Emerio Agretti
Emerio Agretti
“Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.
—Tal vez -dice el centinela- pero no por ahora”.
(Franz Kafka. “Ante la ley”)
“Hay un desenvolvimiento burocrático en los tribunales que se aleja del drama humano”. La frase, casi un eco de la metáfora kafkiana, pertenece al presidente de la Corte Suprema de la Nación, Ricardo Lorenzetti, y forma parte de la “autocrítica” que, más como exhortación que como ejercicio, atravesó todo su discurso de apertura del año judicial, y el lanzamiento de su propuesta de “transformación” de la Justicia argentina.
“Necesitamos hacer autoautocrítica, cambios profundos, ver cómo estamos funcionando. Estas preguntas requieren grandeza, que pensemos en el país y no en los intereses individuales, de las corporaciones, de los poderes”, añadió el jurista rafaelino, en un contexto marcado por un significativo desprestigio del Poder Judicial -según las encuestas que circulan en todos los despachos-, la necesidad de acelerar las causas por corrupción, el año de renovación de autoridades en el Alto Tribunal -a fin de año aspira a su quinta reelección- y los embates contra él mismo con los que insistirá Elisa Carrió.
Bajo la consigna de tomar decisiones operativas, y no agotar el abordaje de los problemas en el diagnóstico y la mera discusión teórica, Lorenzetti habilitó el funcionamiento de una serie de comisiones para analizar diversas cuestiones. El propósito fue producir proyectos y propuestas a consensuar con los otros poderes del Estado, o a ejecutar dentro de las incumbencias de la propia Corte. El temario es tan ambicioso como la aceleración de procesos, la incorporación de tecnologías y la respuesta eficaz a los problemas contemporáneos que ponen en jaque estructuras pensadas para otro siglo.
El primer tropiezo, sin embargo, se dio en una de las cuestiones de menor complejidad formal en el aspecto resolutivo y de alta significación en el plano simbólico -quizás más que en el real-, pero en la cual el consenso parece imposible puertas adentro de los propios tribunales: la cuestión de los horarios y la feria judicial.
“Tenemos que mejorar el servicio público que brindan los tribunales. Si hay que cambiar el horario, porque cambiaron las costumbres, hagámoslo. ¿Cómo puede ser que estas cuestiones generen tanta resistencia?”, espetó, con un discurso formateado por el sentido común que replicó, intencionadamente o no, palabras del propio presidente Macri. Sin embargo, desde ahí vino el primer revés a los propósitos enunciados: la comisión de la Organización del Trabajo de Magistrados, Funcionarios y Empleados Judiciales, encabezada por el ex consejero de la Magistratura, Luis María Cabral, decidió que no es necesario modificar los turnos de los juzgados ni tampoco las vacaciones.
Mientras tanto, el ministro de Justicia de la Nación, Germán Garavano, hizo doble gala de federalismo. En el mismo día en que miles de mujeres se movilizaban en todo el país para, entre otras cosas, exigir respuestas al poder en general y a la Justicia en particular, se apersonó en Santa Fe para la apertura del año judicial. Y marcó -como también lo había hecho Lorenzetti- los avances ya registrados por la Justicia de las provincias (Santa Fe especialmente entre ellas) en algunas de las cuestiones planteadas, como la informatización, la organización de la gestión o el uso del expediente electrónico.
Puertas que se abren, pero que para funcionar como tales, requieren que sus guardianes actúen además como el más genuinamente amistoso de los porteros.
“Necesitamos hacer autoautocrítica, cambios profundos, ver cómo estamos funcionando. Estas preguntas requieren grandeza, que pensemos en el país y no en los intereses individuales, de las corporaciones, de los poderes”