Leonardo Pez
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La banda bonaerense que suma entre sus filas a los hijos de Juan Carlos Baglietto, Sergio Sainz y Juan López Pisani (completa Sebastián Lans) aprovechó el recital en Santa Fe para conversar con El Litoral sobre el vínculo que los une y los dos álbumes que componen su discografía.
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En su segunda visita a la ciudad, Huevo dialogó con El Litoral. La banda porteña nacida en 2012 está integrada por Julián Baglietto (voz), Sebastián Lans (guitarra), Tomás Sainz (batería) y Julián López Pisani (bajo). El año pasado lanzaron su segundo álbum, “No todos eren como ti”, por el que recibieron un Premio Gardel por “Mejor Álbum Nuevo Artista de Rock”.
En un huevo
—¿Desde cuándo se conocen?
Sebastián Lans: —Nuestras familias se conocen desde hace mucho tiempo.
Julián López Pisani: —Hay como una unión sin saberlo. Sin buscarlo en ese momento. Y de nuestros padres que hacían lo mismo a esta edad: eso se traspasó.
Julián Baglietto: —La relación con Tomy viene de muy pequeños. A (Sebastián) Lans lo conocí después, en el secundario, por Tomy (Sainz). Juli (López Pisani) fue al último que conocí. Pero nos hemos cruzado en camarines porque Marcelo (padre de Juli López Pisani) fue escenógrafo. Entonces, pasaba eso que es loquísimo.
Yo fui el último en entrar. Ellos tenían su banda y venían tocando algunos temas que están en el primer disco como banda. Por eso decimos que el primer disco fue más una experimentación; el segundo fue realmente algo nuestro que tenía que ver con cosas que nos pasaron a los cuatro. Se empezó a formar de a poco la identidad de Huevo. Supongo que se va a definir un poco más en el tercer disco.
—Si tuvieran qué definir la identidad Huevo, ¿cómo lo harían?
J.L.P.: —Nos unen un montón de cosas rarísimas, que no tienen que ver con la música solamente, sino con las cosas que vivimos juntos. Nos conocemos hace un montón y fue todo súper mágico. Nos queremos mucho, somos amigos.
J.B.: —Más allá de que cada uno tiene su vida, dormimos en un huevo. Está buenísimo porque seguimos muy unidos, todos los días estamos pensando cosas, tiramos ideas... es un laburo de todos los días. No es algo que funciona en el ensayo y después nos olvidamos.
—¿Hay una canción que sientan que los represente como banda?
J.B.: —“Cabra adolescente”.
Libertad
—A un año de la salida de “No todos eren como ti”, ¿cómo ven el disco?
J.B..: —Nos gusta decir que es el primer disco de Huevo. Porque es el que más tiene que ver con las cosas que nos fueron pasando. El primero (“Las mil diabluras”, 2015) fue un proceso más apurado, yo entraba hace poco; entonces, hubo que grabarlo rápido. Pero en “No todos...” ya estábamos mucho más asentados como banda y como grupo humano. Teníamos muchos viajes encima: hay una búsqueda más personal de los cuatro.
J.L.P.: —La llegada de Juli (Baglietto) abrió el espectro. Terminó de darle el sonido a Huevo, que se despega de lo rockero más básico. Además, de su manejo en el escenario.
—¿Qué diferencias encuentran con “Las mil diabluras”?
Tomás Sainz: —Fue un mes contra un día. El primer disco fue un día, el segundo fue un mes.
J.L.P.: Logramos tener una sala en lo de Tomy. Ahí grabamos las voces para el disco. Está buenísimo tener el espacio para experimentar. Si no tenés el control, todo lo que vos hagas pasa por las manos de alguien que no tiene nada que ver con la banda y decide cosas que te escapan.
J.B.: —La libertad que tenemos en lo de Tomy es poder hacer letras, tomar mates, tocar un rato o salir a la terraza. Eso hace que la música se convierta en algo más sano. En el primer disco, metí todas las voces en un día. Acá tenías la posibilidad de grabar algo y al otro día hacerlo de nuevo. Está buenísimo disponer del lugar, del tiempo y manejarlo a tu manera. Uno es un carpintero que está haciendo una mesa y en 15 minutos la tiene que entregar. Las cosas necesitan su transformación en el proceso de creación, junto con la música.
—Musicalmente, “No todos eren como ti” pareciera ser un paso más hacia la complejidad sonora del grupo, con la incorporación de vientos.
J.B.: —Ese color le sumó muchísimo. Los arreglos fueron obra de Tomy (Sainz) junto con Ramiro (Flores). Eso le dio algo hermoso que sale de la típica formación rockera de bajo-batería-guitarra... ¡y está buenísimo! Fue muy orgánico y natural cómo se fue dando.
T. S.: —Ramiro es un músico que admiramos mucho y tocamos con él en distintas formaciones. Se acopló muy bien y entendió el concepto. No era una sección de vientos funky. Sino, buscar todo lo contrario, una sección como de orquesta. Más como hacían los Beatles: no hay trompetas así “baaang” sino que es más de flautas y clarinetes.
—¿Son de jugar con otros instrumentos?
S.L.: —A mí me encantaría poder tocar muy bien la batería. En cualquier momento se viene un cambiazo.
J.B.:—Tipo Molotov. Creo que eso lo vamos a explotar más en unos años. Por ejemplo, a Juli (López Pisani) y a Tomy les gusta tocar la viola. Está bueno porque nos entendemos musicalmente y, como somos amigos, nos decimos todo lo que nos pasa.
J.L.P: —Todos opinamos. Por ahí no lo tocamos directamente, pero sí aportamos al sonido final de la canción.
T.S.: —El equipo funciona muy aceitado.
S.L.: —Estamos haciendo muchas letras los cuatro. Fuimos encontrando un estilo en las letras, con juegos de palabras y cosas que nos dan risa y con las que nos sentimos muy representados. Además, tanto nosotros como los técnicos estamos dispuestos a aprender cosas nuevas. Tocamos abriendo a Molotov y sacamos el show en 10 minutos sin probar sonido ni línea ni nada. Esas cosas te las da tocar en festivales
J.B.: —En esos lugares, que es tan complejo, hostil y no tenés tiempo, hacer que funcione con todos esos contratiempos, te curte.