José Prinsich | [email protected]
La Agrupación Solidaria “Madre Teresa de Calcuta” de General Ramírez y Crespo llevó adelante un nuevo viaje a Chaco con el fin de donar ropa, alimento y calzado.
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La Agrupación Solidaria “Madre Teresa de Calcuta” emprendió un nuevo viaje al impenetrable chaqueño para realizar diversas donaciones a los pueblos originarios que allí residen. La travesía, que en septiembre de este año cumple una década, es encarada por un grupo de personas de General Ramírez y Crespo.
Graciela Ridel y su mamá Inés, Gladys Comas, Aurelio Lell, Hilda Schlegel, Marta Fischer, el “Negro” Algarañaz, Luis Sánchez junto a su padre Eduardo y Ariel Ferrari, además de colaboradores, se sumaron a la iniciativa solidaria.
Ni bien pisaron suelo chaqueño comenzaron a desempacar todas las cosas que habían traído desde Entre Ríos: cientos de bolsas cargadas con ropa, alimentos no perecederos, medicamentos, colchones, golosinas, juguetes y calzado. La cara de los niños y adultos era de una alegría plena.
Este año, el objetivo era terminarle la casa a un chico que vive en el Paraje Palma Sola y que padece encefalopatía crónica. La obra se culminó en buenos términos y ahora la mente está puesta en la construcción de un salón comedor en el Paraje Las Sirenas. Con las paredes ya levantadas, resta solamente colocarle el techo. El próximo 16 de agosto la delegación de la entrerriana partirá nuevamente al impenetrable, esta vez para llevar las chapas.
Las costumbres y necesidades de estas comunidades son muy diferentes a la de un entrerriano. El agua allí se valora mucho más, las tecnologías no son indispensables y los pies son los únicos vehículos para transportarse. La precariedad de las viviendas, la carencia de alimentos, la ardua tarea de inserción en el sistema, son algunas de las dificultades por las que atraviesan estas personas. Y ahí están, en su inocencia y humildad, aguardando el arribo de alguien que les dedique un poco de su tiempo.
Uno de los elementos que más le llamó la atención a los ramirenses fue la carretilla. “Le dan mucha utilidad porque es el único móvil que tienen. Para ellos es una camioneta”, comentaron, y se acordaron de las largas colas que hacían los aborígenes para poder anotarse y usar esa herramienta.
En una entrevista con Mirador Entre Ríos, Graciela Ridel, oriunda de Ramírez y partícipe de la visita a Chaco, dejó en claro que “la idea es hacer una quinta y una sala de primeros auxilios. Ahora tenemos que ver cómo abastecemos el comedor, que estará destinado a los niños de la comunidad”.
—¿Qué los motiva antes de emprender cada viaje?
—Me comprometí tanto con esto que para mí son mis vacaciones. Es mi cable a tierra y una satisfacción porque te hace bien a vos y al otro, sin pedir nada a cambio. Esa alegría que te da ver las sonrisas de los niños y la gente. Si bien las distancias son grandes hasta Chaco, no es imposible.
—¿Pensaron que iban a llegar a los diez años en esta noble causa?
—La verdad que no. Uno deja que todo fluya y, en el camino, te van sucediendo cosas. Además, aparece gente nueva que se suma a esta iniciativa. A nosotros nos han pasado un montón de anécdotas: casi tumbamos el auto con Gladys, nos agarró un piquete, en el cual tuvimos que luchar para poder zafar; tuvimos días de mucha lluvia que nos imposibilitó ingresar al lugar. Son cosas que pasan pero no son obstáculos.
—¿Cómo es la situación de los habitantes?
—Ellos tienen una cultura diferente a la nuestra y quieren que los dejen trabajar como lo hacían antes. Se da mucho en la zona el desmonte y la quita de tierras. Por eso los van moviendo y, a medida que van migrando, es como que no tienen posibilidades de nada tampoco. Los aborígenes viven de las artesanías que hacen, pero tienen que llevarlas lejos para poder venderlas y no tienen en qué moverse.
—¿Qué fue lo que les llamó la atención?
—La gente del lugar escuchaba un motor y salían para que les alcancen algo. Hay días que directamente no comen y se visten con lo que la gente les dona. Más allá de todo, son personas muy agradecidas y más cuando entran en confianza, sabiendo que no vas a usarlos. Siempre les decimos que somos gente común, que no tiene que ver con la política y la religión. Cuando llegamos al lugar siempre nos esperan, hacen oraciones y cantan para que volvamos bien.
—¿Cómo surge la idea de hacer estos viajes?
—Hace diez años que estamos en esto. Fue en septiembre del 2008 con Pablo Bernhardt. La idea siempre fue llevar lo que más necesita esta gente. Comenzamos a ir a diferentes lugares, ahora ya apadrinamos un lugar denominado Paraje Las Sirenas, donde le hacemos chocolatada y choripanes. Siempre llevamos pan y harina, que es lo que más consumen.
Para colaborar
Los interesados en acercar su ayuda o colaborar para el próximo viaje, la sede de la agrupación se encuentra en calle Antártida Argentina 250 de General Ramírez. O bien comunicarse al teléfono: (0343) 4902759.