Roberto Schneider
Roberto Schneider
Sófocles nunca expresa claramente cuál es la falta que motiva la tragedia; no expresa por qué es tan cruel la suerte de Edipo: pinta, simplemente, esa crueldad. Los mitógrafos dicen que la causa era el crimen cometido por su padre Layo. En “Edipo rey” el delito del héroe es haber nacido. Los hijos de Edipo se aborrecen y mueren el uno a manos del otro porque, según Esquilo, su padre los ha maldecido. Edipo es la tragedia del hombre como criatura social, nota que para los antiguos integra la esencia de su definición aun mucho más que para el mundo moderno, individualista.
Las normas de la asociación humana que Edipo viola son tan elementales que, como si se tratase de una invariable realidad física, el hombre de todos los tiempos y civilizaciones actúa ante ellas con la misma reacción. Sófocles subraya su naturaleza humana y arbitraria insistiendo en que Edipo ha matado a su padre y se ha unido a su madre sin saber la relación en que estaba con los dos. No son los hechos en sí los que se juzgan; es la relación entre sus actos, prohibida por la sociedad, lo que dicta contra ellos la terrible sanción que destruye al héroe mítico. Lo que determina la catástrofe de Edipo no son las cosas, sino las relaciones de las cosas.
Mariano Moro es un talentoso dramaturgo argentino, autor de numerosos éxitos que por razones de espacio no podemos mencionar. Profundo conocedor de la historia del teatro toma en “Edipo y Yocasta” a los personajes de la tragedia, los coloca en una coctelera y ofrece a los espectadores la posibilidad concreta de participar de una propuesta ligada profundamente con el humor. Sesudo, inteligente, mordaz, con un juego verbal de riqueza poco frecuente en la escena argentina. El Grupo Metonimia presentó recientemente el espectáculo en el Foyer del Centro Cultural Provincial y debe celebrarse en primer término su fidelidad a un texto por muchos motivos exquisito. Moro juega con los personajes y el resultado es sinceramente jocoso, a partir de la solidez de su escritura dramática y la riqueza del lenguaje. Como muestra, el mismo texto que aparece en el programa de mano: “Edipo acaba de nacer. / No sabe, / que la vida va a perder... / ... por querer evitar el destino, / a su padre mata en el camino. / Aunque quiera escaparle a la predicción, / fornicar con su madre, / lo llevará a la perdición”.
La puesta en escena del Grupo Metonimia es regocijante. El elenco actoral se luce con gracia y aprovecha al máximo una textualidad rica en matices y expresividad. Se lucen Maximiliano Jenkins, Gabriel Alberini, Gonzalo Montero y Camila Valcart. Juegan el mismo juego moroniano y se entregan por momentos a un delirio que el espectador agradece. La dirección de Antonella Fernández Pabón y la misma Valcart debería ajustar ciertas imprecisiones en el ritmo y alguna debilidad de las luces, pero a su favor merece consignarse la riqueza del vestuario de Malén Videla González y la preciosa banda de sonido que enriquece una totalidad que apuesta a la concreción de un espectáculo divertido, que no elude el compromiso por continuar analizando -con humor, y pega más- los avatares de la condición humana.