Juan Ignacio Novak
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La versión de la obra teatral escrita por Eduardo “Tato” Pavlovsky a mediados de los ’80, interpretada por el actor Florentino Sánchez, subirá a escena los sábados 14 el 21 de julio a las 21.30. Es una propuesta escénica que disecciona la psicología de un antiguo represor que queda librado a su propio infierno personal.
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La obra teatral “Potestad” fue escrita por Eduardo “Tato” Pavlovsky en los años ’80, cuando las heridas de la dictadura militar (1976-1983) eran muy dolorosas y prematuras. Sin embargo, el actor y dramaturgo fallecido en 2015 se atrevió a posar la mirada sobre uno de los temas más espinosos que rodearon al gobierno militar: la apropiación de bebés. Y lo hizo (posiblemente motivado por su condición de psiquiatra) desde la óptica de un antiguo represor al que le toca afrontar su infierno íntimo cuando le arrebatan a la hija que él mismo había quitado a sus padres biológicos cuando era médico al servicio de los torturadores. “Los criminales y raptores de niños podían ser tiernos. Precisamente, eso es lo que los convierte en individuos muy complejos”, opinó el propio Pavlovsky en una entrevista publicada por Página 12. Ahí está la clave que eligió el actor Florentino Sánchez para su versión de la obra, que subirá a escena los sábados 14 y 21 de julio, a las 21.30 en la Sala Foyer del Centro Cultural Provincial (Junín 2457).
“Vengo trabajando en la puesta hace bastante”, contó Sánchez, quien conoció al autor a partir de un trabajo que realizaron juntos hace muchos años en Mendoza. “Ya no está Tato pero la obra sigue en pie. Porque creo que sigue en pie el motivo por el cual se escribió, que es el robo de bebés. Todavía hay gente que no ha sido encontrada. La premisa es retomar la idea de un autor, psiquiatra, hombre de teatro, que plantea una cosa muy distinta al planteo normal que se hace de este tipo de situaciones. Pavlovsky lo que hace es poner un paño de concordancia. Entonces, la obra está enfocada desde los padres no genuinos, que han robado un bebé, pero lo han criado con mucho amor. Y llega un momento en que la chica, ya grande, se va, desaparece y queda ese matrimonio, que no pudo tener hijos, en soledad. Y a partir de allí cada uno por su lado, en la misma casa, empiezan en una locura de intentar hablar con esa persona que se fue, mostrarle el cariño que sentían, pero en ningún momento reconocen que fue una apropiación. Para ellos, fue un acto de amor. Ése es el planteo de Pavlovsky. Que me parece muy interesante porque es muy psicológico”, dice Sánchez, quien interpreta a ese padre torturado que al quedar solo empieza a sacar de adentro el rencor pensando que los otros son culpables y que él no es culpable de nada.
—¿Cómo trabajaste el personaje?
—Con mucho esfuerzo. Porque es un personaje que tiene códigos. Los códigos de un psiquiatra que conoce los códigos humanos. Entonces cada palabra, cada cosa, cada gesto tiene un porqué y un para qué. Y eso era lo difícil de desentrañar en todo esto. Costó mucho. Lo hice solo y hoy está a punto. La obra tiene dos personajes: el padre y la madre, que aparece pero no habla. Yo la saqué porque me pareció delirante poner una actriz parada ahí que no diga nada. Entonces lo reduje a una figura de madera.
—Me imagino que no habrá sido fácil la preparación del personaje porque, si bien se pone énfasis en su amor paterno, no deja de ser una persona que cometió un acto monstruoso.
—Lo es. En el final lo demuestra. Lo que queda claro es que en su locura, en su dolor, sigue siendo el mismo. No modificó nada, no reconoce nada. Sólo que era su hija y que se la robaron. Por eso, es necesario intentar desentrañar cada uno de los gestos que marca Pavlovsky en su obra, cada palabra. Es como si fuera un diván de psicoanalista, él marca cosas que son netamente del conocimiento de una persona que trabajó con eso durante muchos años. Los actores, en unipersonajes, a veces no decimos la letra correcta y exacta. Por ahí se zafa de eso. Pero en este caso, hay que tener una memoria muy grande para decir las palabras justas, de las que no se puede zafar. Por ahí, no está diciendo lo que quiere decir y está diciendo otra cosa, pero en realidad lo que está diciendo es que no tiene la culpa de nada.
—Recuerda un poco lo que se decía de los jerarcas nazis.
—Es lo mismo. En última instancia, lo que quiere decir Tato es que para poder hacer un cierre en alguna medida y en algún momento de la historia de nuestra país los dos lados tienen que reconocer lo que hicieron. Un lado lo reconoció. el otro, que es culpable de las muertes y demás, si reconocieran realmente lo que pasó, sería más fácil encontrar un acercamiento. Pero es difícil que reconozcan la tortura, la crueldad, la muerte o los robos.