Ignacio Andrés Amarillo
La agrupación finesa llegó al sur provincial en el marco de la gira por las dos décadas de “Plays Metallica by Four Cellos”. Además del disco completo, dedicaron una segunda parte a rarezas y arreglos nuevos de canciones de los californianos.
Ignacio Andrés Amarillo
En 1996, cuatro jóvenes cellistas formados en la Academia Sibelius de Helsinki (Finlandia) pegaron el batacazo: bajo el nombre de Apocalyptica grabaron “Plays Metallica by Four Cellos” (centrado en los discos más celebrados de los californianos: el por entonces reciente “Black Album” y la cumbre thrashera de “Master of Puppets”), anticipando las fusiones entre metal y música académica que florecerían en los años subsiguientes. Ellos eran Eino Matti “Eicca” Toppinen (el cerebro del grupo), Antero Manninen, Paavo Lötjönen y Max Lilja. El tiempo pasó, vinieron otras búsquedas musicales, Manninen y Lilja se fueron (Max pasó por El Círculo hace menos de una semana, como integrante de la banda de Tarja Turunen) y se sumó el “benjamín” Perttu Kivilaakso (una cara bonita y carismática, además de un talento interpretativo) para un trío de cellos con batería a cargo de Mikko Sirén.
Pero aquel material fundacional es hoy un clásico, así que el año pasado decidieron festejar las dos décadas con una gira (que continúa hasta hoy) con lo mejor de los dos mundos: tocar el disco entero como entonces, reclutando a Manninen para completar el cuarteto, y hacer un tributo más enérgico con Sirén: Metallica pero por el Apocalyptica de hoy.
La bienvenida
Como número de apertura para el combo finés, el rosarino Martín Moyano salió a recibir a los que iban entrando con un set de guitarra acústica y loopera digital, construyendo las guitarras por capas y dibujando solos sobre sus propias bases. Arrancó con un medley de Metallica (a tono con la fecha) y siguió con parte del repertorio de Joe Satriani, desplegando un virtuosismo reconocido por un crescendo de aplausos.
Clásicos
Un par de minutos después de las 21.30 salieron los Cuatro Jinetes sinfónicos con un enganchado demoledor: “Enter Sandman” y “Master of Puppets” (se cantó algún “Obbey your Master!”) en continuado. Manninen y Lötjönen en las puntas, de pelo corto, sentados en taburetes bajos, machacando las bases; Kivilaakso y Toppinen al centro, en asientos más altos, sacudiendo sus melenas rubias y repartiéndose las melodías (las originalmente vocales y las guitarrísticas). Y los cuatro armonizando los emblemáticos riffs.
“¡Hola Rosario!”, saludó el cabeza de compañía, prometiendo una noche completa de música de Metallica, y que al ser instrumental iba a ser el público quien cante “¿Están listos?”. Ese fue el momentos para “Harvester of Sorrow”, antes de teñirse de lilas desde las luces para “The Unforgiven”: Perttu (media cola a lo Legolas y barbita) empezó a tomar un protagonismo como solista que se extendió en “Sad but True”. Ahí empezó a demostrar su superación del maestro (Eicca): no sólo por el virtuosismo que puede desplegar tocando parado y en posiciones incómodas, sino por cómo sacó la onda de los ligados, arrastrar y puntos barridos de Kirk Hammett, sumando el pedal de wah wah a los solos. La misma energía se desplegó en “Creeping Death”.
La canción siguiente se asoció con los interminables tours del grupo en estos 21 años: fue “Wherever I May Roam”, con Eicca como solista. Topppinen pidió aplausos para el austero Manninen, serio detrás de sus gafas oscuras. “Bien hecho, lograron que se pare, quizás sonría”, bromeó el vocero del grupo. Sobrevino entonces el cierre del disco original, con “Welcome Home (Sanitarium)”, Antero desplegando las melodías y Eicca sosteniendo el arpegio principal, dejándole a Perttu el solo más eléctrico del final.
Después de eso, y tal como lo habían anunciado (“pueden ir por café con torta... o lo que quieran”) salieron disparados para empezar con el intervalo.
Reinvenciones
Para la segunda parte, el juvenil frontman del grupo salió de pelo suelto y musculosa. Manninen (el único que permaneció sentado durante todo el segmento) abrió “Fade to Black”, que mutó cuando Mikko Sirén surgió tras la batería, aunque aportó percusiones más sutiles, que se continuaron en “For Whom the Bell Tolls” (otro estribillo cantado por el público; Perttu invitó a cantar y “hedbangear” con ellos). “Fight Fire With Fire” se volvió más intensa, para pasar a “Until It Sleeps” (la grabamos como bonus track de nuestro disco “Cult”, contó el líder), sobre un redoble militar de Mikko.
El más joven presentó a los integrantes, dejando para el final a Eicca: destacó que podría haberse dedicado a tocar AC/DC o “Despacito”, y que por suerte había elegido la música de Metallica. Ahí se metieron con “Orion” (instrumental de origen) y “Escape”, una rareza del disco “Ride The Lightning” de los americanos.
En el tramo final, abordaron “una revancha” que tuvieron al grabar los bonus tracks de la reedición de “Plays Metallica by Four Cellos”: “Es tiempo de recargar nuestras baterías”, dijo el rubio referente antes de disparar a la intensidad eléctrica de “Battery”. El primer cierre fue descontrolado, con “Seek & Destroy”: Kivilaakso en el suelo (mechó algo del “Thunderstruck” de AC/DC) , Lötjönen de rodillas y Toppinen cantando el estribillo junto al público.
El adiós
Para los bises eligieron “Nothing Else Matters”, que habían grabado en cuarteto es su segundo disco, “Inquisition Symphony”, pero que aquí acompañó Sirén con una percusión electrónica. Entonces fue la promesa de la última de verdad: “Esta es una canción muy importante para Metallica, una canción en contra de la guerra. Sobre cuidarse a ustedes mismos, cuidar a los otros, amar a esos otros y amarse a ustedes mismos”, comentó Eino Matti antes de que su regresado compañero arpegie en pizzicato el inicio de “One”, apoyándolo para que despliegue la línea cantabile del tema antes de la última levantada.
Fue el momento del adiós definitivo, con todos saludándose calurosamente (salvo Antero, que sólo se dejó abrazar por Eicca). Pero hubo promesa de regreso: aquellos estudiantes aplicados con vocación metalera tienen hoy nuevas historias para contar.