Raúl Emilio Acosta
Raúl Emilio Acosta
Hace años, muchos años, una revista mensual llamada Karina trajo la primera foto que vi de una modelo delgada y muy atrayente: Nacha Guevara.
Hace años, muchos años, la información daba cuenta de la pareja de Nacha Guevara con Norman Briski, ya entonces un actor y un referente del espectáculo, del teatro, de la sociedad como el punto donde se cocinaba el porvenir. Del compromiso con el porvenir. Eran años en que Briski hacía un espectáculo donde el rol de “mimo” era fundamental. Briski expresaba con el cuerpo. También con la palabra. Actor y maestro de actores allí está. Briski.
Hace años, muchos años, Nacha Guevara se unió sentimentalmente con Alberto Favero, músico de una calidad de magisterio superior. Además de enseñar interpretaba, creaba melodías y corría los límites de la censura. Eran años de censura. Su trabajo sobre Mario Benedetti y la reformulación de obras de diverso origen, traducidas para una cantante, puso a su pareja, Nacha Guevara, en un sitio particularísimo.
En el afuera de los circuitos comerciales se perdonaban los agresivos agudos de Nacha por lo profundo del material. Una en especial, de José Tcherkaski definía a los personajes del Buenos Aires ubicados como se ha dicho, por fuera del circuito absolutamente comercial: “Los patitos feos”. Ella la cantaba y debíamos perdonar un detalle fundamental: no era un patito feo, siempre fue bella. Hoy como ayer. El texto de la canción era claro. No eran patitos feos, simplemente eran cisnes que un día salieron a volar. Aclaración, todo es por una entrada. Finalmente todo es comercial. Cambian los modos. La sustancia no.
Modelo, actriz, cantante, personaje comprometido socialmente con su tiempo, un amanecer, después de las bombas en el teatro Estrellas, donde presentaba el espectáculo “Las mil y una Nachas”, junto a Chacho Marchetti y Santo Biasatti, productores de ese teatro de Héctor Ricardo García, como periodista que cubría la nota acompañamos al fotógrafo, los productores mencionados y quien esto escribe, al avión que la llevaba fuera. Sólo con lo puesto. Ella y Favero. México, Perú, Cuba. Ignoro el orden del exilio. Sí sé que nadie la pasa cómodo fuera de su historia.
Hace años, hace muchos años, llorábamos en la escena del balcón en la obra de Pedro Orgambide sobre Eva Perón. Esa Eva Perón, de “Eva, el gran musical argentino”, estrenado en 1986, repuso a una actriz completa.
Hace años, hace muchos años, ella fue la Señora Robinson de “El graduado”. Impactaba su cuerpo en una obra que necesitaba de una actriz así.
Promotora hasta de su régimen alimentario, la Guevara es parte indivisible de una sociedad que produjo un país en los años ’70 y aún existe. Es una memoria o mejor: Testigo y Memoria. Es nacida en el 1940.
Reinventada en el show de Tinelli, todo lo dicho es parte de una historia profunda. La historia del país, sus personajes y como dice Milton Nascimento: “Encuentros y despedidas”.
Intérprete genial
Este verano sobre el Bulevar Marítimo en el Tronador Café Concert (al 3100) con vista al mar, cruzando la avenida (el bulevar), Nacha hace referencias al amor, desarrolla textos cortos, monólogos inteligentes, canta algunos de aquellos temas como “Se dice de mí”, “El día que me quieras”, en un imposible dúo con Gardel. También un estupendo Benedetti (Le piden “Mi ciudad” como final y en el primer bis hace “No llores por mí, Argentina”, que popularizaran Madonna en inglés y Paloma San Basilio en castellano, de la ópera, claro). Siempre con pistas de música, re claro.
Dueña de su cuerpo, de su historia, de su oferta personal, Nacha sigue siendo un eje de la actividad creativa de Argentina. Ha sido y es una intérprete genial que sabe sostener una obra, un escenario pelado, y su sola presencia justifica el lleno de las funciones.
Marcelo Polino confiesa que es nacido en Tres Arroyos, que se casó una vez con la hija de “Pipo Pescador”, que terminó el colegio secundario (con esto logra un aplauso) y que Antonio Gasalla le ayudó a resolver los textos del espectáculo.
Es, debe reconocérsele, un eficaz presentador de Nacha, a quien deja el centro de la escena y el total del espectáculo. Que cuente mínimos detalles, ni siquiera íntimos-íntimos, de personajes de “la farándula” televisiva es lo menos que se podía esperar de él. Cumple.
Que no compita con Nacha salva el espectáculo. Corrección. Nacha es el espectáculo. El título es éste: “¿Por qué son tan geniales?”. Entiendo la pregunta, no entiendo el plural.