Por Alejo Román París (*) | [email protected]
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Aquel héroe vino como símbolo de esperanza, la esperanza de una vida con pasiones, con las pasiones que otorga una vida que está marcada por la muerte. Aquel héroe llegaría para ser el protector de Eros, al menos hasta que éste se encuentre en condiciones de medirse con Tánatos mano a mano.
Superman es la alternativa del Yo de alguien que nos salvará de Tánatos, al menos hasta que nuestro Eros tenga la fuerza para enfrentarlo. Cuando lo enfrentemos será para perder, Tánatos siempre ganará. Pero en esta otra batalla final, nuestro amor propio ya no pedirá clemencia, ya no morirá la vida, ya no habrá venido al mundo solo para morir.
La vida y la muerte son conceptos que impulsan a un raciocinio que muchas veces actúa casi sesgado por el instinto de supervivencia. Allí podríamos encuadrar “El malestar en la cultura” de Sigmund Freud, donde la teoría de los lenitivos aparece para evitar la definición del debate entre la vida y la muerte, o por lo menos para olvidarlo por un rato. En verdad, toda la teoría de Freud es una gran novela donde batallan la vida y la muerte, Eros contra Tánatos. Freud parece reservar la última página de su obra para la estocada final de Tánatos a un Eros que pide clemencia, herido de muerte. La suerte de Eros está echada, solo resta tiempo o voluntad de Tánatos para que la muerte le gane a la vida. Y está bien que así sea, puesto que la vida se define en una línea marcada por dos extremos, donde en cada uno de los lados hay nada. La nada, la muerte, la ausencia de vida; otorga sentido al vivir. Es cierto -retomando El malestar en la cultura- que en la inmensidad del universo nuestra vida parece intrascendente hagamos lo que hagamos, y al ser intrascendente no parece tener sentido alguno. ¿Qué ocurriría si esa intrascendencia se prolongara por toda la eternidad? Si en esa última página de la novela freudiana Eros lograra reducir a Tánatos de manera definitiva, entonces todas las pasiones del mundo perderían sentido. La intrascendencia en la inmensidad del universo que nos pesa y nos frustra, se volvería eterna y no podríamos escaparle. Sería una vida eterna, sin miedos de una falta de mañana, una eternidad de consumir el soma de Huxley para seguir. ¿Pero para seguir hacia donde? La muerte en el horizonte, Tánatos escondido en alguna parte, nos permite el misterio de vivir y también el misterio de morir. Por supuesto que Freud elabora su teoría utilizando estos conceptos de una manera figurada, donde las pulsiones de vida y muerte aparecen en una pugna que intenta explicar la batalla de lo conciente y lo inconciente.
Volvamos por un rato a ese epílogo entre Eros y Tánatos. Eros yace, moribundo, a los pies de su rival. Un Tánatos despiadado, que arremete sin pedir permiso, que no perdona; un Tánatos inflexible. En la escena final, vemos al dios de la muerte de espaldas, y detrás de su figura, podemos ver el rostro de un Eros que agoniza. Detrás de ambos, el rojo furia del último de los atardeceres. Un sol que se esconde, como no queriendo ser testigo. Una noche que empieza a ganarle al día. Tánatos se dispone a dar el golpe de gracia. Justo en ese momento, una figura azul apareció desde los ínfimos rayos de sol que aun se escapaban de las tinieblas. Se presentó delante de Tánatos como el protector de Eros, y juró no dejarlo morir. También le comunicó al dios de la muerte que no había venido por su vida, estaba regido por un código ético por el cual no intentaría matarlo. Este héroe había llegado para salvar el mundo, al salvar a Eros permitiría que la humanidad siguiera con vida. Y al no matar a Tánatos, la vida no sería eterna. Aquel héroe vino como símbolo de esperanza, la esperanza de una vida con pasiones, con las pasiones que otorga una vida que está marcada por la muerte. Aquel héroe llegaría para ser el protector de Eros, al menos hasta que este se encuentre en condiciones de medirse con Tánatos mano a mano.
En un diálogo entre Hermógenes y Sócrates, Platón nos deja entrever la noción de héroe para su maestro: El héroe tiene su génesis en el amor entre un mortal y una diosa o entre un dios y una mortal. Pero no solo esto es lo que define a los héroes, afirma Sócrates. Sino también el hecho de que hayan sido sabios y grandes oradores. En esa última sentencia, Sócrates referencia a los filósofos. Mucho tiempo después, Michel Foucault referiría al epistemólogo en el rol de “defender la sociedad”; hablando del cuestionamiento de la legitimación de la verdad y el poder en el tiempo. El epistemólogo, el filósofo; es un héroe.
Pero, ¿por qué Eros necesita de la esperanza del héroe? ¿Por qué no está en condiciones de hacerle frente a Tánatos? En 1917 Sigmund Freud publica “Una dificultad para el psicoanálisis”, donde postula las tres heridas narcisistas que sirven para entender porque Eros no está a la altura para batallar con Tánatos. Freud afirma, que nuestro ego está herido al entender que no somos el centro del universo, que no somos más que un animal en vías de evolución, y que ni siquiera somos dueños de nuestra libertad. Al no sentirse siquiera seguro de sí mismo, Eros pierde fuerzas, está debilitado para su pelea final.
Superman
21 años después, en Abril de 1938, se publicaba el Nº 1 de Actions Comics; una creación de Jerry Siegel y Joe Shumacher, donde hace su primera aparición Superman. Un extraterrestre llamado Kal-El; el último hijo de Krypton, un planeta que fue destruido. Un niño recién nacido que fue enviado a la tierra, y es adoptado por una pareja de granjeros. Sus padres adaptivos notaron que el niño tenía habilidades instintivas no comunes, y enseñaron a Kal-El a ocultar esas habilidades. Él adoptó la identidad de Clark Kent, un reportero del periódico “El Planeta”. Superman es un alter ego, una alternativa al Yo. La psicología lo define como un trastorno de identidad disociativo, pero el comic utiliza el término para darles una doble identidad a diversos personajes. Superman es el alter ego que la sociedad necesita. Al menos lo fue para Jerry Siegel y Joe Shumacher; el éxito, producto de la aceptación popular y la perdurabilidad en el tiempo que el personaje ha tenido en los diferentes escenarios, sirven como respaldo al argumento. Superman es la alternativa del Yo de alguien que nos salvará de Tánatos, al menos hasta que nuestro Eros tenga la fuerza para enfrentarlo. Cuando lo enfrentemos será para perder, Tánatos siempre ganará. Pero en esta otra batalla final, nuestro amor propio ya no pedirá clemencia, ya no morirá la vida, ya no habrá venido al mundo solo para morir. No, nuestro Eros habrá tenido el ego necesario para enfrentar a Tánatos de igual a igual, y morir estoicamente. Porque así debe ser, porque las pasiones de la vida son gracias a la muerte. Pero esta otra batalla final no sería posible sin tiempo para que Eros se recomponga de las tres estocadas de muerte, y el tiempo solo es posible si existe alguien con un alter ego como el hijo de Krypton. El símbolo que Superman tiene en el pecho lo explica, al definirse como el símbolo de esperanza de su planeta. Ese símbolo que parece una letra “S”, además de significar esperanza, significa vida. Krypton vive en Superman; la esperanza es también vida.
Podríamos inferir que ese alter ego, esa alternativa del Yo que representa Superman, tiene también correspondientes representantes en el aparto psíquico que postula Freud en su obra “El Ello y el Yo” publicada en 1923. Kal-El es quien se esconde en una cultura que enajena sus capacidades instintivas. Clark Kent es el disfraz de Kal-El en esa sociedad que lo enajena, un disfraz que le permite realizarse en la cultura. Pero Superman, aunque suene a Superyó, es el alter ego, la alternativa al Yo de un ego que no está herido; Superman media entre Kal-El (el extraterrestre oculto en la cultura terrícola, que reprime sus capacidades instintivas; el Ello) y Clark Kent (hijo de grajeros, reportero, amigo de Jimmy Olsen, enamorado de Lois Lein, el disfraz de un hombre más de la cultura terrícola; el Superyó).
Los hombres necesitan esperanza. En la batalla final, esa donde Tánatos siempre vencerá, Eros necesita un salvador. Necesita tiempo para el estoicismo, el tiempo que necesitan los hombres para sanar las heridas al ego. Un salvador con el ego intacto. Superman es ese alter ego, el del salvador que necesitan los hombres, el que no tiene el ego herido porque no es humano, el que otorgará tiempo a Eros. Superman es la esperanza que los hombres eligen, es en quien necesitan confiar para que detenga el anochecer en esa última página de la novela freudiana. La esperanza que la humanidad necesita crear para después creer.
(*) Estudiante de licenciatura en Cs. de la Comunicación, docente.