Ignacio Andrés Amarillo
Fabián Vena traerá a Santa Fe el unipersonal “Conferencia sobre la lluvia”, escrito por Juan Villoro. Será el 7 de julio, en el Teatro Municipal 1º de Mayo; ese mismo día brindará una masterclass en la Sala Marechal. En exclusiva, el artista habló con El Litoral sobre ambas propuestas.
Ignacio Andrés Amarillo
Llega a Santa Fe “Conferencia sobre la lluvia”, el unipersonal escrito por el mexicano Juan Villoro que Fabián Vena presentará el sábado 7 de julio a las 21.30, en el Teatro Municipal 1º de Mayo (San Martín 2020). En esta pieza, Vena interpreta a un bibliotecario que intenta dar una conferencia, divagando ágilmente entre el humor y los libros que marcaron su vida.
También el actor realizará una masterclass desde ese mismo día a las 11 en la Sala Marechal. La clase está destinada a jóvenes y adultos con o sin experiencia, que quieran aprender, entender y desarrollar el arte de actuar. Esta propuesta está organizada por La Macbeth, colectivo de artistas. Para inscripciones: [email protected].
Antes del arribo, El Litoral dialogó con el actor, director y docente para adentrarse en la obra y su visión teatral.
Encuentro
—La obra se estrenó en México en 2013, es bastante reciente. ¿Cómo llegaste a dar con el texto?
—Es de las cosas mágicas que siempre tiene este trabajo. Es un texto muy reciente, tiene unos pocos estrenos en el mundo, aunque es un autor muy reconocido: hay una puesta en México, se hizo una en Chile, después vino la nuestra y ahora se acaba de estrenar una puesta en Italia. Evidentemente, es un material que rompe cualquier frontera.
Una amiga de mi mujer empezó a trabajar con unos productores y me dio a leer el texto, diciéndome: “Fijate, pegale una leída porque a mí me pasó de todo con esto y quiero ver si a alguien le pasa lo mismo, o algo parecido”. Siempre leo materiales para el laburo, a veces para dar una devolución a gente que confía en uno. Fue un material que durmió en mi maleta de gira con “Casa Valentina” el año pasado, durante cuatro o cinco meses, y en un momento pensé en leerlo porque estaba quedando mal con esa amiga. Lo leí y me quedé absolutamente enamorado, agradeciendo al universo que haya caído en mis manos.
Tener la posibilidad de poder hacerlo: en ese momento todavía no pensaba en el riesgo, simplemente en la necesidad de contar esa historia del bibliotecario, de poder transmitir todas las sensaciones que había recibido al leerla. Y también me daba la posibilidad de poder hacer mi primera dirección en teatro, que no estaba en mi mente, ni como director ni como profesor; pero irrumpieron en mi vida de una forma tan fuerte y llegaron para quedarse.
El material es original, conmovedor; es muy gracioso, la gente se divierte muchísimo: lo tenemos comprobado en la Feria del Libro y todos los domingos en el Regina. Disfrutan de un espectáculo plagado de sensibilidad. Los textos acompañan en el recorrido de un ser humano, es inevitable que uno se identifique con alguna historia o pensamiento. Y original porque es el mundo de los libros; esta misma historia podría contarla un mecánico y sería igualmente poética, graciosa y conmovedora. El mundo de los libros le trae un plus, porque hay muy pocas obras relacionadas con la literatura en sí misma como arte.
Dirección
—¿Cómo es tu aproximación al ser el actor unipersonal y al mismo tiempo codirector junto a José Luis Arias (que es la mitad que la ve de afuera)?
—Es el que la ve de afuera, tal cual. José Luis es un gran amigo mío, nos hemos formado juntos en nuestros inicios; ha tenido un recorrido como maestro, actor, director y autor muy prolífico; y por supuesto que es uno de mis maestros en la escuela (Fabián Vena Estudio). Da Introducción a la Improvisación y parte de la Expresividad Corporal.
Aparte de eso somos casi hermanos, y él siempre tiene una mirada muy particular y muy original sobre el trabajo. Con la idea de dirigirlo, necesitaba de alguien que me acompañara en este camino, que empezaba a recorrer. Me ayudó en muchos aspectos, me habló de grabar los ensayos, nunca tuve esa metodología. Yo era más antiguo, todo lo que tuviera que ver con la unión de lo audiovisual con el teatro nunca me había sido necesario (lo cierto es que hoy estoy usando en la puesta unas pantallas que indican lo contrario). Y me secundó también, porque es distinto lo que uno siente arriba del escenario a lo que uno ve grabado: hay mucho para corregir, afianzar, modificar, o que se vean menos.
Pero también cuando tomé la decisión de dirigirlo fue porque la mayoría de las veces el actor es el encargado de hacer la puesta: ¿quién más que el actor sabe cómo tiene que accionar según su personaje, lo que quiera en escena? Muchas veces los directores te acompañan e iluminan, y muchas otras el actor resuelve la necesidad del director. No tenía que tomar el riesgo de dirigir a otras personas, sino a mí mismo, algo que hago desde siempre.
Fue un acceso a la dirección de una manera muy suave y contenedora, porque también está el maestro de José Luis y mío de Técnica Vocal, Carlos De Martino (también maestro de mi escuela), que tiene una mirada muy profunda y stanislavskiana, que es la que nos gusta: la de la coherencia, la de la acción, la de la verdad. También formó parte del equipo de dirección y terminó de darnos una mirada muy completa para redondear la puesta.
Las palabras y las cosas
—El tema de la conferencia de tu bibliotecario es la relación entre la lluvia y la poesía amorosa. ¿Cómo se atrapa un tema tan efímero?
—Ése es el gran valor que tiene el texto: hay diferentes planos que se mueven por momentos de manera individual y por momentos se unen todos: el mundo de los libros, la lluvia y el amor. Podrían ser asociaciones inmediatas, y en este caso el autor lo relaciona de manera fantástica: habla en teoría de que cuando uno se enamora uno no elige enamorarse, sino que llueve sobre uno. “No elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto”, dice Cortázar. Así es el amor para él y para la gran mayoría de los que entienden el amor como algo inasible, como algo que no se premedita.
Con la aparición del amor uno se siente “tocado por un rayo luminoso”, como dice el bibliotecario. “Despertando energías insospechadas, señoras y señores, amaneciendo”. Sucede como la lluvia, sin preanuncio.
—El texto tiene frases como “la literatura es un lugar en el que llueve”, o “el corazón tiene derecho a una sorpresa”. ¿Cómo se trabaja ese juego verbal del autor?
—Tengo unas leyes muy claras para el abordaje de un personaje y de una obra. Disfruto mucho la creación, porque uno tiene que desentrañar el misterio de ese texto: qué lo habita, qué lo mueve, dónde tiene uno que afinar para conmover, que es lo más importante en el teatro.
Lo cierto es que cuando empezamos a hacerla nos arriesgamos a ver qué nos sucedía, mucho antes de saber que era un texto plagado de acción, donde la unión de cada situación era extraordinaria, de una sutileza y un andar muy natural. El bibliotecario está una hora y cinco hablando, intentando dar una conferencia, y nunca aparece un corte de energía (porque no lo permitiríamos), tampoco de acción, de coherencia o de verdad. Está unido por el recorrido de sus historias como eslabones muy sólidos. No sé si el autor ha sido consciente, pero sé (porque lo pone en su prólogo) que la conferencia es un fenómeno muy teatral: desde ahí pudimos jugar con naturalidad, con tranquilidad, a la hora de hacer un gran monólogo. No hay una convención más rápida que la idea de una conferencia.
A la hora de transitarla texto por texto, nos dimos cuenta de que estaba plagada de acción. Si nombra un libro o un autor va a la biblioteca y lo trae. A partir de ahí la cita es una excusa para recorrer una parte de su historia, qué es lo que piensa de determinadas cosas este tipo; y para recorrer sus grandes historias de amor, una de ellas muy graciosa y otra muy romántica.
Lo interesante de la pieza es que este tipo es un erudito, sólo que no te lo hace saber, y eso es extraordinario.
Riqueza expresiva
—Venías de “Casa Valentina” con más desborde escénico, y ahora te metés con un personaje más para adentro, más oral que físico, y quizás más grande en edad.
—No hubo para nosotros un tema de edad, hay gente que lo hizo con diferentes edades. Trato de armar un look que me dé a mí cierta idea de lo que puede ser ese bibliotecario. Me parece que es más una cuestión de sensibilidad humana que de edad. Por supuesto que la búsqueda de géneros distintos es lo que me mueve a hacer teatro.
En televisión, tenés posibilidad de pocos registros, en cines muchos menos, pero en el teatro tenés una infinidad de registros y géneros para abrir las puertas, para comprenderlos, mejorarlos: entre “Casa Valentina” y ésta hice “Edipo Rey”, la entrada a un clásico siempre es algo para estar atentos; porque cada vez que aparece un material así tenemos la chance de entrenar muchísimo nuestro instrumento con situaciones mucho más grandes que una situación cotidiana. Eso permite expandir el abanico expresivo y ponerlo al servicio de la próxima obra.
En este caso, un bibliotecario naturalista pero al mismo con situaciones clownescas. Es el género que más manejamos los argentinos: el naturalismo, el realismo y la comedia dramática.
—Hablando de look, tratás de no mezclar la ropa de calle con la del personaje.
—Sí (risas), son esas cosas cabalísticas que uno tiene y quedan adheridas al trabajo para siempre. No podría dejar tocar la campera de cuero de la calle con el chalequito de la obra, como no podría doblar o marcar un libro: creo que los libros sufren, los vestuarios tienen vida y la ropa tiene carga. Es mejor evitar esas cosas, o estar atento, pero son cábalas nada más.
Espacio propio
—Villoro dijo que uno de los motivos de escribir un monólogo eran las condiciones de producción de la sala que lo encargó. ¿Cuánto más accesible se vuelve en las condiciones económicas del teatro de hoy?
—Uno en la medida en que puede elegir no opta por el negocio, sino lo que lo mueve a uno. Por supuesto que vivimos de esto, o sea que la idea es que al material que elegimos para que conmueva le vaya bien y dure, pero no al revés. En ese sentido, no lo pensé en términos comerciales, aunque está funcionando extraordinariamente bien; sabiendo cuáles son los peligros que puede tener un espectáculo así: un solo actor, la gente sabe que no va a aparecer otro en ningún momento. Hay algo de los libros que podría ponerlo en un ghetto.
No quería salir a una batalla comercial, porque sería exponerlo de una manera muy cruel y nos iría muy mal: las propuestas comerciales necesitan una cantidad de atractivos que a priori la gente vaya sin saber de qué se trata.
El Regina es un teatro muy tradicional, y tuvimos grandes experiencias en la Feria del Libro de Buenos Aires y en la de Rosario: la gente lo disfrutaba en ese ámbito. Es un espectáculo muy cuidado, pero debe acercarse a la gente para sostenerlo sin tener que ir a la selva tirana del teatro comercial.
Nota relacionada
Formación actoral
—Ese día vas a dar una masterclass de cinco horas sobre el método de las acciones físicas de Stanislavski, un poco en sentido inverso a la tradición de la memoria emotiva. ¿Qué nos podés contar?
—El método de la memoria emotiva es un capítulo del método de Stanislavski, que tiene muchos libros dedicados a la técnica actoral. De ese capítulo se construyó un método, que es efectivo, funciona y a mucha gente le sirve. No es con el que yo me he formado, no es el que creo con tanto apasionamiento y práctica como es el de las acciones físicas.
Estoy feliz, la idea de dar clase era una situación insospechada, aburría a la gente hablando de técnica, porque es algo que me apasiona mucho. Ahora, no solamente puedo hablar con total tranquilidad sino que me pagan.
Esos conocimientos que tengo de joven, formación de trabajo, hoy puedo transmitirlos con apasionamiento y claridad de conceptos. Tanto en mi estudio en Buenos Aires como en los seminarios que hice en Rosario con mucho éxito, como en las masterclasses que hacemos donde vamos de gira, son formatos que estoy distribuyendo de una manera muy cómoda que además me forma a mí, en el encuentro con diferentes personas que tienen su ámbito laboral y circunstancias de vida. Lo bueno es que uno está pensando en teatro todo el día.
Y es bueno que el docente también muestre su trabajo. En Santa Fe, lo voy a poder cumplir: tener la chance de encontrarme con un grupo nuevo, poder entrenarlos con mi mirada, herramientas iniciales; descansar un poco y a la noche mostrar en la práctica cómo veo yo la técnica.