impulsar el progreso de las pequeñas y medianas empresas.
La ampliación del parque industrial Sauce Viejo con estos terrenos es una medida que gobiernos provinciales impulsaron sin éxito en el pasado por distintas razones, desde económicas hasta de negativas del propietario del inmueble de avanzar con este trámite. Hace más de una década, la provincia estuvo a punto de incorporarlo al parque como consecuencia de una deuda fiscal. Pero le ganaron de mano. En otro momento, el dueño del terreno dejó trascender la idea de impulsar la construcción de un barrio cerrado con salida al río, que iba a permitir utilizar el muelle que había construido la Fiat para actividades recreativas.
La provincia creará un fideicomiso donde aportará más de 60 millones de pesos para adecuar la infraestructura del predio de más de 36 hectáreas. Luego se hará una subdivisión y se venderá a empresas industriales para que se radiquen. Cuando los lotes se vendan, esos fondos que ingresen se distribuirán un 50% para el tenedor de la tierra y el otro 50% para el gobierno de la provincia, hasta recuperar el 100% de la inversión inicial.
“Nunca nos resignamos, y los industriales que están aquí tampoco, al sueño de una Argentina industrial, de una Argentina desarrollada, de una Argentina con progreso. Nunca nos creímos aquello de que daba igual fabricar acero que fabricar caramelos”, señaló el gobernador durante el acto que contó con la presencia de funcionarios, industriales y ex trabajadores de la empresa.
Los terrenos donde funciona la automotriz constituyen para los santafesinos el símbolo de una Santa Fe industrial grande y próspera, el recuerdo de un pasado de grandeza y familiaridad -todos tuvimos un conocido, pariente, etc- que un día se terminó como consecuencia de errores y abusos propios pero fundamentalmente de la decisión política de desindustrializar el país.
La planta se levantó en la década del 60 por decisión política de los gobiernos de Frondizi y Sylvestre Begnis de industrializar la provincia y el país, más la convicción de un grupo de personas y la confianza de los santafesinos, que, aunque parezca una historia fantástica, invirtieron sus ahorros en acciones de la empresa. Desde fines de la década del 60 llegó a tener 5.000 empleados directos, 10.000 indirectos y dos centenares de talleres y fábricas proveedoras. Fue un proyecto colectivo, probablemente el último de Santa Fe.
Su cierre fue devastador y convirtió a la ciudad en una de las primeras del país que tuvo dos dígitos de desocupación, con un crecimiento brutal: mientras que en la ola abril-mayo de 1981 el índice de desempleo fue del 4,8 %, en el mismo período de 1982 fue del 10,2 %. A partir de allí, estuvo entre las dos o tres más altas del país, hasta después de la crisis de 2001, cuando volvió a ser de un dígito.
Para que la actividad vuelva a esos terrenos se necesitará tiempo y plata. Pero fundamentalmente decisión política. Para que un industrial compre un terreno y levante una fábrica los conductores de la política económica deberán generar las condiciones para que hacerlo sea rentable. Nadie fabrica lo que no va a vender ni inicia un negocio para perder plata. De lo contrario sólo seguirá viviendo en la memoria colectiva de los santafesinos que aún la recuerdan y en los autos DKW Unión que andan dando vueltas por el país en manos de coleccionistas.
Para que un industrial compre un terreno y levante una fábrica los conductores de la política económica deberán generar las condiciones para que hacerlo sea rentable. Nadie fabrica lo que no va a vender ni inicia un negocio para perder plata.