José E. Bordón
La Picasa es un claro ejemplo de lo que no se hizo a tiempo y de lo poco que se hizo y mal. No hubo estrategias para “aprovechar” el agua cuando abunda y no falte cuando escasea.
José E. Bordón
Hasta hace pocos meses, en la zona agrícola de esta provincia, los productores sólo hablaban de las lluvias, generalmente abundantes, que parecían sumar complicaciones a las actividades del agro. Pero hace tres semanas se advierte preocupación. Resulta que ahora falta agua, con lo cual se admiten retrasos en la siembra de soja del ciclo 2017/18 por la comprobación de una campaña de primavera que tuvo menos lluvias que lo habitual. Las precipitaciones que cayeron en noviembre fueron inferiores a lo previsto, lo que -sumado al pronóstico de clima seco para los próximos meses del verano- encendió la alarma entre algunos agricultores del país, principal exportador de aceite y harina de soja del mundo.
Como explicó Germán Heinzenknecht, de la Consultora de Climatología Aplicada (CCA), la región agrícola central o Pampa Húmeda recibiría sólo unas lluvias ligeras o de bajo milimetraje. En consecuencia, estamos ante un escenario que, si bien no es crítico, empieza a poner un poco nerviosos a los productores del norte de la provincia de Buenos Aires y el sur de la provincia de Santa Fe. Refrendando la especulación, el mes pasado los expertos dijeron que una reducción de las lluvias en la Argentina durante el resto del año y los primeros dos meses del siguiente, por una transición climática hacia La Niña, podría afectar los rendimientos de la soja y del maíz, con todo lo que ello significa para la economía de nuestra provincia.
En la franja del centro-oeste de nuestra provincia, hasta hace unas pocas semanas se vivía el drama de la falta de pisos para desarrollar normalmente las tareas de siembra, porque las aguas subterráneas se encontraban a pocos centímetros de la superficie, debido a los excesos de lluvia de un par de meses anteriores. Hoy, esa situación comenzó a revertirse y constituye un signo alentador para los productores. Sostienen los expertos, entre ellos el ingeniero y geólogo de la Inta Rafaela, Rubén Tosolini, es muy difícil que el nivel de las napas baje a profundidades que puedan ser consideradas de bajo riesgo en el corto plazo. Pero en la misma franja, más al norte, como también en el sur de Santiago del Estero, ya falta agua para un adecuado procedimiento de siembra.
En consecuencia, otra vez hay que preguntarse qué ocurre con el manejo del agua en nuestra provincia. Ejemplos sobran: La Picasa es un claro ejemplo de lo que no se hizo a tiempo y de lo poco que se hizo y mal. No hubo estrategias para “aprovechar” el agua cuando abunda y no falte cuando escasea. Desde hace décadas venimos escuchando la necesidad de trabajar para el manejo del recurso agua. Hay una solución a la vista: la Ley de Aguas, sancionada esta semana por la Legislatura santafesina. Esta norma también obliga a la provincia a tener un plan hídrico que deberá elaborar el Ministerio de Infraestructura y Transporte. El plan provincial tendrá que incluir los planes plurianuales (con plazos de cinco años) para establecer cuáles son las obras necesarias y para hacer las previsiones de cómo será el crecimiento de la demanda del recurso. Además, la ley brindará las herramientas necesarias para que la provincia pueda ejercer el poder de policía para controlar y penar las obras clandestinas que puedan alterar el régimen hídrico con una mayor celeridad y sin tanta burocracia. También se define el tratamiento de cuestiones de las cuencas que son de jurisdicción múltiple, un tema sensible que, como el caso de La Picasa, llegó a la Suprema Corte de Justicia. No está mal plantear la solidaridad hídrica como desafío social. Eso hará un compromiso más firme de todos los actores en su territorio.
Desde hace décadas, venimos escuchando la necesidad de trabajar para el manejo del recurso agua. Hay una solución a la vista: la Ley de Aguas sancionada esta semana por la Legislatura santafesina.