Rodrigo Pretto
Desde hace una década y media, Carmen Ormeño dice presente año a año con la comparsa Penambí Berá en Sastre. “Mi ilusión es subirme a una carroza”, se confiesa. El fuego sagrado por los corsos está más encendido que nunca.
Rodrigo Pretto
Los retratos distribuidos a lo largo y ancho del comedor, forrando diferentes sectores de las paredes, adornan de manera temática la casa de “Porota”. Y quizás expone una de sus pasiones que todavía la mantienen con una vitalidad envidiable. Carmen Ormeño tiene 77 años y es la mujer de mayor edad que se viste religiosamente sábado a sábado para formar parte de la comparsa Penambí Berá. El fuego sagrado por bailar las dos vueltas en el corsódromo está más encendido que nunca. Y quizás, por esa razón, es una de las atracciones que tiene Sastre en épocas carnestolendas.
La Capital Provincial del Carnaval se viste de fiesta entre enero y febrero de cada año, y desde hace una década y media “Porota” mantiene su espíritu incansable e intacto.
No es habitual, a pesar que para los vecinos de Sastre es moneda corriente, encontrar personas de la tercera edad luciendo trajes en los carnavales y girando a la par del corsódromo con jóvenes que todavía no pisan los 20 años. Por eso, una de los encantos que deslumbra a quienes visitan los carnavales de Sastre es Carmen Ormeño. No hace falta un extenso relato para cotejarlo. El sólo hecho de observar en su recorrida los pedidos de fotos que hacen los espectadores asombrados es una manera de entender la situación, para muchos, llamativa y generadora de admiración.
“Cuando entro al corsódromo me transformo. Me olvido de todo el mundo y vivo una energía especial. Los momentos previos a la primera noche me pasa algo increíble. Es mágico porque el carnaval lo llevo adentro”, explica Carmen.
Son 15 años de manera ininterrumpida los que “Porota” gira junto a las 150 pasistas de Penambí Berá. Pero su participación en los carnavales viene de mucho tiempo atrás. Hay que recapitular la historia para encontrar el vínculo que la une con los corsos. “De joven tenía una peña con amigas con la cual nos vestíamos con algún motivo particular anualmente. El carnaval me gustó desde siempre. La comparsa tira mucho”. Recuerda cada año como si fuera ayer. Guarda en un álbum cada motivo con el cual vistió su auténtico y ya famoso bahiano. “Cuando comencé a bailar con esta clase de vestidos, no pude parar más. Siempre estuve ligada a la fiesta, pero por diferentes factores no podía formar parte de la comparsa. Mi familia siempre estuvo involucrada. Con mi marido nos disfrazábamos. Luego mis hijos, durante años, hicieron marionetas y también bailaron”, recuerda.
Fue en 2003 cuando Ormeño, con 62 años de edad, comenzó a experimentar esa corriente eléctrica que le eriza la piel con cada sonido de la Penambí Berá. Todo fue producto de la organización de un grupo de personas de una edad similar. Por diferentes motivos, los integrantes fueron abandonando año a año. Y “Porota” fue la única sobreviviente de aquella movida. Y desde esas noches de carnavales, la pasión por el brillo, el colorido y baile se hizo imposible de abandonar. “Hace 15 años ininterrumpidos que estoy con la comparsa sin faltar a un sólo corso. Tampoco me ausento a las salidas que tiene Penambí Berá a otras localidades cuando es contratada”, destaca.
Y a pesar de su edad, con problemas físicos que en algunos momentos pusieron en duda su presencia, su marcha en cada edición se encuentra a paso firme. “Siempre seguí bailando porque me gusta -afirma-, lo vivo de una manera especial al carnaval. Este año, a pesar de tener algún dolor en una de mis rodillas, no me lo perdí. Pasé por operaciones durante días previos a que inicien los corsos, y en aquellos momentos tampoco fue un impedimento para mí. Como cada edición di las dos vueltas que las chicas bailan en el corsódromo. Me siento bien, cómoda”.
La naturalidad con la que vive el inicio de cada noche refleja, también, la manera con la cual espera el comienzo de cada edición en la Capital Provincial del Carnaval. “Porota” no retoca la rutina de sus días. La habitual asistencia a misa no queda marginada. Incluso su permanencia en el predio se extiende hasta la madrugada ratificando esa vitalidad y pasión por los corsos. “Cuando termino de bailar me quedo a disfrutar de la noche hasta que termine, pasadas las 5 de la mañana. Si hay algo de lo que disfruto mucho es de esto”, confía.
Una cuenta pendiente
Pese a que transcurrieron 15 años gratificantes y con experiencias de por medio, todavía tiene una cuenta pendiente y cosas por vivir. “Mi ilusión es bailar arriba de una carroza. No me dejan y me ubican abajo, sobre la calle. Pero quiero sacarme el gusto”, expresa con convicción y convencida que algún día se dará con el gusto.
Con sus 77 años, el baile no tiene fecha de vencimiento para una de las personas que se ha transformado en un símbolo de la fiesta sastrense. “Dios dirá hasta cuando estaré bailando. Por el momento, y mientras el cuerpo me lo permita, estaré presente en cada carnaval. No quiero retirarme sin pisar una carroza”, asegura.
Y si alguien duda de la revolución que generan los carnavales en Ormeño, basta sólo con escuchar su prédica a futuro. Es que el sentido de pertenencia es tal, que los recuerdos de momentos dorados deben acompañarse hasta el final. “A la gente le digo que cuando me muera tienen que ponerme todas las fotos en las que estoy bailando en el cajón. Es algo que me quiero llevar”, señala.
Resumiendo su rica historia carnestolenda, Ormeño abre un paréntesis y destaca un punto neurálgico en esta década y media. “A lo largo de todo este tiempo pasó de todo. Perdí a uno de mis hijos, y perdiendo a lo que más se quiere continué bailando. A él le gustaba el carnaval y esto es una especie de homenaje”, relata con una voz vibrante.
Reconocimiento a la trayectoria
“Porota” fue reconocida en las últimas ediciones como la mujer de mayor edad en llevar un vestido y bailar con Penambí Berá. Pero además fue partícipe de elecciones de reinas subiendo al mismísimo escenario para acompañar a las consagradas.
Durante los últimos tres años tuvo el privilegio de quemar el Rey Momo, ritual que se realiza al terminar el baile de las pasistas la última noche y marca el final de una edición carnestolenda. “Cuando termina todo me da mucha lástima. Se van los carnavales y tenemos que esperar un año más para vivir la fiesta”, cuenta.
Viajes que reconfortan
No sólo la asistencia es perfecta desde hace quince años en la Capital Provincial del Carnaval. También las salidas de la comparsa local a fiestas regionales marcan el pulso de un espíritu inagotable. Ormeño rearma un mapa de ruta que marca el recorrido de Penambí Berá.
Localidades de la provincia de Córdoba como Río Primero y Porteña, más Carlos Pellegrini -Santa Fe- figuran entre algunos de los puntos en los cuales músicos y pasistas dijeron presentes.
“Hay lugares donde la comparsa sale a bailar y resulta algo incómodo para quienes bailamos. Sobre todo por el estado de las calles. Es peligroso para las más jóvenes, imagínate para mí que tengo 77 años”, sostiene y agrega: “Sin embargo no le temo y trato de dar lo mejor para el espectáculo”.
Entre lo sacro y lo pagano
El catolicismo une fuertemente a Ormeño con la iglesia. Su trabajo en la parroquia local “choca” de cierta manera con las fiestas paganas que originalmente le dieron origen al carnaval. Por eso el caso de la pasista de Penambí Berá fue punto de estudio reflejado en un film. “Yo trabajo en la iglesia y bailo en el carnaval. Es lo sacro y lo pagano. Una chica de Sastre, hace un tiempo atrás, me vino a hablar para hacer un video contrastando esa situación. Me filmó vistiendo al cura y bailando durante una noche de carnaval. Ese cortometraje ganó el concurso en el cual se presentó”, relata con alegría.
Un aplauso con valor extra
“Me gusta ver como la gente aplaude”. Con esa frase expresa el valor que le da al entusiasmo que brindan los espectadores cada noche de carnaval. “En definitiva es un esfuerzo que hacemos todos. Desde quienes atienden los bares hasta las personas que confeccionan los trajes y bailan. Entonces me gratifica cuando la gente anima haciendo palmas premiando a la fiestas”.
Por otro lado, dejó un mensaje para las chicas más jóvenes que participan de la comparsa y para aquellas que aún no debutaron con las plumas. “Les pediría que se animen a bailar. A las que ya lo hacen que continúen. Esto es el legado de todo el pueblo. No se tiene que cortar porque si no hay continuidad el carnaval se pierde. Lo mantuvimos desde hace casi sesenta años, es un fuego sagrado que tenemos y nos caracteriza en toda la región”, indica y agrega: “Chicas que bailan como en Sastre no se ven en todos lados”.
Para cerrar, destaca un deseo que tiene en su cabeza, aunque entiende que es algo utópico por el contexto social actual. “Carroceros como tuvimos hace muchos años atrás no vamos a volver a tener. El cambio se nota y la gente ya no tiene el tiempo para abocarse a hacer carrozas. Antes se pasaban días y noches en un galpón, y todo se hacía a pulmón y de manera gratuita. Por amor a los carnavales. Hoy es imposible pensar eso porque la población vive a otro ritmo”.