José E. Bordón
Hasta hace dos meses, mostraban vitalidad con un mayor valor exportado. Hoy resurgió la preocupación.
José E. Bordón
Los anuncios del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, se recibieron como un “misilazo” en las economías regionales. Se buscó justificar la suba de impuestos a los vinos, cervezas y bebidas azucaradas con el argumento de que eso sirve para mejorar la salud de la población. Si esto es así, si le encontráramos una justificación a partir de ese argumento, ¿por qué no aplicar en el futuro impuestos a las carnes rojas o las harinas, cuyo consumo excesivo aumenta el riesgo de provocar enfermedades cardiovasculares?. La reflexión no es antojadiza, porque hay mucho para hacer en pos de mejorar la dieta de la población. Claro que comenzar por subir la carga tributaria puede conducir a la destrucción de las cadenas productivas.
Esta semana hemos escuchados voces de reclamo. Desde la industria vitivinícola, los productores creen que las rebajas tributarias y laborales prometidas por el gobierno no compensarán la suba del impuesto interno. Y sobran los ejemplos. En 1980 se tomaban más de 80 litros per cápita por año y en 2017 no se llega a los 20 litros. Es más: en los últimos cuatro años se perdieron más de 30.000 hectáreas de viñedos, señaló Francisco do Pico, vicepresidente de Bodegas de Argentina, quien además advirtió que si prospera el aumento habrá una caída en la producción de vino, y el desplome de los precios de la uva. Por razones climáticas y de falta de competitividad las exportaciones de vino cayeron 35% en los últimos años y el mercado interno se redujo 20 por ciento. Cada punto de caída de mercado de vinos, según datos de la cadena, representa la pérdida de 1.500 hectáreas. En otras palabras, “nos agarra en el peor momento”, aseguró el empresario, quien recordó que la cadena vitivinícola le había solicitado al gobierno nacional incrementar los reintegros a las exportaciones y aumentar los fondos para la promoción en los mercados externos que son 20 ó 50 veces más bajos respecto de competidores como Chile o Australia. Y el reclamo también parte del sector cervecero, donde advierten que la suba de las alícuotas frenará inversiones y golpeará duro en el consumo, por lo que se prevé que el impacto se extienda al sector laboral.
Por estas horas asoma un rechazo unificado a las reformas del gobierno nacional, porque los sectores que resultarán perjudicados sostienen que se está al límite de la rentabilidad y los cambios que se proponen pueden considerarse una señal muy negativa. Los vitivinicultores no aceptan que se pretenda justificar el incremento del impuesto al vino en función de que haría mal a la salud. Los azucareros creen que en los próximos días habría novedades con el recorte del valor del bioetanol.
También la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came) no ocultó que ve con “preocupación que en el texto difundido no se hace mención a políticas diferenciadas orientadas a las Pymes y a las provincias fronterizas que enfrentan en la actualidad un problema de competitividad, e inquieta el impacto sobre las economías regionales”. En diferentes ámbitos se insiste en sostener que las medidas provocarán que los empresarios no tengan sustento para responder a sus compromisos porque muchos hicieron inversiones y tomaron créditos, en función de aumentar la capacidad de producción. El debate recién comienza y asoma como una cuestión de fondo, que llevará tiempo resolver y cuyos efectos son aún imprevisibles.
Hay mucho para hacer en pos de mejorar la dieta de la población. Claro que comenzar por subir la carga tributaria puede conducir a la destrucción de las cadenas productivas.