Federico Aguer
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El tema de las aplicaciones de agroquímicos obliga a asumir una estrategia conjunta que integre a la producción con la salud y el medio ambiente. El diálogo y la planificación, las herramientas principales.
Federico Aguer
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Esta semana, en la Legislatura santafesina se presentó un proyecto de ley tendiente a fomentar la producción agroecológica. Para ello, propone la excención impositiva del 50 % a quienes la implementen, y castiga con “recargos impositivos” a quienes utilicen fitosanitarios en la actividad productiva. Paralelamente, organizaciones ambientalistas vienen desarrollando actividades a nivel legislativo y mediático detrás de mayores limitaciones al uso de los mismos.
Como contrapartida, a nivel provincial, el sector productivo parece haberse desentendido de la problemática con la desmantelación de la “Mesa del Arco Productivo”, instancia que había logrado importantes avances en este sentido.
A nivel nacional días atrás se conformó el “Grupo de Trabajo Interministerial sobre Buenas Prácticas en materia de Aplicaciones de Fitosanitarios”. Desde allí prometieron “elaborar principios que regirán las políticas públicas sobre las aplicaciones de fitosanitarios en la agricultura y la alimentación; formular recomendaciones para mejorar la adopción de las buenas prácticas y para fortalecer los sistemas de control y monitoreo de las actividades de aplicación”.
El grupo está conformado por representantes del Ministerio de Salud; del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva; del Consejo Federal de Medio Ambiente y del Consejo Federal Agropecuario. Además, serán parte representantes del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable, del Ministerio de Agroindustria, del INTA y del Senasa.
Finalmente, la actividad política debe entender que es necesaria una actitud responsable y a la altura del desafío, para poder colaborar en le integración de los actores involucrados para definir estrategias que privilegien la salud, el medio ambiente y la producción sustentable (principal motor de nuestra economía), pero respaldados siempre en la ciencia; no en el miedo y los prejuicios.