por Gerardo Noseda
por Gerardo Noseda
Stephen King, Dean Koontz, Clive Barker, Joe Hill... nombres de escritores que no les serán ajenos a los ávidos lectores del género de terror. Sus libros se encuentran en todas las librerías (físicas y virtuales) y aparecen en cuanta reseña se haga de los más leídos. ¿Pero conocen esos mismos lectores que existe una obra igual de buena de autores argentinos? Me he permitido seleccionar tres de los más recientes, no sólo por su calidad sino también porque, al haber sido publicados dentro del circuito comercial tradicional, serán más fáciles de encontrar.
El mal menor
Carlos Feiling (Rosario, 1961) fue un escritor, periodista y crítico rosarino. La leucemia truncó prematuramente su carrera en 1997, a los treinta y seis años, pero no sin antes dejar tres novelas que formaban parte de un proyecto muy particular: explorar cada una los géneros tradicionales y considerados “menores”. La primera fue El agua electrizada (1992), policial; la segunda Un poeta nacional (1993), novela de aventuras; y la tercera El mal menor (1996), enmarcada en el género del terror. Cuando falleció llevaba escritos tres capítulos de la siguiente, La tierra esmeralda, y que incursionaba en el género fantástico.
El Mal Menor transcurre en la Buenos Aires de los años noventa, más precisamente en el barrio de San Telmo. Existen dos mundos separados por el Cerco: el nuestro, la Vigilia, y el de las criaturas y cosas creadas en los sueños. Los Arcontes son seres humanos que no sueñan y que deben controlar el Cerco. Un día se abre una brecha en el mismo, y un prófugo se encarna de nuestro lado, amenazando con sembrar la muerte.
Feiling utiliza el lenguaje coloquial y los localismos con destreza, al tiempo que avanza en la trama hasta un clímax digno de una película de gran presupuesto. Y el epílogo aun tiene preparado un giro que sorprende.
Distancia de rescate
A diferencia del anterior libro, Samanta Schweblin apela a lo que se desconoce y genera angustia. El monstruo es más humano de lo que imaginamos.
Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) es una escritora multipremiada y publicada en todo el mundo. Luego de hacer escala en México, Italia y Alemania, decidió establecerse en Berlín.
Distancia de Rescate es su primera novela. Amanda viaja con su hija, Nina, a un pueblo del interior de Buenos Aires. Durante la travesía conoce a Carla y a su hijo David. En un momento dado acaban en una enfermería, y es allí donde, a través de las preguntas de David, Amanda irá reconstruyendo los eventos anteriores. Algo le pasó a su hija, algo que suponemos terrible, tal vez relacionado con una enfermedad o intoxicación. No sabemos si los hechos están relacionados con algún acontecimiento sobrenatural, pero el miedo de la madre se transmite de una manera que sobrecoge. El mismo David parece haber sido víctima de lo mismo, ya que al haberse intoxicado con agua de un pozo, se recuperó tras una curación ritual, perdiendo la mitad del alma en el proceso.
Schweblin juega con nosotros todo el tiempo: ¿cuánto de verdad y cuánto de alucinación hay en el relato de Amanda?
Las cosas que perdimos en el fuego
Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973) es periodista y escritora, y una de las principales referentes del género en el país. Sus relatos fueron publicados en antologías de España, México, Chile, Bolivia y Alemania. Admiradora de Stephen King y Ray Bradbury no tiene dificultad en trasladar lo mejor del género anglosajón a las calles y suburbios de nuestro país.
Las cosas que perdimos en el fuego es una antología de doce cuentos que apelan a los temas clásicos: fantasmas, rituales sangrientos, casas encantadas, incluso criaturas ominosas al mejor estilo lovecraftiano; todo esto acompañado de una lectura social que nunca cae en el discurso moralizador. En sus historias encontramos mujeres que sufren, relaciones humanas enfermizas, épocas de crisis del país que nunca terminan de causar daño, y más.
Por momentos sugerente, y explícita en otros, Mariana Enríquez logra incomodar al lector y transmitir con maestría un clima de insanía y amenaza permanente.
Éste es solo un primer vistazo al género en nuestro país. En alguna próxima entrega seguiremos indagando en la obra de otros autores locales que merecen ser leídos.
Feiling utiliza el lenguaje coloquial y los localismos con destreza, al tiempo que avanza en la trama hasta un clímax digno de una película de gran presupuesto. Y el epílogo aun tiene preparado un giro que sorprende.
Por momentos sugerente, y explícita en otros, Mariana Enríquez logra incomodar al lector y transmitir con maestría un clima de insania y amenaza permanente.