Ignacio Andrés Amarillo
En dos extensas jornadas, el festival (regresado al Club Ciudad de Buenos Aires) reunió a una gran variedad de artistas nacionales y extranjeros: carreras consolidadas y figuras en ascenso se dieron la mano, en un encuentro para paladares amplios.
Ignacio Andrés Amarillo
La edición 2017 del Personal Fest tuvo como primera novedad el regreso al Club Ciudad de Buenos Aires, luego de largos años en Geba de Palermo. La propuesta artística (en manos de la productora Pop Art, que reemplazó a Fénix) apuntó a recuperar el espíritu tradicional del festival, con su mix de emergentes locales, reuniones especiales de la música nacional y artistas de cierto culto del exterior (a lo mejor no tan explosivos como los que anuncia Lollapalooza, la franquicia estilísticamente más hermana).
Bajo un sol excesivamente primaveral, los cordobeses de Rayos Láser defendieron la tradición indie pop de su pago, para ceder paso a la propuesta cancionera de Viva Elástico (ahí al lado nomás: los escenarios principales funcionan como uno solo: termina una banda y empieza la otra), a los que apuraron para que los Estelares hagan pie en un nuevo encuentro multitudinario.
Los platenses liderados por Manuel Moretti y Víctor Bertamoni apostaron a “Las antenas” y “Alas rotas” para abrir su soleado set. Pasaron por “Usted” y “Los lagartos mueren en familia”; “América” trajo una historia de caída y redención, para retomar la “buena onda” con “Melancolía” y “Es el amor” (“no queríamos tocar hits, pero éste es del último disco”, explicó Moretti). “El corazón sobre todo” dio cierre a un show algo accidentado.
Diversidad
Ahí fue el turno de Klub y su propuesta “Los auténticos reggaementes” (tributo a los Decadentes, mechado con clásicos del reggae), con invitados del ambiente como el Bahiano y Pablito Molina (ex Todos Tus Muertos), que compartieron “I wanna love you”, Chelo de La Zimbabwe, que aportó entre otros “Legalize it” de Pete Tosh; Amílcar Nadal (ex Lumumba y hermano de Fidel) se sumó para “Se viene el tutá tutá”, para terminar con el decadente original Diego De Marco, cantando “La guitarra” junto a Chelo y Joselo, la voz residente de Klub, en versión reggae.
La diversidad trajo entonces a Little Jesus, la banda mexicana encabezada por Santiago Casillas. Con estética shoegazer, camisas coloreadas y sonido vintage, definen su propuesta como “tropipop”: algo así como una banda británica, pero con sangre latina. “Nuevo México”, “Golden Choice”, “Norte”, “Azul” y “Jóvenes” fueron algunas de las canciones que aportaron en su show.
Con un poco de demora, escoltada por dos bailarinas y apoyada en un DJ, llegó la Mala Rodríguez con sus rimas “iberofeministas”, sobre bases de gangsta rap, trap, reggae y soul reo. “Tengo un trato”, “Quién manda”, “Cuando tú me apagas”, “Mátale” (con proyecciones de armas semiautomáticas) fueron de la partida. De vestido rojo (más vestida que en otros conciertos) se fue firmando para la cámara como los tenistas, como hicieron otros artistas más tarde.
Climas
Illya Kuryaki and the Valderramas aportó una explosión de groove, con Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur secundados por la acertada backing band, con Matías Rada y Rafael Arcaute como figuras. Para su último show en Buenos Aires en mucho tiempo (según Dante), eligieron una lista “palo y a la bolsa”, con canciones que resisten al tiempo.
“Jennifer del Estero”, “Ula Ula”, “Jaguar House”, un medley funk con “Jugo” y “Latin Geisha”, “Chaco”, otro doblete con “Funky futurista” y “Yacaré”, y “Coolo”. El final fue bien arriba con “Abarajame”.
Joaquín Levinton salió al frente de Turf en personaje, haciendo morisquetas, enfundado en una camisa de maestro shaolín y conversando con una apócrifa interfaz Siri de Apple en la pantalla. Apostó a temas no tan conocidos en principio, pero remató con su propia ráfaga de hits, como “Esto no se llama amor”, “Cuatro personalidades”, “Loco un poco”, “Magia blanca”, “Pasos al costado” (cantito de cancha) y “Yo no me quiero casar” (con falso corte de luz y Marcha Nupcial final).
Con la actuación de Soja (Soldiers of Jah Army) comenzó el tramo central. Nacidos en Arlington, Virginia (al lado del DC, donde se apunta a los caídos en combate), los acaudillados por el carismático Jacob Hemphill son la versión reggae de la canción americana posgrunge, tanto en formato como en timbre vocal (o al menos se les escapa a cada rato). Todo con críticas salidas desde el corazón mismo del sistema. “Everything Changes”, “She Still Loves Me”, “Tried my Best (una de las nuevas), “Rasta Courage”, “Rest of my Life” y “I Believe” fueron parte de la lista.
El estallido
Ahí llegó la gran sensación para un público joven que clamaba coreando el nombre de Paramore. Hayley Nichole Williams se ha cansado de cambiar de integrantes (no tanto como Amy Lee en Evanescence: Zac Farro y Taylor York la acompañan todavía), pero hace sentir que es la dueña del kiosco, al frente de una formación ampliada.
De remera anudada, camperita, minifalda amarilla y zapatilla, el demonio pelirrojo de Franklin (Tennessee) está ahora de cabello platinado, y subió al escenario con lágrimas metalizadas, y un estilo algo “gwenstefanizado” para temas más nuevos y sincopados como el de apertura, “Hard Times”, para explotar con “Ignorance”, siguiendo con “Still Into You”, “Daydreaming” y “Forgiveness”.
“Brick by Boring Brick” fue un nuevo sacudón, manteniendo la atención en “That’s What You Get”, “I Caught Myself”, “Told You So” y “Fake Happy” (estos dos últimos cortes de “After Laughter”, el disco de este año). De ahí, Hayley brindó por los diez años de “Riot!”, atacando con “Misery Business” (con invitación a cantar a un freak brasileño, con peluca y maquillaje plateado). El cierre fue con Ain’t It Fun” y dos nuevas, “Caught in the Middle” y “Rose-Colored Boy”.
Esencia folk
El cierre fue de la mano de Jack Johnson, que dio un show largo para un promedio de edad más alto. Con remera holgada y ojotas, el cantautor hawaiano de folk rock trajo todas sus canciones más celebradas, oscilando entre momentos acústicos y eléctricos.
“You and Your Heart”, “Sitting, Waiting, Wishing”, “Flake” y “The Horizon Has Been Defeated” abrieron el set, con protagonismo del tecladista Zach Gill en piano y melódica. La cosa fue ganando intensidad con “Badfish/Boss DJ”, y ganó electricidad con “Inaudible Melodies”, “My Mind Is For Sale”, “Tomorrow Morning”, “Bubble Toes”, “Wasting Time” y “Breakdown”.
Ahí vino un cambio de intensidad: Gill pasó al acordeón, se cambió batería por cajón y arrancó un momento acústico y más íntimo con un tema nuevo, “Big Sur”, seguido por “I Got You”, “Upside Down”, y unas anécdotas de cuando noviaba con su esposa dejándole mensajes en el contestador: con eso presentó “Belle” y “Banana Pancakes”.
La electricidad volvió con “Shot Reverse Shot”, que se mechó con “I Wanna Be Your Boyfriend” de The Ramones, y “If I Had Eyes”, que desembarcó en la “Foxy Lady” de The Jimi Hendrix Experience. El primer cierre fue con “Good People” y “At or With Me”. Pero era de mentirita: después de la falsa despedida tan habitual, el simpático y buenazo Jack arrancó solo con su acústica “Do You Remember”, “Times Like These” y “Ángel”, para sumar al resto en un enganche con otro de sus clásicos, Better Together. Ahí sí fue el saludo final, y la despedida de una jornada ecléctica para oídos atentos.
Tex-Mex
El segundo día comenzó bajo el abrasador sol de la siesta, en una jornada que prometía ser más extensa. Tras la apertura en el escenario Huawei con Banda de Turistas, los mexicanos de Centavrvs llegaron con sus pistas electrónicas mántricas, con elementos identitarios de su país, para arrancar el escenario Personal (el ex Piojo Chuky de Ipola hizo lo propio en el Indoor).
Whitney llegó desde Chicago con su propuesta folk soul, de la mano del baterista y cantante Julien Ehrlich y el tecladista Max Kakacek: algo entre Bon Iver y Jamiroquai.
Neon Indian, de Denton (Texas), encabezada por el mexicano Alan Palomo, trajo un espíritu de soul bailable con algún destello latino a un público al borde del golpe de calor. Salieron al toro con el carisma del cantante y estampa de chicos cool.
También texanos, de Austin, son The Black Angels, pero ungidos por una psicodelia oscura y espesa, comandada por el tecladista, bajista y cantante Alex Maas, aunque con momentos uptempo tripulados desde la batería por Stephanie Bailey.
Unos cuantos se quedaron con la boca abierta cuando Elena Tonra salió sola con su guitarra y su sugestiva y etérea voz para cantar “Numbers”. Así comenzó el show de los británicos de Daughter: una propuesta electrofolk, sensualmente melancólica, contrastada en la crudeza de la guitarra de Igor Haefeli.
Tributo al Duque
Mientras en el escenario Indoor, los Utopians realizaban su hasta ahora último show, Seu Jorge explicó en su concierto cómo aceptó sumarse a la idea de Wes Anderson para versionar la música de David Bowie para “La vida acuática de Steve Zissou”: de lo lejos que estaba y cómo encontró el vínculo.
Sólo con su guitarra, con vestuario, escenografía y asistente alusivos a la película, decidió presentar esas relecturas negras y cariocas, ahora que el Duque Blanco ya no está. Así, entre relatos de su aventura cinematográfica, pasaron “Ziggy Stardust, “Changes”, “Oh! You Pretty Things”, “Rebel Rebel” (versión bossa nova), “O Astronauta de Mármore Starman”, “Lady Stardust” (dedicada a Cate Blanchett), “Rock n’ Roll Suicide”, “Suffragette City” y “Quicksand”. Entonces insinuó desde la guitarra la melodía de “Bizarre Love Triangle” (de New Order) antes de abordar el clásico “Space Oddity”, rematando con “Life on Mars?” dedicada a su padre, fallecido tres días después que Bowie. Se fue con “Let’s Dance” sonando de fondo.
Princesa oscura
Ya con la noche encima salió uno de los platos más esperados del encuentro. A sus 48 años, Polly Jean Harvey conserva su voz aniñada y los rasgos límpidos: vestida y tocada de plumas negras fue como ver una especie de elfa dark. Al frente de una banda de multiinstrumentistas (ella misma empuñó el saxo alto), que le permitió variar entre una formación de teclados a una de vientos de un tema a otro, la buena de PJ brindó un espectáculo que comenzó severo, algo pomposo, como un miembro de una realeza oscura: así pasaron “Chain of Keys”, “The Ministry of Defence”, “The Community of Hope” y “Let England Shake”.
Con “The Words That Maketh Murder” y “The Glorious Land” levantó vuelo (ya desprendida de su saco emplumado y mostrando su delgadísima estampa), para sumergirse en abismos con la sutil “White Chalk”, “In the Dark Places” y “The Wheel”. Levantó con “The Ministry of Social Affairs” y abordó un sonido soul en “50ft Queenie”; el tramo final, acuático, pasó por “Down by the Water”, “To Bring You My Love” y “River Anacostia”, rematando con todos los músicos en fila repitiendo como un mantra los versos del negro spiritual “Wade in The Water”.
Todos los éxitos
En el marco de la nueva era enmarcada en el disco “La salvación de Solo y Juan”, pero preparando una batería de éxitos imbatibles, Los Fabulosos Cadillacs volvieron a presentarse con su formación renovada: Vicentico (encapuchado como un Sith Lord de “Star Wars”), Flavio Cianciarulo y Sergio Rotman encabezaron la alineación completada por Daniel Lozano (con muñequeras de ortopedia), Mario Siperman y Fernando Ricciardi, junto a las dos incorporaciones familiares: Florián Fernández Capello (guitarra) y Astor Cianciarulo (segundo bajo y segunda batería), los hijos (diestros) de los dos referentes (que son zurdos).
De la intro con “Cadillacs” saltaron a “Mi novia se cayó en un pozo ciego”, “El aguijón”, “Demasiada presión” y “El genio del dub / Radio Kriminal”. “Qué buena época esa... no para ellos, para nosotros”, verbalizó un veterano entre el público. Ahí mecharon dos temas del nuevo material: “Averno, el fantasma” y “La tormenta”. La intensidad se mantuvo con “Manuel Santillán, el León”, “Calaveras y diablitos” y “Siguiendo la luna”.
“Saco azul” abrió para “Vasos vacíos”, donde comenzó una seguidilla con “Mal bicho”, “Matador”, “El satánico Dr. Cadillac” y el remate de cancha de “Yo no me sentaría en tu mesa”, con cambio de roles entre Vicentico y Flavio por un lado y Astor y Florián por el otro. El cierre fue con una versión en bajo solo de la introducción que Juan Pedro Esnaola creó para el Himno Nacional Argentino.
Buenos muchachos
El lugar de la última banda de la noche fue para Phoenix, los loquillos franceses de Versalles que cantan en inglés, compañeros de correrías en su juventud a los Daft Punk y una propuesta en crecimiento a nivel mundial, con sus canciones definidas como indie rock, estribillera y electro al mismo tiempo.
Con Thomas Mars como peculiar frontman, la alineación se completa con Deck d’Arcy, Laurent Brancowitz y Christian Mazzalai, con Robin Coudert (teclados) y Thomas Hedlund (batería) como músicos acompañantes. “J-Boy”, “Lasso”, “Entertainment” y “Lisztomania” abrieron para el hit “Trying to Be Cool”, enganchado como habitualmente a “Drakkar Noir”. Siguieron con “Long Distance Call”, “Tuttifrutti” y la popular “Girlfriend”, antes del exotismo de “Sunskrupt!”. Volvieron a hacer cantar a sus fans con “Ti Amo”, para sostenerse con “Armistice”, “If I Ever Feel Better / Funky Squaredance” y “Rome”.
En “Telefono” falló la gracia de hablar por un aparato vintage preparado sobre el escenario, pero Mars la zafó, antes de entrarle a “Fior di Latte” y “1901”. El final fue con “Ti amo di più”: la banda quedó tocando en formato instrumental, mientras el cantante se dedicó a navegar en mosh intenso por sobre la multitud, volviendo para el último saludo.
Bacanal electrónica
Para el cierre, la producción apostó a la visión de Perry Farrell: la electrónica bailable como descarga, como una forma de relajar en movimiento, pensando con el cuerpo (aunque éste esté extenuado por la larga jornada festivalera. El responsable de la milonga digital fue Norman Quentin Cook, más conocido por Fatboy Slim, quien disparó sus beats desde la medianoche hasta entrada la madrugada del lunes: la fiesta había terminado, con el final más dionisíaco posible.
El dato
En cifras
En los dos días estuvieron en el Personal Fest más de 50 mil asistentes. El festival fue seguido vía streaming por más de 1 millón 200 mil personas en la Argentina a través de www.personalfest.com.ar y la app del festival.