Ignacio Andrés Amarillo
Ignacio Andrés Amarillo
Finalmente la soleada tarde dominical generó el marco que el lluvioso jueves negó para la concreción del Primavera Rock 2017, con nuevo ámbito (el lateral de la Estación Belgrano) y la promesa de la reunión de La Cruda en su formación original: un reencuentro para los veteranos y un objetivo esperado para los más jóvenes, los que no los vieron en vivo pero los tienen presentes en su bagaje musical.
La previa
La jornada abrió allá por las 16.30, con la actuación de Habla La Muda, banda ganadora del concurso para agrupaciones escolares, que combinó temas propios con versiones de “Yellow” (Coldplay) y “Come together” (The Beatles). El televisivo Martín Ferratto fue el encargado de darles la bienvenida, en su rol de maestro de ceremonias. Cerraron con "Espiral", festejado por sus incipientes fans.
A continuación, Alto Vuelo llegó desde Alto Verde para disparar rimas como balas, que hablan de realidades duras del barrio: la violencia institucional, el usufructo político y mediático, la línea 13, las guerras de “soldaditos”. Letras que hablan de superarse o morir intentándolo.
El micrófono Shure 55 de Luciano Bonatti y la Les Paul Zakk Wylde Signature de Chano De Giorgio anunciaron el ascenso de Mastodonte, ascendente formación que completan Lisandro Chiabo en bajo y Leonardo Montejo en batería. “Masto-rock” es el nombre que le dan a su sonido, que despega desde una base grunge a elementos de metal áspero. “Aferrado”, “Culpable”, “Grunge”,“Desnuda mente”, “Aerials” (cover de System of a Down), “Mambo”, “Marioneta” y “Ziran” fueron parte del setlist.
La Voz del Pueblo trajo la segunda propuesta de hip hop altoverdino, pero el grupo que tomó notoriedad gracias a su canción sobre el Chino Maidana es un quinteto eléctrico con guitarra, saxo y batería. El punto más alto, entre letras de redención posible con tintes de fe (jugando con las voces rapeadas y cantadas) fue cuando Milton Yfrán, uno de los referentes del grupo (junto a Miqueas Parpal), le pidió matrimonio a su novia en vivo. La respuesta fue afirmativa, y la fiesta siguió adelante.
Nitroplan tuvo la responsabilidad de calentar el escenario para la banda central. Comandados por Rubén “Tato” Pastor (con su voz versátil, capaz de ir de los agudos del metal clásico a la voz profunda del grunge, con algunos matices “angelineanos”, como dijo algún pícaro) desplegaron canciones del disco “Freak Show”, y su antecesor, “Analógico”. Nicolás Yozía, Andrés González y Mariano “Pulpo” Menna se movieron entre la electricidad valvular y la electrónica digital, para repasar “Freak Show”, “El reflejo”, “Algo escondido”, “Dejando atrás”, “Ilusión 2.0”, “Ninfa”, el clásico “Obsesivo” y “una más”, “Bestias”, antes de que venga lo que todos estaban esperando.
Sabio es volver
Y finalmente, de noche y ante una multitud agolpada en la estación, salieron los veteranos de la comarca guadalupana: Rodrigo “Negro” González, comunicativo y enérgico; Tristán Ulla, saltarín y conectado; Martín Zaragozi, con su sacudida rítmica acompañando la línea de bajo; Leonardo Moscovich, planeando por encima relajado y con el pucho en la boca; y Javier “Mono” Farelli, sosteniendo el combo como si estuviese ahí todos los días.
“Sabio es volver, fortalecer”, arrancó la letra de “Tiempo en reversa”, como transmitiendo un mensaje preciso, ajustado al momento, para seguir con la machacante “Cruda M”: Leo sobre Tristán, una pared imbatible (incluso tímbricamente, como cuando uno usa Gibson y el otro Fender; intuiciones eléctricas).
“¡Poné más fuerte!”, gritaron algunos, antes del arranque de “Migral”: “La luna implora a tus pies”, proclamó el Negro, en uno de los clásicos del grupo, con sus cambios de ritmo. Ahí cayó “Cruce hormonal”: uno de los hits del rock santafesino por derecho propio, con su riff semitonal y su estribillo (“Caníbal, sensual, celestial, sexual”).
El cantante agradeció a los que vinieron de más lejos para ver este reencuentro, como también empezó a apuntar a los conocidos que podía ver desde arriba. El cambio de clima se dio con “Humanidad”, que voló en la guitarra de Leo. “Volvamos a ‘las fiestas de fin de siglo’ un rato”, fue la propuesta: “Disfruten la ‘Metra-Yeta’ de amor crudo”. Ahí levantó nuevamente la energía, a doble bombo, que continuó su flujo por la sinuosa “Resbalando”, del viaje onírico al estallido.
La era de “Mente en cuero” volvió a materializarse de la mano de “La conexión delirada”, con su beat electrorockero en el hi-hat de Farelli, sobre el cual “se abren las puertas de la percepción”. “Mi hijo en el pogo: ¿cuántos años tengo? ¿Cinco mil?”, se preguntó González, antes de que las guitarras disparen la tensión de “Vida mordida”, una especie de banda sonora de película de espías, pero subida de revoluciones.
Como antaño
Sobre un upbeat de bombo en negras se desplegó “Se huele” (con su clímax en “tiren calor que la voz de hoy es el hielo”), tras la cual el cantante bromeó sobre algunos aromas: “Dejen de fumar tabaco, cambien por amor”. No faltaron las apelaciones noventeras: “Nos detenían por pavadas, por portación de cara”, fue la presentación de “Perdió”: otra de las canciones para saltar sobre las escalas menores armónicas de Moscovich. La segunda referencia fue para el presidente “patilludo”: “El Mono soñaba con ser Gardel”; así pasó “Mono”, antes de una versión sólo con guitarras de “Mago sol”: canción dedicada a Agustín, el hijo de Rodrigo, hoy un muchacho fibroso y fan de su padre.
El tramo final tomó vigor con “Piel” y, luego de algunos agradecimientos, con la contundencia de “La voz del limbo” con su micrófono de megáfono y los golpes sobre el floor tom de la batería. Con “Figurado” llegó el otro riff seco y por semitonos, cabalgado por la línea de la voz, cayendo luego en el agite de “Agua en las bocas secas”, sostenido por el bajo stoner de Zaragozi (la cabeza del Negro sobre el hombro de “Zaraga” quedará como una postal del reencuentro) y el cantante en su rol de percusionista. La apoteosis final fue con otro de los emblemas: “La tentación”, con Tristán compartiendo las voces, llamando a que el cuerpo “haga las maniobras”, y todos terminen a los saltos y tarareando.
Así terminó una noche de emociones cruzadas: algunos lagrimearon, otros miraron incrédulos, la mayoría recordó la magia de tiempos idos y se marchó, agradecida, soñando con nuevas emociones para el rock santafesino.