El Litoral
La periodista venezonala Mitchel Vargas pasó 30 minutos enterrada junto a los restos de un cadáver luego de ser "tragada" por una tumba en un cementerio de Madrid. Pero ¿cómo fue que ocurrió?
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Fue a llevarle flores a un muerto. De repente, la superficie de cemento que cubría la tumba se partió y la mujer de 28 años cayó unos tres metros junto a pedazos de cemento, piedras y restos de la urna donde fue enterrado Antonio Bisquert el 27 de noviembre de 1947.
La historia
“La muerte tiene un olor particular. Vengo huyendo del régimen de Nicolás Maduro. Soy periodista y escribía para el primer diario de oposición al régimen. Llegué aquí pidiendo protección internacional y obviamente huyendo de la muerte. Lo menos que me imaginé es que la muerte me iba a buscar a mí acá”, declaró la periodista, Mitchel Vargas.
La comunicadora venezolana salió el domingo en la mañana a una entrevista de trabajo y cuando regresaba a casa le llamó la atención el cementerio municipal de Canillas, un barrio ubicado en el noreste de Madrid. Su emoción por las posibilidades de conseguir empleo fue tal que sintió el impulso de colocar un ramo de flores en la tumba “más fea” para retribuir todo lo bueno que ha recibido en sus primeras semanas en Madrid.
Así fue como comenzó a recorrer el camposanto para buscar la lápida más descuidada.El fuerte graznido de un cuervo la convenció de que había encontrado el lugar menos grato del cementerio. Y al acercarse para depositar las flores comenzó el episodio que recordará el resto de su vida.
“Cuando coloco el pie derecho para constatar de quién era la tumba, porque desde donde estaba no se leía nada, eso se abre y me traga. Fue literal. La tumba me tragó. Fueron los minutos más agónicos de mi vida”.
La superficie de cemento que cubría la tumba se partió y la mujer de 28 años cayó unos tres metros junto a pedazos de cemento, piedras y restos de la urna donde fue enterrado Antonio Bisquert el 27 de noviembre de 1947.
Los escombros le golpearon la cabeza y le abrieron una herida de seis centímetros, por donde comenzó a brotar sangre a borbotones.
“Sentí que iba a morir. Esos segundos fueron eternos. No veía el momento de terminar con esa agonía. Jamás perdí el conocimiento, pero sí me sentía mareada y que se me estaba durmiendo el cuerpo. Una de mis piernas quedó aprisionada entre el ataúd, el cascote de la lápida que me cayó y la tierra. Tenía una pierna literalmente enterrada en el féretro y no me quería seguir moviendo porque la tierra se estaba hundiendo”, detalló Vargas.
Pero sus fuertes gritos no fueron escuchados. “Pedí ayuda pero nadie me escuchó. ¿Quién se iba imaginar? En las tumbas están los muertos no los vivos”, bromeó la periodista.
Cuando logró reaccionar del aturdimiento que le provocó el golpe, tomó su celular y de los 100 contactos que ya ha acumulado en Madrid decidió llamar a Carleth Morales, la presidenta de la asociación de periodistas venezolanos en España, Venezuelan Press, para pedirle auxilio.
“Me estoy desangrando. Me he caído dentro de una tumba. Creo que me voy a morir. Necesito ayuda”, le dijo la joven entre sollozos después de largos silencios y varias llamadas interrumpidas.
Su reacción inmediata fue llamar al servicio de emergencia, que en España mientras se dirigía medio desorientada hacia el cementerio.
Para imprimirle tensión al drama, los paramédicos y los bomberos no encontraban al lugar porque Vargas estaban en el fondo de una fosa estrecha justo en el centro del lugar.
Llamaron a Morales para que vuelva a comunicarse con la periodista siniestrada y le indique que debe gritar con fuerza para ser ubicada.
Luego de 32 aterradores minutos, Vargas fue rescatada por los socorristas y trasladada al Hospital Gregorio Marañón de Madrid.
De los cuerpos de rescate que la socorrieron sólo tiene palabras de agradecimiento.
“Mi mensaje para quienes me rescataron es que voy a agradecer toda la vida que hayan ido en mi auxilio, que me hayan rescatado, que me hayan calmado, que hayan puesto en riesgo hasta su misma vida. El bombero que descendió a buscarme lo primero que hizo fue abrazarme y decirme aquí estoy, no estás sola. Me quitó el cascote que aprisionaba mi pierna en el ataúd”.
Al salir del hospital, Vargas pidió a su colega y amiga que la llevara de nuevo al cementerio para cumplir su deseo de colocar las flores sobre lo que quedaba de la tumba de Bisquert pero el cementerio estaba cerrado. Fue el lunes en la mañana cuando colocó las flores que le costaron 9 euros de los 10 que tenía en la cartera.
Con información de Yahoo Noticias.