Néstor Vittori
Néstor Vittori
La discusión se armó entre los periodistas durante la entrega de los premios Martín Fierro de radio. Sus protagonistas principales fueron Reynaldo Sietecase y Alfredo Leuco. El primero reclamó una acción del Estado en beneficio de los involucrados en la crisis de los medios del grupo Indalo -que comandaba Sergio Spolsky-, Electroingeniería y otras situaciones de distinto origen, como las de Radio Rivadavia y la Agencia Dyn, que no encuadran en las causales de las anteriores. La respuesta vino de Leuco, quien al recibir su premio hizo referencia a la elección de participar en medios que se sabían alineados políticamente con el kirchnerismo y subvencionados por la pauta oficial en perjuicio de los medios independientes y sus periodistas, o desviando recursos del Estado mediante defraudación para financiar la compra y sostenimiento de medios oficialistas.
La realidad es que la crisis de los medios argentinos es consecuencia de la acción del gobierno de los Kirchner, quienes intentaron multiplicar los medios afines sostenidos por la pauta publicitaria oficial, convertidos en sus voceros y diversificar y aumentar artificialmente la oferta mediática para debilitar competitivamente a los medios tradicionales independientes, a los que se castigó con la eliminación o reducción sistemática en la participación de la pauta publicitaria oficial.
Afortunadamente, los medios tradicionales pudieron subsistir sin renunciar a su trayectoria de pluralidad e independencia, por el concurso genuino de la publicidad privada que mantuvo su presencia en los mismos, pese a las reiteradas presiones que sufrieron para el retiro de sus pautas en dichos medios.
Hubo de todo: amenazas personales, persecuciones tributarias, falsas denuncias, aprietes gremiales. Pero por suerte la cultura de pluralidad e independencia de la mayoría, se impuso sobre la coerción ajustándose y sobreviviendo en función de sus dimensiones y las respuestas de sus públicos, que nunca los abandonaron.
Lo que está en juego ahora es lo que sobredimensionó la voluntad del gobierno kirchnerista, de cooptación de la opinión pública mediante una transmisión mediática adicta, costosísima, financiada con el dinero de todos los argentinos, en medio de un gigantesco festival de corrupción.
El mercado publicitario, ligado a las audiencias de los medios audiovisuales, a los tirajes y circulación de los medios gráficos, es el que hay, que estuvo históricamente vinculado con el desempeño económico de la actividad privada argentina en función de sus necesidades de comunicación y en una proporción menor a las pautas oficiales de nación, provincias y municipios.
El recorte de la pauta oficial nacional y de la provincia de Buenos Aires, a partir de las administraciones de Macri y Vidal, siguiendo criterios de racionalidad en su inversión, sin duda ha dejado a la intemperie a medios que no calificaban en función de aquellas referencias de audiencias o tirajes para recibir semejantes sumas de dinero, reduciéndose en consecuencia sus pautas a criterios de administración, decididamente más equitativa y menos dispendiosa.
Al igual que los medios que no estuvieron dispuestos a subordinarse a los dictados del gobierno de los Kirchner, los medios promocionados y subsidiados en ese período, deberán adaptarse y conseguir sobrevivir, participando competitivamente en el mercado publicitario general, el cual dirime a suerte y verdad adónde vuelca sus inversiones.
Cualquier otra orientación, como sucedió en el pasado reciente, es injusta e impediría una calificación social, cultural y económica de los distintos medios por sus públicos, que es la manera más genuina de medir el desempeño de la representación de sus necesidades y requerimientos.
En definitiva, esta actividad tan trascendente en la estructuración básica de la sociedad, donde el pensamiento en libertad se puede trasmitir a través de la comunicación masiva, no debe resultar delimitada por un sistema de intereses, que en la no confrontación de opiniones, hegemoniza un relato que es el conveniente para el gobierno de turno, pero que vulnera sustancialmente el derecho humano a la información.
En definitiva, es la sociedad -a través de sus opciones de elección- quien debe tener el arbitraje de cuáles son los medios a los que sigue, y no el gobierno quien determina qué medios debe seguir o escuchar.
Nuestra larga historia en el periodismo, nos ha enseñado que la oferta diaria es un plebiscito cotidiano, donde se pone a prueba nuestra credibilidad, que es el principal patrimonio de un medio de comunicación.
Destaco de manera vehemente la singularidad de Cristóbal López, de Sergio Spolsky y de Electroingeniería con fuertes epítetos, poniendo sobre el tapete un debate sobre la naturaleza y los alcances de la actividad periodística independiente, que es menester dilucidar frente a la opinión pública, máxime cuando se pretende defender medios sostenidos por el pillaje al Estado.
La comunicación comparte con la justicia la condición de estructura básica de la sociedad. No hay sociedad sin justicia, ni tampoco sin el medio para expresar el pensamiento elaborado en libertad.
Decirlo, resulta fácil, pero no es tan así cuando se trata de llevarlo a la práctica frente a situaciones concretas, porque allí intervienen seres humanos con su bagaje cultural, su ubicación, sus ideologías y sus intereses.