Ignacio Andrés Amarillo
La comediante, conductora y locutora presentará mañana su más reciente espectáculo de stand up, “Cosa de minas”, sobre el que dialogó con El Litoral. Además, contó su visión del ambiente y la magia del stand up.
Ignacio Andrés Amarillo
Dalia Irene Gutmann llega mañana a Santa Fe para presentar “Cosa de minas”, show de monólogos en formato stand up. Será a partir de las 21.30, en el Teatro Municipal 1º de Mayo (San Martín 2020). Las anticipadas con descuento están disponibles en la boletería de la sala, o de manera online en www.eventosensantafe.com.
Anticipando su desembarco, El Litoral dialogó con la artista sobre su espectáculo, su trabajo junto a Lino Patalano y su visión sobre el stand up actual.
Catarsis
—¿Qué nos podés contar de este “Cosa de minas” con el que estás girando hace unos años y sacaste un libro?
—El libro salió este mes. Esto empezó en 2011, iba a durar dos meses y fue durando en el tiempo: ya son ocho años. Me gusta hacer humor con cosas que nos pasan a las minas. Es un show que intenta ser muy catártico para las mujeres que vienen, y para muchos hombres es revelador, porque ven cosas de las mujeres que en lo cotidiano no se dan cuenta: cuento mucho de lo que nos toca vivir como mujeres todos los días.
—¿Cómo se hace humor con ojos de mujer en estos tiempos tan cambiantes en la perspectiva femenina?
—Lo que me parece que veníamos viviendo hasta ahora de una manera que tal vez (desde mi mirada personal) era más injusta para la mujer: existe todavía esta mirada de que el hombre era importante y la mujer acompañaba las decisiones, la desigualdad de los sueldos, un montón de cosas que se vivían de una manera y que, por suerte, muchas mujeres alzaron la voz pidiendo igualdad de derechos.
Hago un show de humor donde no siento que me interfiera tanto; tal vez con un humor más machista va a tener que replantearse un poco más lo que dice. En mi caso celebro que estén pasando las cosas que pasan.
Evolución
—De todos modos, en estos ocho años, el espectáculo ha ido mutando.
—Es verdad que todos estos cambios fueron pasando en estos últimos ocho años: el rol de la mujer cambió mucho. Entonces estuve muy atenta, muchas cosas que pasan antes quedaron viejas: el chiste típico de “le das la tarjeta a la mina”, ahora generalmente (cada pareja es distinta) laburamos a la par, entonces si destrozo la tarjeta es mi plata también.
Me parece que el humor pinta una época, entonces si no estás atento a lo que pasa en la calle queda viejo tu material. Es un show que cambia todo el tiempo: de hecho empezó siendo un show de stand up y de a poco le fuimos agregando pantallas, canciones, vestuario, escenografía. Lo único que no cambió fue el nombre, pero todo el tiempo se va renovando: saco 15 minutos, pongo otros nuevos, al ser un unipersonal tengo mucha libertad de ir cambiándolo.
—¿De dónde te nutrís para estar actual?
—Soy muy callejera: salgo con mis hijos, voy al supermercado, laburo, me veo con amigas. Estoy todo el tiempo ahí escuchando conversaciones. Muchas veces me disparan algo y las anoto o me las grabo; o me pasan cosas caminando por la calle y después se me ocurre la manera de contarlo en el escenario.
Soy cero prolija, totalmente caótica: todo el material humorístico lo saco de vivir la vida como cualquier ser humano. La única diferencia es que lo anoto en un papelito. A todos se nos ocurre algo, pero tal vez quedó ahí perdido, yo trato de convertirlo en parte del monólogo.
Cazatalentos
—Estás como asesora de Lino Patalano en su proyecto de Liceo Comedy, descubriendo nuevos talentos en la comedia. ¿Cómo es ese trabajo?
—Me encanta. El stand up surgió en Buenos Aires a fines de los 90, principios de 2000, y siempre fue un género que me apasionó; y ahora (por suerte) por primera vez tiene un teatro, encima producido por Lino Patalano y Gustavo Yankelevich, dos popes del espectáculo argentino, que pusieron el ojo en el stand up.
Estoy chocha porque conozco al 80 % de los comediantes. Vamos teniendo reuniones donde les cuento quiénes estaría bueno que estén. Cada vez hay más comediantes, y cada vez llenan más teatros. Muchos tienen sus unipersonales, está muy maduro el género. Tengo ese trabajo de ir contándoles cosas que estén buenos en el Liceo, el teatro más antiguo de Buenos Aires y el primero de comedia. Está bueno que te inviten a jugar y pasen cosas.
—¿Qué artistas te parecen interesantes hoy (nuevos o reconocidos)?
—Hablaba con Gabo Grosvald, que es productor de stand up, sobre los comediantes que tienen jugo y los que no: los que tienen jugo son los que vos decís “qué interesante escuchar a esta persona”. Y hay otros comediantes que quizás son buenísimos arriba del escenario, tienen mucha energía, pero no dicen mucho. Igual no me gusta subestimar a nadie, pero hay algunos que interesan para decir.
A Nico de Tracy sólo lo sigo en Instagram, no vi su show, pero me encanta lo que hace. Magalí Tajes ahora va a Santa Fe, me quiero matar (risas): la rompe, tiene mucho para decir. Mi preferido de años es Martín Pugliese, un comediante que hace stand up desde hace 18 años: me encanta su forma de pararse en el escenario. Tengo muchas amigas: Connie Ballarini, Malena Guinzburg, Fer Metilli, Ale Bavera, Vero Lorca; las adoro y me encanta lo que hacen. Nati Carulias, que fue la primera mujer que vi haciendo stand up y la que un poco me metió en este mundo. Nico Brown, Ezequiel Campa, Ricardo Bisignano, Pablo Molinari: hay un montón, por suerte.
Equívocos
—¿Qué cosas te hacen reír a vos?
—Cuando estoy en estado de gracia, todo me hace reír: cuanto estás tentado alguien dice “matafuego” y te reís. Me atrae muchísimo la boludez humana, es mi tema favorito. “Qué boludo que soy”, cuando uno no tiene vergüenza de serlo: ponerte mal un anteojo; la torpeza de alguien que se ríe de eso. Cuando el otro está sufriendo ya no es tan divertido.
Después me divierten mucho los cambios de rol: cuando atendés a tu psicólogo, o terminás cortándole el pelo al peluquero. Cuando las cosas salen de estructura me divierten mucho.
—¿Cuál es tu límite al hacer humor?
—Cada vez me hago menos la loca con algunas cosas. En realidad me gusta poder reírme todo lo que pueda, pero de las tragedias muy grandes no me río. Del débil no me río, no es mi estilo; de un niño enfermo.
El límite es cuando el otro no se ríe, para no seguir jodiendo. Te hago un chiste sobre tu saco, y vos no te divertís, no te voy a seguir jodiendo. A menos que el otro sea un hijo de puta, no sé (risas).