Ignacio Andrés Amarillo
El trío integrado por Miguel del Sel, Dady Brieva y Chino Volpato celebró sus 35 años de vida en su ciudad natal y El Litoral conversó con ellos para capturar la química de un fenómeno sostenido.
Ignacio Andrés Amarillo
El miércoles pasado, antes del último tramo de la gira interior de “Midachi Kindon” (tres días en la ciudad, de jueves a sábado, y el domingo en San Nicolás), el trío Midachi festejó sus 35 años de vida, con Mirtha Legrand como madrina del evento, junto a otros invitados especiales: desde Daniel Penno, dueño del primer local donde actuaron, hasta Juan Alberto Mateyko y los hermanos Spadone (dueños del teatro Lola Membrives, a donde regresarán pronto).
Antes de la celebración, El Litoral dialogó con Miguel Ignacio Torres del Sel, Rubén Enrique “Dady” Brieva y Darío Elder “Chino” Volpato, para repasar con ellos una vida de risas y sacrificios.
Ayer y hoy
—Parece que 35 años pasaron rápido pero es la vida de cada uno de ustedes. ¿Qué balances hacen de esos 35 años de historias? De haber empezado muy pibes y haber construido una carrera que también cada uno siguió por su lado.
Miguel: —Teníamos 25 y 21 años en ese momento. Pasó rápido realmente, no nos damos cuenta de todo lo que hemos hecho. Cuando nos ponemos a repasar, cuando ves fotos sobre todo, ahí te das cuenta de la cantidad de pueblos que visitamos, la cantidad de gente que nos vio, de teatros que hemos llenado, clubes, estadios. Y lo seguimos haciendo con este “Midachi Kindon”: Santa Fe, San Nicolás, volvemos a Buenos Aires al teatro Lola Membrives próximamente para hacer otra temporada casi hasta diciembre.
Siempre hemos dado lo mejor, nos hemos divertido mucho, estamos bastante bien físicamente, para la edad que tenemos. Pero seguimos apasionados con lo que hacemos, que es lo más importante: éso es lo que nos mantiene vivos, felices y con ganas de hacer reír. El día que se apague esa llama de pasión uno se quedaría en su casa cuidando los nietos y descansando. Pero por ahora nos mantiene muy vivos y disfrutando de este éxito que es “Midachi Kindon”, que nos provoca mucha alegría; sobre todo al final, cuando la gente nos ovaciona en cada espectáculo.
—Tantos lugares, pero decimos La Baguala. ¿Qué se puede comentar de esa época?
Dady: —Recuerdo que con mi ex mujer fuimos a vender la primera función. Actuaba Quintaesencia, nosotros éramos el grupo soporte.
Miguel: —Los teloneros.
Dady: —Con ellos, con Carlitos Fernández, éramos muy amigos. Ellos que ya nos conocían decían: “Después de ustedes no podemos salir a actuar”, porque lo más importante iba al final. Ahí estuvimos un par de meses.
Miguel: —El dueño era “el Dani” Penno, nos abrió las puertas y pudimos actuar en ese lugar que se transformó un poco en furor del fin de semana: Midachi pasó a ser un trío reconocido en la ciudad.
Televisión y vivo
—De la ciudad saltaron al país, momentos televisivos tuvieron un montón, pero enseguida uno piensa en Mirtha Legrand y Juan Alberto Mateyko en cuanto al despegue mediático.
Miguel: —Sin embargo el primer programa que nos dio un espaldarazo bárbaro fue el de (Juan Alberto) Badía, justamente hay un videíto en “Midachi Kindon” cuando Badía en el ’87 nos presenta en Buenos Aires en ese programa ómnibus que había.
Dady: —“Badía y Cía.”.
Miguel: —Me acuerdo que teníamos que actuar a la una de la tarde y terminamos actuando a las nueve de la noche, en el cierre del programa. Más allá de que puteamos todo el día esperando (risas) nos vino bien, porque hicimos un cierre que nos reportó después mucho reconocimiento.
Después sí: Mirtha, Susana (Giménez), (Marcelo) Tinelli, Mateyko, fueron un espaldarazo para nosotros. Porque estar en esos programas significaba que te vea el país entero. Mirtha Legrand, que es nuestra madrina, marcó un antes y un después en Midachi.
—¿Cómo se mantiene el vínculo con ese sentir popular, que permite hacer reír a través de tanto tiempo?
Chino: —Creo que con el trabajo, fundamentalmente. Uno cuando va a hacer nuevos espectáculos tiene -y Midachi lo muestra- un código: la gente lo conoce, los que nos conocen y aquellos nuevos que vienen a vernos entienden rápidamente; porque nosotros intentamos que la gente se divierta sin mayores pensamientos, ni que traten de analizar qué pasó en el espectáculo.
Creo que tenemos una relación casi de living: si bien el espectáculo tiene un contexto, una estructura, una estética, como los espectáculos de rock o internacional, nosotros jugamos como si estuviésemos en el living de la casa. No hay cuarta pared, la gente puede participar (nosotros queremos que participe), en ningún momento somos agresivos hacia ellos; jugamos entre nosotros con las virtudes y defectos que cada uno tiene.
Ese vínculo es el que nos ha hecho como familiares: la gente te para en la calle y nos dice: “Parece que ya te conozco”; nos cargan por cada una de las cosas que tenemos, buenas o malas. No sé si lo hemos aprendido, siempre fuimos así, porque venimos de las peñas: tienen ese juego, de animación, de ida y vuelta, donde necesitás rápidamente tener un contacto con el público más allá del libreto. Sentimos que eso no lo hemos perdido; al contrario, le hemos dado el valor agregado de ponerle nuestra energía, nuestro crecimiento como artistas; pero el hecho de sentarnos en el living con Miguel como la Tota, Dady como la Pochola, yo con mi personaje, sentimos como que estamos hablando en un sillón solos, y puede haber 3.000 personas.
Compromiso
—¿Cómo se renueva esa energía para poder seguir laburando? Los años pasan, a veces hay fricciones. Son como los Rolling Stones, se toman sus tiempos...
Miguel: —Te aclaro que son más viejos que nosotros (risas).
Dady: —Cada vez que nos juntamos también sabemos cuál es el compromiso y la responsabilidad que tiene Midachi no sólo ante el público, sino como empresa. Somos casi 30 personas más la tercerización de algunos servicios, por lo tanto sabemos que tenemos que estar mínimo dos o tres años juntos: hay que hacer todo un recorrido por los teatros de Capital e interior. Eso genera prepararte, estar con energía: llegamos el lunes al mediodía de la gira por el sur, tuvimos un almuerzo de otro trabajo que tiene que ver con la televisión, ayer (por el martes pasado) ya estábamos en Santa Fe por el tema del evento (la fiesta del miércoles), seguimos de gira hasta el domingo. Y la semana que viene de jueves a domingo, y las notas. Si no te preparás psicológicamente, si no estás preparado también físicamente, te empieza a cobrar esto. Así que lo comprendemos y sabemos que es un compromiso total, es un 24 por 7.
—Equipo que tiene muchos santafesinos. Siempre esa conexión y siempre (más allá de que lo diga un nombramiento del intendente) esto de ser embajadores culturales de la ciudad: siempre hablando de las cosas nuestras en todo el país. Algo que han vivido naturalmente.
Miguel: —En el país y afuera. A Unión y Colón los conocen en Colombia, en Miami, porque nosotros vivimos nombrando nuestra pequeña cultura santafesina: el alfajor, la pesca, nuestra Santa Fe querida, (Carlos) Monzón, (Carlos) Reutemann, en todos lados nombramos personajes y artistas. A Horacio Garany, a Ariel Ramírez, tantos que nos han representado. En cada lugar donde hemos estado, saben que somos de Santa Fe, salvo algún que otro que ha dicho “llegaron los cordobeses”: como trascendimos en Carlos Paz decían que éramos de allá.
Lo vamos a seguir haciendo hasta el último día, porque somos de acá: ¿Qué vamos a andar inventando?
Mirar atrás
—Si pudieran hablar con aquellos pibes de camisa de raso que arrancaron cerca de la Terminal de Ómnibus, ¿qué les dirían?
Miguel: —Los felicito por no haber aflojado. Porque muchos creen que esta carrera es fácil; hay que trabajar mucho para llegar. Si vos hoy le mostrás a tres pibes todo lo que van a tener que trabajar, sin mostrarles el final, creo que no agarra nadie.
Dady: —Si los tuviera acá, un 16 de julio del ’83, les diría que se relajen mucho: que la vida pasa muy rápido; y que disfruten mucho más de lo que han disfrutado. Que se relajen muy bien, porque ya sé el final y ellos todavía no. Que hagan cagar de risa, que son muy buenos.
Miguel: —Que les va a ir bien.
Chino: —Si estuviera mi viejo vivo le diría que haga otro tipo de camisas, porque el raso teníamos que plancharlo todas las noches porque se arrugaba, y quedaban percudidas. Eran las primeras tres camisas de la fábrica que tenía mi papá.
Nadie podía imaginar lo que pasó. Como dice Dady, quizás no disfrutamos la vida en paralelo como lo tendríamos que haber hecho, quizás también por eso el éxito: tanto compromiso, tanta responsabilidad, tanto el mañana...
Dady: —Disfrutamos, le dimos, sacudimos, hicimos todo lo que había que hacer (risas), pero con nervios.
Miguel: —No estábamos tranquilos.
Dady: —“Sí, Dady, ¿y ahora qué tenemos que hacer?” (risas).
—Como el “pata de lana” cuando está por entrar el marido.
Chino: —Tenemos el evento, pensamos en la función de mañana y en el jueves que viene. Pero sí... va por ahí (risas).