Domingo Sahda
Domingo Sahda
En fecha reciente fue abierta a la apreciación pública una muestra de pinturas y esculturas conformada con obras pertenecientes al Patrimonio Oficial Provincial, precisamente en el Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez. La exposición de referencia lleva por nombre: “01 Museo Tomado”. La primera observación pertinente remite al título de la muestra en cuestión, la que carga con dos errores de concepto en opinión de esta columna. Veamos. En la historia socio-cultural argentina de los años recientes, puntualizando, en la década de 1960, el concepto de “tomado” remitía a la concretización de sucesos socio-políticos que hicieron de la violencia social, tanto conceptual como físicamente, un hecho cuasi cotidiano a lo largo y a lo ancho del país que literalmente licuó la confianza pública con sus víctimas reales, excediendo la referencia a cualquier metáfora circunstancial. Baste para ello consultar nuestra historia reciente para caer en la cuenta de ello. A ello cabe agregar que la mencionada institución oficial es conocida con el nombre de Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez según consta en la Constitución Provincial. La donación de la institución originaria al gobierno y a la ciudadanía hecha por su creador y dueño puso como condición que el mismo llevara el nombre de su madre, a modo de homenaje, precisamente el de Rosa Galisteo de Rodríguez, y en esas condiciones fue aceptado, reconocido y empleado desde casi un siglo a la actualidad .
Cuando las hipótesis supuestamente creativas inducen a la trivialización social, se corre el riesgo de interpretar como juego social o broma supuestamente original aquello que es distintivo de la sociedad en su conjunto.
La muestra de referencia expone una parte del Patrimonio Oficial acumulado en la institución a lo largo de casi un siglo de existencia mediante donaciones y salones competitivos como el “Salón de Mayo”, señero en la historia socio-cultural del país y referencia dentro y fuera de él, poseedor de una de las mayores y más ricas colecciones de arte argentino contemporáneo del país.
Dadas de este modo las cosas, vale agregar que la Sala Mayor Gral. San Martín y algunas adyacentes lateralmente a ella están, literalmente, tapizadas por pinturas, sin espacios de descanso visual ni referencia pertinente e identificatoria de autor, proceso y época. Lo que se observa son indiscriminadas paredes literalmente “tapizadas” o “empapeladas” -valga la referencia- por pinturas originales cuasi superpuestas limitando o mejor dicho anulando un real y profundo contacto cognitivo-perceptual con cada obra a la vista. Una supuestamente “novedosa” manera de devaluación del conocimiento sensible atesorado en tales ámbitos. Hecho similar ocurre aunque con un nivel caótico de literal “amontonamiento” con las piezas tridimensionales -esculturas- que rezuman técnicas, estilos, referencia culturales y simbólicas y expresión subjetiva en esta instancia anuladas. Esto ocurre en el centro y a lo largo de la Sala Mayor en casi toda su extensión. Conocer y apreciar cada una de las obras maestras resulta imposible. El concepto de “montón indiscriminado” prevalece trivializando la esencia del Museo en tanto tal.
Los Museos, nacidos al amparo de la Revolución Francesa fueron creados para asegurar la conservación de las obras que deben apartarse del vandalismo, así como de los estragos del tiempo (año 1794). “Estos bienes culturales pasan a ser patrimonio que por derecho pertenecen a la humanidad entera...” (Sourieau, Etienne. Diccionari Akal de Estética. Madrid, España, año 1998).
Proteger y jerarquizar al Museo Provincial como espacio artístico de conocimiento sensible y referencia de la cultura visual Argentina, ese que distingue a la ciudad desde hace muchas décadas evitando caer en banalidades supuestamente revolucionarias es un compromiso institucional oficial a fin de no degradar con banalidades a la cultura local, y por traslación al país.