Daniel Zolezzi
Daniel Zolezzi
La reciente crisis financiera que sacudió al gobierno de Macri, ha sido objeto de los más variados comentarios en cuanto al andar de la economía. Teniendo en cuenta el momento en el que tuvo lugar, ella me sugiere una reflexión de otro tipo. Digamos, institucional.
Porque dicho sacudón -al producirse promediando el mandato presidencial- afectó también al mundo político, faz electoral incluida. Comenzaré, apuntando que el período de mando que la Constitución reservaba al presidente era, originalmente, de seis años. Y que fue reducido a cuatro por la reforma de 1994.
El nuevo texto, a diferencia del anterior, autoriza la reelección -por una sola vez- del presidente y de su vice (art. 90 de la Constitución). Bien sabido es, el motivo de esa reforma. Sólo la inspiró el ansia de permanencia en el cargo del entonces presidente, Menem, ante quien cedió, con exceso de blandura, la así llamada “clase política” argentina.
Y aquí conviene recordar un par de cosas. La primera, que nuestra sociedad no había demostrado el menor interés en modificar su norma básica de convivencia. La segunda, que el pasado y el presente demuestran que Menem carecía de talla de estadista. Basta verlo hoy, deambulando como indeseado y pretérito fantasma, en su propio partido.
Pues bien, la crisis -que no es seguro que haya quedado atrás- sorprende al presidente a mitad de su breve mandato. Y lo encuentra, además, espoleado por su posible reelección. Porque abierta esa compuerta, no hay político que la desdeñe.
Y aquí se recorta con nitidez la sabiduría de la Constitución original. Seis años de mandato, dan margen para tomar decisiones adecuadas y duraderas. Sobre todo, cuando no hay reelección, como no la había en ese texto. De modo que, si un presidente aspiraba a la gloria, no debía buscarla en un éxito electoral -siempre efímero- sino en ser recordado por una exitosa administración.
Que el tiempo se ha acelerado, es algo más que una disquisición filosófica. La dimensión técnica del mundo contemporáneo lo ha hecho vertiginoso. Mayor motivo para que nuestros presidentes no estén, a dos años de mandato, pensando en su reelección. Volver a los tradicionales seis, es más que necesario. Llevamos décadas de crisis recurrentes. No es bueno que ningún presidente, sea del partido que sea, gobierne con el reloj en la mano.