Luis Amsler | [email protected]
Será el próximo sábado 27 de octubre, desde las 21, en el salón de la Sociedad Italiana del pueblo. Habrá un menú variado y se podrán comprar todo tipo de bebidas. El objetivo es recaudar fondos para continuar con las obras de puesta en valor de una construcción centenaria, representativa de la vida e historia de estos lares.
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San Agustín es un verdadero crisol de razas que surgió hace casi 150 años atrás, con el arribo de inmigrantes italianos y de otros países del viejo continente, que supieron aprender a convivir con los criollos y nativos que habitaban la zona. En este marco, la religión resultó ser un pilar fundamental de aquellos primeros colonos, por lo que la construcción de un templo fue esencial para regir la vida de los pobladores. De esa necesidad surgió la capilla de San Agustín, ubicada en el lado sur de la plaza principal San Martín, la que fue culminada en 1874. A lo largo de sus 144 años, la obra ha ido teniendo modificaciones, se amplió, se construyó el gran templo y tuvo que enfrentar las adversidades y consecuencias propias del paso del tiempo. Por tal motivo, el Consejo Económico Capilla San Agustín llevará adelante una cena a beneficio para la restauración del emblemático edificio de este distrito del departamento Las Colonias.
La velada tendrá lugar el próximo sábado 27 de octubre, desde las 21, en el salón de la Sociedad Italiana. El menú para la ocasión es imperdible. El mismo estará compuesto por chorizos, cerdo a la mostaza, asado criollo y ensalada tricolor. De postre habrá helado. Para la trasnoche, se prevé servir torta alemana y salamines. En el lugar se dispondrá un buffet para el expendio de bebidas de todo tipo. Se podrá adquirir vino tinto y blanco, agua de mesa con y sin gas, cerveza y gaseosas. Se solicita traer vajilla. En la oportunidad se contará con la animación musical de Grupo Nueva Era. Aquellos interesados en adquirir las tarjetas pueden comunicarse a los teléfonos (0342) 4907015, 4907138, 155478435 y 155250958. En Santo Tomé, llamar al 4742013, de 8 a 17.30.
Revalorizar el pasado
De acuerdo a lo explicado desde la organización del evento, el objetivo es recaudar fondos para continuar con las tareas de restauración que ya están en marcha. Las mismas comprenden, entre otras cosas, el recambio del cableado eléctrico, arreglo del sistema de audio y otros artefactos, mejoramiento de la iluminación, pintado de revoques, restauración de las antiquísimas arañas del lugar y de las figuras religiosas, sobre todo la de San Agustín. Se estima que mientras se avance en las tareas, irán apareciendo nuevos inconvenientes a intervenir. Son problemas propios de un edificio que acompañó el desarrollo histórico de la colonia. Haciendo un breve viaje al pasado de la obra, vale la pena recordar que la primitiva primera capilla -muy rudimentaria-, se terminó de construir el 14 de agosto de 1874, en el predio que hoy ocupa el patio parroquial, precisamente en la esquina de Sarmiento y General San Martín. Estaba orientada de norte a sur y medía 6 metros de ancho por 10 metros de largo.
Las paredes eran de ladrillos asentados en barro y su techo de paja. El primer sacerdote a cargo fue Rosalbo Scafarelli, que a la vez se desempeñó como maestro de enseñanza elemental. Trece años más tarde, comenzó la construcción del nuevo templo. Su piedra fundamental fue colocada el 24 de agosto de 1887, hace 131 años. El arquitecto Ángel Tetamanti efectuó los planos de la obra. Hacia 1923 se realizaron las terminaciones de estucos exteriores en símil piedra. La construcción tardó aproximadamente cuarenta años, hasta que se pudo habitar para los oficios religiosos. La feligresía, con el deseo de hacer el mantenimiento y hermosear el edificio y de esa forma expresar el sentido religioso por un lado, y por el otro el progreso de la localidad, fueron haciéndole sucesivas reformas.
Un terruño multiétnico
La colonia de San Agustín fue fundada en 1870 por el entonces gobernador de Santa Fe, Mariano Cabal. En un principio, el lugar contaba con una población de “dueños naturales de la tierra”, criollos que llevaban 300 años habitando las cercanías de la ciudad de Santa Fe, e inmigrantes italianos. Una década después, fueron sumándose más italianos, además de franceses, alemanes, españoles y afro descendientes. La principal fuente de economía era la producción agrícola ganadera, lo que permitía originariamente una vasta cantidad de habitantes en la zona rural. Predominaba la religión católica. En sus albores recibieron atención espiritual de parte de los párrocos de San Carlos Centro. Con ellos compartían metas a lograr, procedencia europea, parentescos y el idioma italiano que facilitaba las relaciones interpersonales.
Tal como contó a este medio la presidente de la Asociación Museo Histórico Regional de San Agustín y Equipo, Aurora Beltramino de Marzioni, los recién llegados trajeron consigo una idiosincrasia europeizante que confrontaba con la vida de los nativos, ya sean indios o gauchos. Cuando los trataban con respeto, los llamaban “merican” (por decirles americanos). En tanto ellos, los aborígenes “montaraces”, dejaron de transitar su terruño con libertad. Se resguardaron en un poblado de chozas en la zona suroeste del distrito, en la cañada de Periotti, entre montes y el arroyo, en un sector que no era apto para el cultivo. Allí encontraban protección pero los alimentos eran escasos. Esta situación redujo su territorio y los llevó a aprovisionarse en las chacras de los inmigrantes. Esta triste realidad debe ser tenida en cuenta para comprender la gran cantidad de hechos generados por la acción depredadora que efectuaron en distintas poblaciones.
Esto les costo cruentas persecuciones y pérdidas de vidas, principalmente en los enfrentamientos con la Comandancia Militar de San Jerónimo del Sauce. La población masculina compuesta por adultos y jóvenes eran enviados a guerrear, razón por la cual estaba habitada por mujeres y niños en su mayoría, comandados por una “cacica” llamada Doña Eloísa, según cuenta la tradición oral. Los gauchos corrieron mejor suerte, puesto que los fueron reclutando para cumplimentar tareas rurales donde ellos eran “baqueanos” desempeñándose como troperos, domadores de potros, ladrilleros, conductores de carruajes, en yerras, carneadas, cosechas y ocupados como mano de obra para los menesteres propios de la colonización. Por su parte, las mujeres se desempeñaban en tareas domésticas. Con el correr del tiempo se fueron formando familias entre criollos y europeos o sus descendientes. Cabe destacar que este humilde Centro de Evangelización, hoy Capilla de San Agustín, cobijó desde aquel tiempo a argentinos, extranjeros, militares y particulares. En sus libros se anotaron bautismos, confirmaciones, casamientos y defunciones, sin diferenciar grupos étnicos.