Ing. Mario Barletta (*)
Ing. Mario Barletta (*)
El 25 de Mayo de 1810 es una fecha y un símbolo, pero por sobre todas las cosas es la expresión de un proceso histórico emancipatorio, la voluntad de constituir una nación independiente y soberana. Los momentos fundacionales de nuestra historia podrían sintetizarse en tres fechas: el 25 de Mayo de 1810, el 9 de Julio de 1816 y el 1º de Mayo de 1853.
En este proceso se expresa el itinerario fundacional de nuestra nación, que se inicia con el movimiento de emancipación, se consolida con la declaración de la Independencia y se instituye jurídicamente con la convocatoria a una asamblea constituyente y la redacción de la Constitución Nacional, el momento en que precisamente se instituye la nación como tal, aunque hay que admitir que los años que se avizoraban hacia el futuro estaban cargados de turbulencias porque, aunque algunos académicos se empecinen en negarlo, los procesos históricos no tienen fin.
Empezamos así a escribir las primeras letras de nuestro abecedario nacional. Quienes asumieron esa responsabilidad lo hicieron con coraje y lucidez, pero también con incertidumbre. La historia real de los pueblos se teje con esta urdimbre de lo cotidiano. Romper lanzas con el pasado no fue tarea sencilla, pero más complejo será incursionar en el futuro.
La historia real, la historia cotidiana de los pueblos se construye con ideales, con ilusiones pero también con barro, con miserias, con imposición de las circunstancias y decisiones que muchas veces se deben tomar sin ninguna garantía a cambio.
El 25 de Mayo de 1810, después de intensos debates, se designa una Primera Junta presidida mayoritariamente por criollos. Fue una decisión sabia y justa, pero dejaba abierto hacia el futuro un sugestivo e inquietante signo de interrogación acerca de los destinos de territorios cuya designación como Provincias Unidas del Sur era más un deseo que una realidad.
Sin embargo, las jornadas de mayo de 1810 habrán de extender su voluntad emancipatoria hacia las ciudades de un virreinato que empezaba a perder su condición de tal. En la Banda Oriental -en cuya ciudad de Montevideo se produjo en septiembre de 1808 el ensayo institucional de una junta- adquiere visibilidad el pueblo oriental y sus expresiones históricas a favor del proceso emancipador son el Grito de Asencio y, luego, la batalla de Las Piedras, una de las primeras victorias patrias, victoria cuya trascendencia será recogida poco tiempo después en una de las estrofas del Himno Nacional: “... ambas Piedras, Salta y Tucumán...”.
La declaración de la independencia el 9 de Julio de 1816, se realiza en las condiciones más complejas e inciertas de nuestra historia.
Después de Tucumán transcurren más de tres décadas sacudidas por los rigores de las guerras civiles, los proyectos institucionales frustrados, hasta llegar a 1853, en un recorrido en el que sin exageraciones podemos decir que aprendimos a ser nación, un aprendizaje que habrá de consolidarse en las sesiones celebradas en la ciudad de Santa Fe y cuya fecha fundacional será el 1º de Mayo de 1853, cuando se sintetizan las discordias del pasado y se anuncia hacia el futuro la consigna que se expresara en nuestro Himno Nacional: “Una nueva y gloriosa nación”.
La historia no tiene fin. Hoy es tiempo de dar lo mejor de nosotros, para juntos alcanzar esa Argentina en la que todos y cada uno tenga acceso a una educación de calidad y trabajo digno. La Argentina que nos merecemos. Y ya estamos en camino.
(*) Embajador en Uruguay
La historia real, la historia cotidiana de los pueblos se construye con ideales, con ilusiones pero también con barro, con miserias, con imposición de las circunstancias y decisiones que muchas veces se deben tomar sin ninguna garantía a cambio.