Leonardo Pez
El Litoral dialogó con el humorista santafesino radicado en Paraná sobre su primer libro, editado por la flamante Editorial Jirafas.
Leonardo Pez
Rodrigo Barba es un humorista gráfico santafesino radicado hace cinco años en Paraná. Su apellido fue poblando las contratapas de medios gráficos de la región y de publicaciones virtuales. Define al humor como “género periodístico” capaz de reconstruir “la historia de un país con más impacto que un manual de historia”. “El tercer mundo de Barba 1”, su ópera prima -también el bautismo de fuego de la Editorial Jirafas-, reúne obras de los años 2015 y 2016, y ya fue presentado en la feria Crack Bang Boom. En diálogo con El Litoral, el autor recorrió inicios, influencias, cruces con las teorías críticas de la comunicación y el rol del humor en el contexto actual, entre otros temas.
Puntapié
—¿Cuándo empezaste a dibujar?
—Soy un dibujante re tardío -dice con ese aire confianzudo que caracteriza al entrerriano-. Yo era todo lo contrario al pibe que dibuja en clases. Lo que sí hacía, a los diez u once, era anotar los resultados de los partidos y dibujar las camisetas. Quería ser periodista deportivo. El fútbol es una cuenta pendiente en mi humor.
En la secundaria, empecé a escribir cuentos y poesía. Me acuerdo que una vez leí un cuento en la Bienal. Generó mucha risa y eso me gustó mucho. a partir de ahí, hice un giro humorístico. En la Uner, conocí a Fernando (Belletti) e Ignacio (Grünbaum, éste último, lector previo de sus chistes junto a Ramiro Bisa). Formamos un trío humorístico, “Difícil que el chancho chifle”, que pasó por todos los formatos: radio, teatro, televisión, internet y gráfica. Lo que más me divertía era producir, hacer guiones. Empecé a consumir más humor gráfico y la estructura del chiste fue para ese lado. Tenía dos opciones: “Me busco un dibujante o dibujo yo y no jodo a nadie”.
En 2012, recién me había mudado a Paraná y estaba sin trabajo. Tenía que matar ese tiempo terrible. Empecé a hacer círculos y rayitas para ir ablandando la mano. Se los llevé tímidamente a Maxi Sanguinetti y me invitó a publicar en el semanario Análisis.
Cruces
—¿Definirías tu propuesta como humor político?
—La política está muy presente en mis chistes. También hay críticas a la industria cultural, y mucho de discurso mediático y new age. Aunque no lo parezca, esos chistes son los más políticos. La Comunicación, combinada con el Bachillerato en la Almirante Brown, me hizo cuestionar el sentido común de manera política. Del cruce entre la formación teórica más dura y la cultura pop surge algo que me encanta. Una vez escuché que Schopenhauer dijo “el humor es poner algo donde no va”. Trato de dar algo que no esté masticado, sino que haya que procesarlo.
El contexto actual es terrible, hay una sensación de tristeza y de odio muy grandes. Pero, a la vez, las crisis son un buen clima para el humor. Para que la realidad no duela tanto. El humor siempre se tiene que reír del poderoso. a veces me limita, porque en algún momento quiero hacer un chiste plop y siento que estoy dejando de decir otra cosa. Hace poco hice un chiste sobre el meme “Seis maneras de decir te quiero sin decir te quiero”. Traté de salir de lo político y no pude.
—¿Cuáles son tus influencias?
—Aprendí mucho de Les Luthiers, sobre todo lo económico de su escenografía. Cada elemento en escena es significado y resignificado. Eso me sirve para tratar de convertir mi defecto para el dibujo de fondos en una virtud. Siento empatía por Marcos Mundstock: él no sabe de música en el grupo, pero se encarga de construir los textos introductorios. Les Luthiers son arquitectos del humor. Trabajan los planos del chiste, cada elemento tiene que cumplir una función dentro del sistema que es el chiste.
—Hablando de humor político. En los últimos años, Capusotto se posicionó como un referente del género.
—Veo muy presente en mi humor a Capusotto. Él, junto a Saborido, toma elementos de conflictividad como factor de gracia. Combina dos cosas que, aparentemente, no tienen nada que ver. O que funcionarían en un universo más delirante, sin perder su lógica interna. Es interminable todo lo que puede suceder ahí. Pero no desde el choque de contradicciones, sino a partir de íconos del peronismo. Hace un tiempo fui a una charla de Saborido en Paraná. Él hablaba de su dios, TEO: talento, esfuerzo, ojete (risas). Por lo menos, dos de esas cosas tenés que tener.
Me gustan mucho los humoristas locales, los que están peleándola como yo. Lehmann es genial, es el Quino del Litoral. Quino también me gusta por su economía en los chistes no mafaldescos. [La lista se amplía a Maxi Sanguinetti, Rebo, Seba Mercau, Gastón Zuñiga y Gonzalo Geller].
Las series también me marcaron mucho, sobre todo la construcción de escenas, de personajes y la dinámica de un relato. Es raro, porque yo no tengo ningún personaje fijo, como un perro o un gato. Mis personajes son independientes. Creo que es más por un defecto: me cuesta dibujar dos veces algo igual.
Método
—¿Tenés un método para dibujar?
—El guión del chiste es lo primero que se me ocurre. No es que dibujo dos personas hablando y después veo qué le pongo, de acuerdo a la expresión. El dibujo es el apoyo para que la idea esté plasmada. El proceso empieza con el dibujo en papel, después escaneo y subo (el color es digital). No me considero un buen dibujante ni me preocupa la virtuosidad, creo que mi fuerte está en el texto. A veces, trabajo sobre una imagen previa, como hice con “The Dark Side of the Moon” (Pink Floyd) o con el Tetris con la figura del disco “Artaud” (Pescado Rabioso).
El libro
“El tercer mundo de Barba 1” compila, en 72 páginas, producciones que Rodrigo publicó entre 2015 y 2016 en Análisis, Pausa y Alegría. La tapa, homenaje a su acervo cultural, lo muestra flotando en el mar a punto de tomar un vale por un envase de porrón, en un guiño a “Nevermind” (Nirvana, 1991). Los dibujos se ordenan por colores y dialogan con íconos de la historia universal y de la cultura popular, como Madonna, Marx, Volver al Futuro y Charly García. Pero es la política el hilo invisible que une los diversos componentes en uno nuevo.
El libro, con prólogos de Gustavo Sala y Maxi Sanguinetti, se editó por Jirafas: “Empezamos como una revista de humor gráfico, que fue mutando hacia la historieta, y se convirtió en un sello. Facundo Belgradi se puso el sello al hombro y decidió que el primer libro publicado sea el mío. Hace cinco años no imaginaba tener un libro editado ni publicar en Paraná, Santa Fe y a nivel nacional. Me interesa que se conozca el sello para potenciar la historieta del Litoral y contribuir a que Santa Fe y Paraná sean polos de la historieta a nivel nacional”.