Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)
Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)
Soñé que soñaba con locura y con algún cura que con su retrógrado sermón en contra de algunos doctores me provocaba estertores. Estresado y estrellado, mi sueño se hacía números, los patitos y palotes, locos, curas y locuras. Un hermano de la vida me propinaría: “Jugale al 22 (el loco) y al 40 (el cura)”, quinielero él, es de ésos que miran el cielo permanentemente, no sólo por creyente sino por si llueve, para que esa doble bendición del cielo lo saque de su condición de estar medio seco, casi como el suelo, que sí está seco.
Los números se repiten, se chocan, flotan, suman y restan, se multiplican y dividen, en esta Peisadilla los números son irracionales, primos y hermanos.
Un Prescindente Presidente ganó en el 99, si hubiera sido un hombre prevenido (otra hubiera sido la historia), ya que como reza el dicho: “Hombre prevenido vale por dos”. ¿Y la mujer prevenida?, también vale por dos. Y si se enamoran, “quiero vale cuatro”... Si se previenen siempre... todo de diez, si no se previenen, vienen los nenes, si son dos, son pares, pares y mares (en dialecto piamontés: “padres y madres”).
Y la música, como siempre, invade oníricamente la banda de sonido de mi vida, en esta ocasión, sin cortes ni quebradas, el dos por cuatro no es ocho, es Siglo Veinte “Cambalache”, el veintiuno por ciento no está exento.
En este desordenado sueño, mis números se acomodan en columnas de Debe y Haber. Una a una y cada dos por tres tropiezo con una canción, “11 y 6” de Fito Páez, “Té para tres” de Soda Stereo, y recuerdo “Té para dos” de Doris Day. En los sueños codo a codo, somos mucho más que dos. Menos que dos, pero mucho más es: “Uno”. A Mores (Marianito) se lo debemos. Al amor nos debemos. Amar es sumar hasta que la convivencia nos divida, los problemas se multipliquen, y los bienes mutuos entonces se repartan, repartidos y dividido en dos. Ojalá sea re-parto sin dolor.
El estrés no es tres. Según quienes estudian el comportamiento humano de los sueños, aquellos que sueñan con el número 3, dicen que soñar con este número es el símbolo del equilibrio entre la mente y el cuerpo. “Uno, busca lleno de esperanzas, el camino que los sueños prometieron a sus ansias”... Voy soñando con el número tres, y la letra de “Uno” se repite sonora en mi Peisadilla.
Consumidores de sueños: no sean ansiosos, tres estresados personajes harán su aparición en ¡Uno, dos, tres!à ¡Ya! Soñar con tres es equilibrio cuerpo y mente. El estrés es todo lo contrario, es un sentimiento de tensión psíquica y corporal. De la mente hablamos y a los dementes vamos. Son tres, estrés.
Este cuento no es el de los Tres Chanchitos, pero una chanchita ensució todo el chiquero, ella propina golpes, no changas. Ella sabe ensuciar la cancha y no se lleva bien con algunos jueces. No hubo V.A.R. para encontrarla en Orsai en el Bar de La Plata, tiró la pelota afuera, sin cambio y sin monedas, pero en Cambiemos (todavía) argumentó que de propinas y coimas se salvaría la clase media, ésa la que huele a buen perfume y no a “chivo”. Opinión radicalizada si las hay (¡ayyyy!).
Olor a chivo tenía Sampaoli, con su saquito y remera plástica al tono -oscuro-, caminando nervioso al borde de la línea que separa lo normal de la cordura, K-ótico histrionismo, arriaba a sus supuestos dirigidos, sordos como una Tapia, donde los aplausos y los vítores obsecuentes con “B” (dirigentes con sueños de ascenso) no le dejaron oír el clamor de la hinchada, que pedía que se vayan todos “a la cancha de su hermana”.
Nerviosos todos, sin copa, sin pizza ni champán, el Ángel de la medianoche, ahora al mediodía y por la 10 (los números siguen controlando mi sueño) se queja de todos. No es un Baby de pecho, éste sabe putear y permanente; no deja a nadie con cabeza, se dice y se desdice con total desparpajo, neurótico y trastornado, alza la voz. No está medio loco, está loco entero. Argentina estresada. Un médico a la izquierda y un psiquiatra a la derecha...
Nunca es tarde, asumamos para sumar, restando importancia a lo negativo, volvamos a soñar con lo auténtico.
Mi Peisadilla es un sueño hecho realidad: volver a escribir en El Litoral, porque siempre supe que “nunca es tarde cuando el Diario es bueno”.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches.