Por Manuel Berrón (*)
Por Manuel Berrón (*)
A partir del año 2005, la Unesco celebra el Día Mundial de la Filosofía el tercer jueves de noviembre de cada año. Pero ¿por qué festejar la filosofía? (1)
La filosofía es un bien de todos
Consideremos primero que la filosofía no es una pertenencia de nadie, sino que es un bien común a todos y, por ello, el festejo de la filosofía no es de algunos sino del conjunto. La posibilidad de pensar no es una cosa que pertenezca a unos pocos privilegiados; al contrario, es una divisa que nos identifica como hombres. El ser humano es racional y el desarrollo normal de esa capacidad nos conduce a la reflexión y también a la filosofía. De este modo, todo ser humano tiene la posibilidad de ser filósofo y así la filosofía es de todos y está al alcance de todos. Además y como también lo son las artes y el resto de las ciencias, la filosofía es uno de los frutos más destacados de la humanidad. Todas las culturas y civilizaciones en todos los tiempos han destacado la importancia del desarrollo y del progreso intelectual en cualquiera de los formatos mencionados. Por ello, toda sociedad desarrollada promueve y festeja el progreso artístico e intelectual en todas sus formas.
La filosofía es una reflexión libre, es un ejercicio intelectual sin presupuestos y crítico sobre nuestras convicciones. Su desarrollo nos mejora en la medida en que nos libera de nuestros errores y prejuicios. En este sentido, la filosofía es particularmente valiosa porque nos vuelve más tolerantes. La tolerancia, a su vez, es el resultado natural de un autoexamen de las propias creencias, a partir del cual nos vemos conducidos a reconocer nuestra libertad para creerlas y defenderlas, pero también la libertad que tienen los demás para creer y defender las suyas. Así, el desarrollo de la reflexión filosófica conduce espontáneamente a la construcción de una sociedad más abierta, más libre y más tolerante.
Algunos discuten si la filosofía es una actividad que desarrollan los profesores en las universidades, una actividad exclusiva de los profesionales y negada al resto de los mortales. Naturalmente que como actividad profesionalizada tiene su desarrollo técnico en los centros de investigación universitaria, pero eso no la vuelve exclusiva de los profesionales. No, la filosofía es un bien común patrimonio de todos. Es una práctica cotidiana que nos vuelve mejores y nos mejora al darle más riqueza a la vida y volverla así más humana. Su cultivo es indispensable para la formación plena de una persona. Como hemos dicho, esto se hace patente cuando tenemos en cuenta que la capacidad crítica y particularmente la capacidad autocrítica nos libera de nuestras cegueras y nos permite, de este modo, crecer en libertad. La actitud filosófica debe ser enseñada a todos desde niños, porque así nos aseguramos hombres libres y ajenos al dogmatismo, seres humanos abiertos y negados a la violencia. Por ello, una sociedad donde la filosofía se cultiva adecuadamente es, antes que nada, una sociedad libre pero, particularmente, pacífica.
Festejo, necesidad y defensa de la filosofía
El Día Mundial de la Filosofía es un día de festejos. La filosofía debe festejarse en todos los lugares donde se manifiesta: en la universidad y en los centros de investigación, en todos los espacios docentes y también en los espacios de creación artística, consejos de ética y de gestión social y cultural. Sin embargo, en tiempos donde las únicas variables que parecen ser atendibles son de carácter reductivamente económico, donde los términos predilectos para los análisis son los de “eficiencia”, “productividad” y “déficit”, es particularmente importante festejar la filosofía. Esos enfoques son tan pobres teóricamente que consideran al hombre y a la educación que éste debe recibir tomando sólo como dimensión de análisis su formación laboral. ¿Es necesario llamar la atención sobre el hecho de que nadie querría para su hijo una formación donde sólo se ponga énfasis en el desarrollo de habilidades vinculadas con su dimensión laboral? Todos queremos que nuestros hijos sepan y valoren el trabajo, ¿pero queremos que sólo sean buenos trabajadores? ¿Quién querría tener una sociedad poblada únicamente de trabajadores automatizados? El festejo de la filosofía se alza contra la reducción del hombre a su dimensión económica, pero sobre todo contra la consideración de la educación sólo bajo esta perspectiva. Por eso, debemos ser plenamente conscientes de dos cosas:
En primer lugar, debemos cuidarnos de quienes piensan que la educación se reduce a la formación laboral. Naturalmente, ésta es indispensable en cualquier educación, pero nuestra advertencia apunta a destacar que ése es sólo un aspecto -y quizá el más flaco- de la formación de las personas. Una educación que se limite a la capacitación laboral no es de fiar y debe ser criticada. En este sentido, todas las discusiones sobre educación deben ser desarrolladas con cuidado y no debe pasarse por alto la ausencia de la filosofía y de las humanidades en general. Considerar en clave economicista que algunas disciplinas son un “gasto” o que aumentan el “déficit”, o que no son “productivas” es tan ciego y necio que debemos llamar la atención sobre ello. Hemos argumentado ya que la filosofía nos enriquece como personas, porque aumenta nuestra capacidad de análisis crítico: ¿puede eso contar como “gasto”? Hay quienes sostienen que la filosofía y el resto de las humanidades son “improductivas” (claro, en su lectura, estas disciplinas no “producen” o “fabrican” nada). ¿Dirían lo mismo de la matemática teórica, del cine, del arte, del estudio de los idiomas y de otro montón de disciplinas que “no sirven” para nada? La búsqueda del placer en las artes es inherente a la condición humana, la matemática teórica “no sirve” para nada, el estudio de idiomas (con la obvia exclusión del inglés) se persigue sólo por el gusto de aprender sobre otra cultura y la filosofía nos hace crecer intelectualmente: ¿hace falta que “produzcan” algo? Por otra parte, las mentes más creativas e “inútiles” de la historia fueron las que pudieron realizar los principales aportes que nos hicieron desarrollar y crecer como humanidad (recordemos a Platón, a Ramanujan o a Einstein).
En segundo lugar y como consecuencia de lo que venimos diciendo, seamos conscientes de la necesidad de la enseñanza de la filosofía en todos los momentos de la educación. La filosofía no es un bien de lujo, al contrario, es un bien básico cuyo acceso debe estar garantizado por el sistema educativo. Las personas tienen derecho a la filosofía y por ello los planes de estudio deben incluirla para todos y en todos los niveles. En consonancia con esto, los docentes del área deben estar debidamente capacitados; deben ser profesionales de la filosofía formados en centros de excelencia. Debemos salvaguardar la existencia de aquellos lugares donde se practica, investiga y enseña filosofía y propiciar la creación de nuevos ámbitos para su desarrollo. En este sentido, es indispensable la presencia de la filosofía en todas las instancias del sistema educativo, pero particularmente en los centros donde se forma a los futuros docentes, puesto que ese lugar es aquél desde donde se disemina el saber al resto del sistema educativo.
Finalmente, los festejos del Día Mundial de la Filosofía constituyen una advertencia sobre su importancia en todos los niveles educativos, así como también un llamado de atención sobre la necesidad de la filosofía para el desarrollo de nuestra condición de seres humanos. Es una celebración: la celebración del desarrollo de una actividad exclusiva del ser humano que nos vuelve mejores, más capaces, pacíficos, honestos, comprensivos, abiertos, tolerantes y, sobre todo, más democráticos.
(*) Dr. en Humanidades c/m Filosofía. Departamento de Filosofía Fhuc - UNL.
(1) Estas reflexiones se encuentran inspiradas en la información en la página web de la Unesco y en la Declaración de Salvador (20/04/2017), resultado del I Encuentro de la Red Iberoamericana de Filosofía.