Fabián “Palo” Oliver
El diputado provincial Fabián “Palo” Oliver, autor del proyecto que plantea duplicar el inmobiliario rural a establecimientos agropecuarios que utilicen agroquímicos, responde a las críticas que generó su iniciativa. “Este sistema de producción debe llegar a su mínima expresión”, asegura.
Fabián “Palo” Oliver
Diputado provincial
En virtud de la columna de opinión publicada el día miércoles 25 de abril por el Diario El Litoral, en la sección Tribuna Política bajo el título “La izquierda ataca a la producción agropecuaria”, me veo en la obligación de realizar algunas correcciones al mencionado escrito firmado por el señor Néstor Vittori.
Sin detenerme a responder las descalificaciones personales y funcionales en la que extrañamente cae el autor de la columna, por considerar que es mucho más serio y responsable mantener el eje en lo que realmente interesa, voy a referirme exclusivamente a la propuesta que presentara en la Honorable Cámara de Diputados de Santa Fe.
Aunque parezca una cuestión de perogrullo, por estos días tenemos que explicar que la protección de la salud no tiene ideologías. El efecto nocivo del uso de agroquímicos y las comprobadas secuelas negativas en la población, además del deterioro de nuestro hábitat y la pérdida de su biodiversidad, constituyen advertencias de importantes profesionales en la materia desde hace muchos años y desde distintos lugares en el mundo.
Índices muy elocuentes del INTA nos muestran de qué manera, cada vez más acelerada, vamos eliminando esas ventajas comparativas -en lo climático y ecológico- que mantenemos con otras naciones, ventajas de las que nos vanagloriamos.
Debemos enfrentar la realidad de que el mundo ha cambiado y no quedarnos anquilosados en el tiempo. Ya no es aquél de los siglos XIX y XX en los cuales la conciencia sobre la necesidad de proteger la sustentabilidad del medio ambiente, los ecosistemas o la biodiversidad no había hecho pie. Debemos recoger el desafío que nos propone la realidad actual y proponer alternativas que nos guíen hacia una producción agroecológica sustentable, sin aferrarnos a nuestros intereses económicos particulares.
Los conceptos de Economía Ambiental y Economía Ecologistas, son propios de los países más desarrollados, quienes desde hace tiempo han comenzado a direccionar su actividad hacia lo que denominan una Economía planificada.
De ninguna manera se puede sostener seriamente que mi propuesta sea una medida represiva. Se trata de una herramienta que tiene el Estado para promover la producción saludable y sostenible, desalentando a aquella que afecta la salud de la población.
Fue la Organización del Comercio y Desarrollo Económico (OCDE), en 1972, que en sus recomendaciones fijó claramente el principio de la reparación económica ante el hecho contaminante. No se trata mas que de la aplicación de esta directriz.
Son los profesionales en la materia quienes advierten sobre esta situación que, de prolongarse, traerá consecuencias irreversibles.
Un ejemplo de ellos es el Dr. Darío R. Gianfelici quien asegura que “la salud deberá enfrentar por mucho tiempo los efectos de los venenos agroquímicos sobre el ambiente y los animales que formamos parte de él. El agricultor va a entender tarde y mal que la ecuación económica de los agroquímicos no se sustenta en el tiempo y va a dejar secuelas terribles sobre los campos y sobre su propia familia”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), por su parte, estima que cada año se producen 25 millones de intoxicaciones por venenos agroquímicos en el mundo y alrededor de 20.000 muertes provocadas por ellas, calculándose que el 99% ocurren en las naciones en desarrollo como la nuestra.
Por otro lado, el Dr. Damián Verzeñasse nos advierte que “en los pueblos de nuestra región se han llevado a cabo 28 campamentos sanitarios a cargo de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR, los cuales indican el aumento de diversas patologías, como cáncer, pérdidas de embarazos, malformaciones, afecciones a la glándula tiroides y muchas más. Los mismos coinciden, con cientos de estudios científicos nacionales y extranjeros, que afirman la relación entre pesticidas y estas enfermedades”.
Nos parece interesante también traer a colación un extracto del libro La Argentina Fumigada, de Fernanda Salez, en el que se menciona a Olivier De Schutter, relator de la Naciones Unidas para la FAO. En dicho libro, Salez relata: “De Schutter sostiene que este estado de cosas es insostenible y habla de la agroecología como la opción, porque no sólo no contamina y no enferma, sino que no toma como rehenes a los productores. En este estado de cosas vos tenés que comprar no sólo las semillas, sino los agroquímicos y los fertilizantes. Y no tenés posibilidades de negarte a eso, porque gran parte de lo que pasa con los que tratan de producir de otra manera es que si tenés al lado un campo de agricultura industrial y querés hacer un emprendimiento agroecológico, lo tuyo se va morir, tus animales, tus peces y tus cultivos”.
El gremio docente de AMSAFE a través de su Secretario adjunto Jose Testoni, manifestó que tienen monitoreadas 700 escuelas rurales que han “sido literalmente fumigadas”, y advierte sobre la grave situación que sufren centenares de escuelas, rodeadas de campos donde se hace uso indiscriminado y descontrolado de agroquímicos.
En síntesis, creo que este sistema de producción debe llegar a su mínima expresión. Seguramente será un largo proceso, los intereses afectados son gigantes y las empresas fabricantes y proveedoras de Fitosanitarios (agrotóxicos) no querrán perder su magnífico negocio.
No es el motivo de esta iniciativa el afán recaudatorio ni el imaginario stalinismo que nos adjudican. Se trata de la salud de los ciudadanos.
Paralelamente con este proyecto de incremento del impuesto inmobiliario a quienes produzcan utilizando agrotóxicos, proponemos una reducción a quienes busquen la alternativa de producir sin envenenar, asumiendo la responsabilidad social que les cabe.
Entendemos claramente la ecuación económica y sabemos que es perfectamente compatible con las producciones saludables. Tal vez lo que no es compatible con esta propuesta, es el deseo de rentabilidad a cualquier costo. Sobre todo cuando ese costo se mide en calidad de vida.