El Litoral | polí[email protected]
Un periodista contestó una encuesta de satisfacción que le mandaron desde su banco. Grande fue su sorpresa cuando unos días después lo llamó el gerente de la entidad.
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El correo electrónico del periodista contenía un mensaje de su banco. Como esta vez no pretendía venderle ningún servicio extra, le pedía apenas que respondiera una encuesta, y estaba tan satisfecho con el asesoramiento que le habían prestado en esa entidad, la contestó.
De entre uno y diez le puso las mejores notas a los bancarios que le habían explicado, con toda paciencia, sus dudas financiero-existenciales.
Solo en una pregunta de la encuesta no puso la calificación más alta: ¿Qué tan probable es que recomiende Ud. al banco “X”?. Y grande fue su sorpresa cuando, unos pocos días después, lo llamó nada menos que el gerente general de la sucursal local para preguntarle -en persona- por las razones de esa nota, que tampoco era tan baja: un 7.
El titular del banco le explicó que se atrevía a llamarlo porque su intención era mejorar el servicio. Seguramente no esperaba la respuesta que obtuvo: “No es que no recomendaría su banco, creo que no me atrevería con ninguno”, comenzó el escriba. “Yo ya pasé por el Plan Bonex de Menem, el corralito de De la Rúa, el corralón con pesificación asimétrica de Duhalde y el cepo de Cristina... no son ustedes, son mis años”, concluyó.