Sergio Ferrer
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El cambio responde, entre otros motivos, a la necesidad de garantizar el libre acceso de los bienes patrimoniales y culturales a todos por igual. Así lo manifestó Marta Erpen, directora municipal de Cultura. “Con las viejas instalaciones no se podía dar respuesta a distintos casos de discapacidad”, dijo.
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En noviembre del año pasado, el Concejo Municipal de Santo Tomé aprobó un pedido de informes relacionado con el retiro de 350 butacas de la Sala Mayor Juan Rodolfo Chemes del Centro Cultural 12 de Septiembre. Allí, se solicita al Poder Ejecutivo que explique cuáles fueron las razones que motivaron dicha medida, qué destino tuvo el referido equipamiento y qué solución se planteó para superar la situación. Ante dicho antecedente, El Litoral dialogó con la directora municipal de Cultura, Marta Erpen, quien brindó los pormenores de la decisión adoptada en su momento por el gobierno santotomesino.
La funcionaria explicó que el retiro de las antiguas butacas forma parte de un proyecto de carácter inclusivo, que ella misma ideó e impulsó para superar ciertas imposibilidades y carencias que se presentaban en la sala en casos de obesidad, personas con muletas o en sillas de rueda. En función del mismo, las históricas butacas tipo pulman serán reemplazadas por sillas-butacas individuales, libres, tapizadas de color bordó (acorde a la estética y estilo actuales), que no son plegables pero si movibles (o removibles, ya que pueden sacarse y volver a poner) y de similares características a las que posee la sala del Centro Cultural ATE Casa España, ubicada en Rivadavia 2871 de la ciudad de Santa Fe.
El reemplazo de las butacas no tiene nada que ver con problemas en el tapizado, aclaró Erpen, ya que éste fue arreglado a nuevo en 2011 y se mantenía bastante bien. En realidad, remarcó, el cambio obedeció, fundamentalmente, “a la responsabilidad que siempre debe tener el Estado para garantizar el libre acceso de los bienes patrimoniales a todos por igual”, así como “a la obligación de mantener como corresponde ese patrimonio cultural”. “No sirve algo que no se puede usar”, completó el concepto.
“Están en guarda”
Las 350 butacas retiradas, aclaró Erpen, “están en guarda” en el Batallón de Ingenieros Anfibios 121 de Santo Tomé, a la espera de darles una utilidad adecuada. “Esa es la figura legal correcta”, acotó. Además, recordó que cuando se puso en valor el edificio el centro cultural, a las antiguas butacas se les hizo un nuevo tapizado para renovarlas, ya que son de madera forrada y su existencia se remonta, por lo menos, a setenta años atrás (de la década del ‘50).
Luego, la funcionaria explicó que, si bien las butacas estaban abulonadas al piso de parqué de la sala, una parte de ellas, la del asiento propiamente dicho, iba sujeta al resto de la estructura, que la sostenía. Y lo que estaba ocurriendo con algunas de ellas, era que esa parte se metía para adentro, por lo que muchas personas “se hundían” en su lugar. En varias oportunidades había pasado algo así, a tal punto que hubo que retirar toda una fila, porque llega un momento que en la madera de las butacas no se puede seguir ajustando los bulones. Ese problema emergente, sumado a la necesidad de mantener el sitio óptimo para usarlo todas las semanas y el objetivo del libre acceso a los bienes culturales, se conjugaron para que el municipio tome la referida determinación.
La Ley Nacional de Accesibilidad de Personas con Movilidad Reducida (N° 24.314), argumentó Erpen, “nos interpela como Estado”, porque habla de integración, participación e inclusión, y pone de manifiesto que puedan tener un espacio adecuado todas las personas ligadas a una discapacidad. “Alguien con sillón de ruedas, muletas o una persona con obesidad no entraban en las butacas; y a los sillones de rueda no los podías poner en los pasillos, porque la sala tiene una inclinación hacia adelante... Con las nuevas todo eso va a ser posible”, concluyó.
Un poco de historia
En julio de 2011, como parte de los festejos por el Día de la Independencia, fue reinaugurada la sala principal del Centro Cultural 12 de Septiembre, que había sido remodelada por completo y a partir de ese momento llevaría el nombre que actualmente la identifica. Estas refacciones y mejoras fueron ejecutadas con fondos provenientes del gobierno nacional, en el marco del programa Casas con Historia y la Cultura del Bicentenario Argentino, así como con aportes municipales, hasta alcanzar una inversión cercana a los $ 700.000.
En un principio sólo estaba proyectado el mejoramiento del sistema de audio, la renovación de la instalación eléctrica y el armado de los telones. Pero a todo ello se le agregó el retapizado de las butacas, la reposición de un sector del piso de parqué que estaba deteriorado, arreglos en el techo para solucionar un problema crónico de goteras, un nuevo sistema de desagües en el exterior de la sala y un moderno circuito de iluminación.
Los tiempos cambian
En su explicación, Marta Erpen también se refirió a las modalidades artísticas y culturales emergentes, las que forman parte de un nuevo lenguaje expresivo y serían imposibles de implementar sin la movilidad de las sillas-butacas. “Los tiempos cambian: hoy las obras de teatro no se desarrollan únicamente en el escenario y con la gente en las plateas; están las que transcurren en medio de las salas, e implican una relación distinta con el público”, acotó la funcionaria, sin dejar de mencionar como ejemplo al denominado teatro ciego, que “no es teatro de ciegos, o para ciegos, sino algo completamente distinto”.
“Nunca íbamos a pensar que llegaría el día en que en Santo Tomé tuviéramos la posibilidad de traer algo como el teatro ciego, una experiencia para la que no podríamos utilizar butacas fijas, porque se haría imposible hacerlo”, aclaró. “Ahora sí vamos a poder traerlo y los santotomesinos van a poder descubrir cómo es; se llama teatro ciego y es para todo el mundo”, prosiguió. Para completar su descripción, hizo una diferenciación con el teatro negro. Mientras éste último se hace arriba del escenario, dijo, en el teatro ciego están “en ciego” todos los presentes en el auditorio.
El reemplazo de las antiguas butacas tiene que ver con un proyecto de inclusión social, ideado para incorporar al público a quienes presentan condiciones de obesidad, problemas de movilidad y discapacidad. Las sillas-butacas nuevas son iguales en diseño a las que tiene el coro municipal en su miniauditorio de lo que era la terraza del Centro Cultural 12 de Septiembre. La única diferencia está en el tapizado, que en este caso es negro, mientras que las nuevas serán bordó.