Leonardo Pez
Carlos Mario Peisojovich contó a El Litoral los detalles de su nuevo ciclo, “Tele Peisadillas”, que se emitirá todos los viernes a las 15 por C&D, y reunirá “la gente que hace a la Santa Fe diaria”.
Leonardo Pez
Este viernes a las 15 retornará a la televisión Carlos Mario Peisojovich con “Tele Peisadillas”, por la señal C&D (Canal 21 de Cablevisión y Canal 19 de Gigared); con repeticiones los sábados a las 12.30, los domingos a las 17 y los miércoles a las 11.30. El Peiso renovará el lazo con los medios en una propuesta que se retroalimentará con las peisadillas publicadas en El Litoral. “Quiero que la gente vuelva a tener felices siestas”, se ilusiona.
—¿Qué se verá en “Tele Peisadillas”?
—Voy a trasladar la filosofía de las “Peisadillas” a la televisión. Me gusta mucho hablar de nuestras joyas: gente que hace a la Santa Fe diaria (política, artística, cultural). No rotundamente actual. En Santa Fe hay gente linda, por la mezcla. Hay historias de hijos y nietos que pueden contar intimidades de gente que se ha ido a la miércole, y gente que viene a la ciudad. Gente que tiene color, no necesariamente trayectoria, con valores auténticos. El programa va a ser muy santafesino, como El Litoral.
Inicios
Desde que nació, el Peiso estuvo atravesado por la comunicación. “Soy un oyente intrauterino. Mi madre, embarazada y con escoliosis, preparaba la Spika y un ventilador Uber que le daba fresquito. Tenía como una antena, escuchaba inteligencia fuera de donde fuese: de la BBC o de Montevideo. Siempre me dio muchas posibilidades de expresión. Creo que arriba hay alguien junto con los autores de nuestros días: mi madre, mi querida hermana, amigos muy queridos, gente que trabajó en el diario, hermanos de la vida. Ellos todavía me ayudan a seguir creando porque creyeron en mi vida”.
Entrados los ‘60, el apócope Peiso empezó a tomar fuerza en el mundillo mediático. A la par de su incursión en radio (“Peiso Show”), vió la luz “Hola Show”, el primer programa de televisión local en vivo, proyecto en el que lo acompañaban Lucho Cattania, Cristina Buchara y Duilia Ciuffo. “¿Querían algo de Santa Fe? Acá yastá”, rememora a modo de presentador Peisojovich. Entre ambos envíos (radio y televisión), circularon personalidades de la talla de Litto Nebbia, Manal, Juan José Saer, Carlos María Gómez, Eduardo Gudiño Kieffer, Miguel Brascó, José María Paolantonio, Hugo Maggi, Fernando Birri, Hugo Wast y Mateo Booz.
Europa
—Después de la experiencia en Santa Fe, ¿cómo fue llegar a Europa?
—Me fui por las tres A, y allá tuve oportunidad de multiplicarlas: ahhhh. Por admiración, por los “peisajes”. Llegaba muy europeizado. “Euro-peisado”. Allá tenían mucho éxito argentinas y argentinos. Entré gracias a una familia santafesina: los Graells, dueños del Cine Mayo. Charo Graells estaba casada con el capo máximo de Ariola Eurodisc. Gracias a ella, tuve una entrevista con Tato Escayola. Le dije que quería hacer radio, relaciones públicas, acompañar a los artistas.
También conseguí laburo por otra amistad de allá, y conocí a un capo de una agencia de publicidad de apellido Ten. Fui con cara de abombado, porque si ponés cara de vivo sospechan de vos. Como soy hecho teatro, soy un tanto histriónico, exagerado y olvidadizo... pero no mentiroso. Por el viaje, amigos de acá me habían recomendado muchas cosas. Había estudiado sobre la realidad o surrealismo español, catalán, mallorquí, sobre el Reino (más o menos) Unido. En las Islas Canarias iba con una radio y suplementos que le compré por kilo a un ropavejero. Intentaba escuchar todo.
El primer año fui a Barcelona. Me dijeron que había pocas posibilidades. “Aquí son todas grandes figuras, hay pocas posibilidades de comenzar”. Las islas me atraían y ya estaba un santafesino, el Tucho Turn, que era director de la Cope (Cadena de Ondas Populares Españolas), la competencia de la Ser. Me dijeron que tenía que hacer algo para ser conocido. Bueno, hagamos un récord mundial: ¡111 horas hablando por radio! Solo nos atendió el director del psiquiátrico, que nos daba un té excitante que se llamaba farigola. Salió en todas las revistas y diarios, y casi llegó a los Guinness. Después de eso empecé a laburar mucho. También estuve en Onda Cero (Once), que es la radio de la Organización Nacional de Ciegos de España. Éramos cultos, viajeros y dados. Gente que contagia la onda. Pude ver los ‘60 y lo ‘70... inclusive viajé en el colectivo de los Wailers.
—¿Qué otros hitos recordás de aquellos años?
—Cuando presenté a Joan Manuel Serrat en el Coliseum de Tarragona. También, cuando vi a Genesis, y Peter Gabriel entró volando. Tuve posibilidad de cenar con Sting, en un boliche en Barcelona. Una vez, me tocó presentar a Julio Iglesias, que le dedicó un tema a vieja, que me había ido a visitar a España.
Tenía un gnomo, porque yo creo mucho en los duendes, en los que no se ven, no en los que se esconden. Me hubiera gustado ser invisible alguna vez. No mosca. Porque, a veces, hay que ser testigo ocular, no vouyeur, de cosas que no se cuentan.
Otro galpón
—¿Cómo te definirías?
—Estoy en otro galpón de otros locos. Me gustan los creativos, los surrealistas, los que con vanguardia de entrada tienen vocación de clásicos. Una de las grietas que a mí no me gusta es la etaria. Saber no tiene edad. Leo todavía a Landrú. No entro a Internet porque me intoxica, me joroba, me mienten. Tengo una antigualla para hablar con la gente amiga y los parientes. Leo a Woody Allen, Groucho Marx; releo Cortázar, Walt Whitman. “Me contradigo porque soy inmenso y abarco multitudes”. Tom Wolfe, películas fellinianas, bergmanianas. Me encanta Gershwin, Rachmaninov, los Beatles, algunas cosas de los Rolling, The Police, el rock nacional y el uruguayo (están más locos). El Flaco (Spinetta), Litto (Nebbia).
—Pareciera que desde siempre tu búsqueda es por recuperar el valor de la palabra.
—Y el valor de los valores. Como no me gusta el aburrimiento, siempre intenté ser entretenedor. Por eso, he hecho programas con comida. De pronto, hay un cuchillo o una cuchara. Me gusta mucho la lengua, puedo hacer doble sentido también: la lengua de nosotros y de las otras. He leído también en otros idiomas, por el hecho de haber vivido veinte años por ahí (Reino -más o menos- Unido, Islandia, Lituania, Croacia).