Por Enrique Cruz (h)
Se habló mucho de aquellos partidos. Mucho y de más. River había arrollado en 1979 ganando el Metropolitano y el Nacional.
Por Enrique Cruz (h)
Se habló mucho de aquellos partidos. Mucho y de más. River había arrollado en 1979 ganando el Metropolitano y el Nacional. El subcampeón del Metro fue Vélez, en tanto que Unión perdió —sin perder, porque ambos partidos salieron empatados— la final del Nacional. La ridícula e inadmisible reglamentación —que aún sigue vigente en algunas competiciones, como la Copa Libertadores (aunque no para esta final)— permitió que River fuese campeón sólo por haber convertido un gol de visitante. Fue 1 a 1 en Santa Fe y 0 a 0 en Buenos Aires. Había que definir el acompañante de River al Nacional. Por aquél entonces, no eran las 5 ó 6 plazas que existen actualmente para el fútbol argentino. Sólo había lugar para dos. Iban el ganador de ambos torneos en esos tiempos. Entonces, debía jugarse el desempate entre los dos subcampeones para definir el acompañante de Vélez. Primer partido en Santa Fe. Revancha en Buenos Aires.
“Nosotros veníamos ‘muertos’. Jugábamos miércoles y domingo, todas finales. Superamos a Talleres, a Atlético Tucumán y la final con River. El viaje a Tucumán fue tremendo, porque tuvimos inconvenientes con el micro. Y el plantel era muy corto, jugábamos siempre los mismos”, cuenta Nery Pumpido.
Vélez y Unión ya se habían enfrentado en la fase preliminar, porque compartieron zona. Vélez fue primero y Unión segundo. Vélez tuvo menos competencia, porque River lo eliminó en la primera fase del octogonal final. También sin perder, porque empataron los dos partidos 1 a 1 y definieron por penales. El último partido de Vélez fue el 9 de diciembre de 1979 y Unión jugó la segunda final el 23 de ese mes. Pasó Navidad y a pensar en Vélez.
El primer partido se jugó el 27 de diciembre en el 15 de Abril. Y fue 0 a 0. Pumpido; Hugo López, Mazzoni, Cárdenas y Regenhardt; Ribeca, Telch y Pitarch; Arroyo, Paz y Alí. Después entraron Stelhick y Eduardo Sánchez.
Al equipo lo dirigía Reynaldo Volken, que luego dirigió a Vélez. Por su parte, la trilogía Cielinski-Montaño-Bermúdez, pusieron en cancha a Falcioni; Malaquín, Ruiz, Jorge y Bujedo; Quinteros, Larraquy e Ischia; Castro, Jiménez y Damiano, después entraron Rotondi y Eduardo Delgado.
La revancha se jugó tres días después. En Unión, un solo cambio: Mario Alberto por Arroyo. En Vélez también: Omar Roldán por el uruguayo Julio César Jiménez, quien años después vino a Unión, al igual que el “Pepe” Castro. Fue 3 a 0 lapidario, con goles de Castro, Roldán e Ischia. Vélez jugó así la Libertadores de 1980 acompañando a River.
¿Quería jugar el doctor Corral, presidente del club, aquella Copa Libertadores?, la respuesta es afirmativa. Ni qué hablar los jugadores, máxime después de la campaña histórica e irrepetible de aquél equipo inolvidable que llegó hasta el sitial que ningún otro equipo de Unión pudo conseguir, en ese torneo Nacional.
Eran otros tiempos, de menores ingresos económicos y en el que la Libertadores no aparecía como algo tan apetecible para los clubes chicos. Estudiantes había sido la excepción hasta ese momento, aunque también los rosarinos se habían sacado el gusto de disputarla. Iban los campeones, está claro. Y el hecho de competir en ese nivel, obligaba a efectuar inversiones importantes sin el correspondiente retorno como se puede presumir en estos tiempos de ingresos extraordinarios sólo por participar. De allí, quizás, aquélla “fantasía” que rodeó a esos partidos y a esa historia irreal de una supuesta negativa o falta de interés de Unión en jugar la Libertadores.
Hubiese sido un gran broche de oro para ese plantel. Pero es cierto lo que dice Pumpido y que todos los que integraron aquel gran plantel recuerdan: Unión llegó “muerto” a esos partidos. Ya la fase de grupos del Nacional fue dura. 14 partidos para clasificar y 6 más incluida la final. Todo eso en tres meses y medio (arrancó el 2 de septiembre y terminó el 23 de diciembre). Y a eso hay que sumarle los partidos del Metropolitano. Año duro y un final agotador para un plantel verdaderamente corto, que se repetía de memoria y que hoy se recuerda como el que más cerca estuvo de ser campeón.