Por Dra. Isabel Molinas
Por Dra. Isabel Molinas
Profesora, investigadora, gestora cultural y autora de textos críticos sobre arte y educación.
¿Vos también perdiste el color? ¿Alguien alguna vez te robó los rojos? ¿Qué historias despintaron tus verdes hasta volverte gris? ¿Qué recuerdo decolora tus amarillos? Estas son algunas de las preguntas con las que Lucía Franco, artista premiada en la 13° Bienal de Arte Joven de la UNL, invita al público a participar en una obra colectiva titulada “Lucía perdió el color”.
El propósito es hacer visibles situaciones en las que se hayan vulnerado los derechos y las decisiones de las mujeres, a partir del dibujo, la escritura y el abrazo solidario. La obra se define a sí misma con una de las palabras más antiguas del diccionario: soror/a, que significa hermana y amiga.
La propuesta se organiza a partir de un panel con caritas para colorear, un texto explicativo que incluye la narración de la experiencia personal que la motiva y un gran marco blanco destinado a expresar opiniones y sentimientos. A todo ello se suman los audios en los que se narran historias con las que se busca acompañar a quienes decidan contar la suya. Por último, la obra se expande a través de una cuenta de Instagram que invita a seguir construyendo juntas.
Entre los textos compartidos por cientos de mujeres que participaron de la propuesta leemos: “Pinto dos, una por mi hija y otra por mi prima”; “ya no estamos solas, nos tenemos” y “yo sí te creo, hermana”. Síntesis de un lazo que nos emparenta y de una posición subjetiva que nos hace menos vulnerables.
El primer día de la Bienal me acerco a la obra y mientras veo intervenir las caritas e inscribir las más diversas historias sobre un panel que muy pronto deja de ser una página en blanco, pienso en la pintora surrealista Leonora Carrington. Y recuerdo un diálogo de la biografía escrita por Elena Poniatowska: “Mamá, entre más libre me siento, mejor pinto, hago progresos continuos gracias a esa inmensa fuerza que tengo adentro.”
Más de veinte mil personas visitaron la Bienal y contribuyeron a devolverle el color a Lucía. Mujeres de todas las edades participaron de una obra colectiva prefigurada por una estudiante de la Escuela Secundaria de la UNL. A contrapelo de los estereotipos y a favor de la libertad estética, su trabajo desborda los lugares habituales del dibujo y la pintura. Elige instalarse en la esfera pública y convertir las preguntas en coloridas respuestas que, sin lugar a dudas, ayudan a construir comunidad.