Federico Aguer | [email protected]
En el inicio de una nueva campaña de soja, todos coinciden en la preocupación por la mala calidad de la semilla disponible. Pese a contar con tecnologías superadoras, la práctica de curado a nivel industrial no termina de difundirse entre los productores de la región.
Federico Aguer | [email protected]
Comenzó la siembra de soja en una campaña que -como todas- tiene características particulares. Después de varios años, el clima configura perspectivas para ilusionarse. Las últimas lluvias aportaron los requisitos de humedad en el perfil para poder arrancar con el pie derecho. Pero claro, al venir de una sequía tan atroz, hay secuelas que siguen impactando todavía hoy. Y una de las más palpables es la cantidad y la calidad de las semillas disponibles para el inicio de la campaña. El tema está en boca de todos: productores, contratistas, proveedores de insumos y entidades.
“Se sabe que el potencial de la producción agrícola es el resultado de la interacción de una serie de factores fisiológicos y ambientales que actúan sobre el rendimiento de un cultivo y sobre la calidad fisiológica de la semilla”, explican en la página web de una de las empresas líderes en el desarrollo de inoculantes.
Por eso, las condiciones desfavorables de la cosecha 2018 (con temperaturas superiores a los 32ºC durante la madurez del cultivo) provocaron diversas alteraciones en las semillas, tales como arrugamiento de tegumento y cotiledones y/o presencia de pigmentos clorofílicos en los tejidos seminales. Asimismo, semillas chicas y duras son otras de las alteraciones causadas por el ambiente que presenta una serie de desventajas en el manejo.
“En líneas generales, en esta campaña es frecuente encontrar semillas que posean entre 8 y 11% de humedad. En la evaluación de los ensayos de germinación, las semillas sobre secas encuentran en el sustrato abundante agua libre, y ello provoca un rápido ingreso de agua al interior de estas produciéndose fracturas en diferentes estructuras que dan origen a plántulas a las que se las clasifica como anormales en la evaluación y claramente el Poder Germinativo se ve disminuido”, explicó la Ing. Susana Solá, jefa de Investigación y Calidad de Semillas de Rizobacter.
Condicionantes
Si bien al comienzo de la campaña los controles iniciales de poder germinativo (PG) marcaban una calidad aceptable de germinación, “notamos que en este último mes la situación está cambiando. Tanto muestras que expresaron buen PG meses atrás, como otras que se guardaron y se están analizando, presentan una considerable disminución en los valores de PG y Cold Test debido al gran estrés ambiental que estuvo sometido el cultivo durante la campaña pasada”, resaltó el Ing. Gabriel Mina, jefe de la línea Terápicos de Semillas de la compañía líder en microbiología agrícola.
“Nos enfrentamos a un problema muy grande debido a que el estrés fue generalizado en todas las áreas, complicando seriamente la provisión de semilla. No sólo afectó severamente los rendimientos, sino que además impactó fuertemente en el llenado de la semilla, dando como resultado semilla de menor tamaño, con menores pesos de mil, mayor número de semillas duras, inmaduras y/o verdes”, explicó. Sumado a esto, el bajo contenido de humedad durante la cosecha desencadenó golpes en la semilla y daños en sus tegumentos, cotiledones y embrión disminuyendo drásticamente el poder germinativo y en particular el vigor.
¿Qué podemos hacer?
La inoculación de las semillas presenta enormes ventajas para una siembra eficiente y un rinde garantizado. Permite incorporar en un solo paso el fungicida, el inoculante, los pigmentos, el insecticida y los polímeros, para promover y proteger el potencial genético de la semilla, buscando que de cada semilla surja una planta. Estos conceptos ya los volcamos en un informe central de octubre de 2015, luego de visitar la inauguración de una moderna planta de tratamiento en San Carlos Norte. Mientras el país dirimía en las urnas la elección presidencial, el campo respiraba aires de cambio y se ilusionaba con nuevas expectativas. En ese marco, una empresa local se aliaba con una multinacional para desarrollar semillas que permitieran “jugar en primera”. Con el paso del tiempo, los golpes climáticos, y ante la falta de definiciones respecto del marco legal, ese fuego se fue apagando, casi a la par del vigor de las semillas de las últimas campañas de soja.
Multiplicar para sumar
Diego Bertossi, titular del emprendimiento, recordó a Campolitoral que arrancaron hace 3 años curando semillas para la planta de Basf, y que si bien se pensó en hacerlo sólo para soja, este año se empezó a probar algo de trigo. “Somos multiplicadores, pero es un negocio que no está tan claro por no haber salido la ley. Hay años en los que el número cierra y años que se sale muy ajustado”, graficó.
Bertossi destacó que a la hora de curar las semillas con esta nueva tecnología, vieron los resultados a campo enseguida: “permite bajar la densidad de la siembra (ahorrás en semillas), asegurás la implantación, y lográs mayor uniformidad, porque cada semilla tiene la dosis adecuada”.
Consultado respecto si esta metodología estaba creciendo en la zona, manifestó sus dudas. “Estamos trabajando con 10 productores de distintos tamaños. El numero no crece. Del primero al tercer año creció, pero este año hay bastantes dudas”. Y sobre la falta de definiciones en materia legal, sostiene que el impacto es grande. “No se le da la importancia que tiene una definición legal para poder atraer las tecnologías que hay en todos lados; estamos perdiendo tiempo. Podrían estar entrando pero cuando ven que el tema no está claro se frenan, es un problema cultural de muchos años. La tecnología avanza cada vez más, y la estamos agarrando tarde. Con los problemas de malezas se tiene que seguir invirtiendo”, manifestó en referencia a la falta de una ley de semillas.
También destacó el crecimiento de la Intacta (una variedad de soja que requiere una suscripción particular del productor con la empresa para su uso), por las enormes ventajas de manejo. Finalmente, marcó las diferencias en el uso de esta tecnología frente al tradicional curado a campo “que se hace a ojo, con dosis que no son exactas. Esta máquina -en cambio- agarra los 50 kilos de semilla, las procesa y las larga. En la zona, los pocos que tratan la semilla lo siguen haciendo a la vieja usanza. Por costos y baja de rentabilidad el sistema moderno no se largó a full. Pero vale la pena”, insistió.
Semilla “lista para usar”
Desde San Justo, Alfredo “Pino” Chemes coincide con Bertossi en la importancia de un buen curado. Al punto que tres años atrás también se lanzó a un emprendimiento de similares características para procesar y comercializar semillas de calidad. “En la campaña pasada, las condiciones climáticas fueron muy malas, esto hizo que para esta que estamos iniciando tengamos semillas de muy mala calidad. Y eso hace que el curado profesional de la semilla sea muy importante”, afirmó. “Nuestro concepto es brindarle al productor la semilla lista para usar, donde hacemos un proceso profesional de la semilla desde que sembramos, con un cuidado del cultivo y las condiciones de cosecha, sumamente estrictas en cuanto al protocolo”, graficó.
El proceso industrial en la planta es muy importante porque permite a la maquinaria limpiar la semilla y agregarle los productos como los inoculantes, que hacen que esa semilla cargada en la sembradora lo único que haya que hacerle sea sembrarla. Gracias a ese proceso de curado, cada una está tratada de forma homogénea y casi perfecto. Esto es muy seguro para el productor y el medio ambiente, y con esa calidad se favorece a que germine lo mejor posible. Además permite economizar en kilos por hectárea y hace a un paquete tecnológico único en la zona”.
Blanca pero sucia
Chemes aclara que en Argentina, sólo el 15 % de la semilla de soja es fiscalizada, “cosa que en otros países prácticamente ya no pasa en cuanto a las autógamas, donde es todo fiscalizado. Estamos con algunos deberes por hacer muy importantes”, reconoció. En este contexto, el porcentaje de curado con esta moderna tecnología es muy bajo. “Vendemos semillas procesadas en nuestra planta, y es un beneficio para los clientes, cuyo número crece, aunque de forma lenta. Es que una vez que el productor se acostumbra a esta tecnología no la abandona más, desde el punto de vista técnica y también económica”, aseguró.
El empresario reconoce que hace tres años que venimos con campañas muy malas, y esto perjudicó a toda la economía de la zona. “Estamos necesitando de un año bueno y de políticas que hagan que nuestra actividad pase a ser mucho más eficiente y próspera en cuanto a los números. De todos modos, estamos cosechando trigo en un año muy bueno, los maíces y girasoles están muy bien, pero falta. Y en cuanto a la soja, estamos necesitando que el clima ayude y que tengamos una buena cosecha para revertir estos últimos tres años”.
40 %
menos de semillas por hectárea
Es lo que permite reducir un tratamiento de curado industrial. El método tradicional con la máquina a campo utiliza un sinfín que rompe y descascara la semilla (se estima que cada metro de sinfin reduce un 1% menos de PG). Si una bolsa de semillas (fiscalizada) de 40 kilos vale unos U$ S 30, un tratamiento industrial puede oscilar entre U$ S 4 a U$ S 9, dependiendo de la composición de los químicos y la combinación de productos (inoculantes, fungicidas e insecticidas), además de la calidad de los principios activos a utilizar. Si bien implica una inversión inicial, redunda en un gran ahorro al final de la campaña.
La tecnología del curado
Tanto la planta de procesamiento de semillas de San Carlos Norte como la de San Justo, presentan características similares. Si bien procesan cantidades diferentes, operan con funciones parecidas. Por un lado tienen una seleccionadora que recibe la semilla y la separa de los restos de la cosecha (el grano partido, pelecho o algunas malezas que levanta la cosechadora). Luego la máquina aplica los productos biológicos, fungicidas e insecticidas, que se combinan por separado, además de un polímero que la “seca”. Esto garantiza una semilla muy homogénea que garantiza una mayor estabilidad a cosecha.