Tánger, Marruecos | (enviado especial)
Tánger, Marruecos | (enviado especial)
Recuerdo ser chico en el Mundial de la FIFA de 1982, viéndolo por tele junto a mi viejo en Helvecia. Estábamos con las venas abiertas por la guerra de Malvinas. Y de pronto, en la ceremonia inaugural, la pelota de fútbol toma forma de “Paloma de la Paz”, de Pablo Piccaso. Lo repaso y me vuelvo a emocionar.
Entonces, ese 13 de junio de 1982 el mismo Nou Camp que hoy se rinde a los pies de Messi gritaba: “España... Argentina... Gibraltar y las Malvinas”.
Sólo el fútbol y esta profesión hermosa que es el periodismo pueden traerlo a uno hasta Tánger, al lado del Estrecho de Gibraltar. En la puerta de África, como se conoce a esta ciudad importante de Marruecos.
Desde el año 2011 esta monarquía institucional (hay legislatura, dos Cámaras y se vota) dispuso que el Rey fuera el Jefe de Estado. Hoy, el poder es para Mohamed VI.
La moneda local es el Dirham —así se llama, aunque cada uno la pronuncia como quiere—. Con diez Dirham te compras un euro. Entre otras cosas, el Estado prohíbe salir de Marruecos con 1.000 Dirham, sea en monedas o billetes.
Mi amigo Manolo, padre de Eva, admirador del fútbol y la historia política de la Argentina, me advirtió en Madrid: “Vas a Barajas, vuelas una hora y atrasas 50 años”.
Es real, el vuelo de Ryanair (coordinado de manera excelente por Caro de Tudo Bem) no alcanza a despegar que llega: son apenas 50 minutos. La otra forma de llegar es vía Ferry, desde Algeciras.
Algún que otro te responde “poquito” cuando uno pregunta si habla español. La mayoría habla árabe por goleada. El segundo puesto es para el idioma francés.
Como en toda ciudad hay que cuidarse. La verdad, los taxis me dieron miedo. No porque te puedan “achacar”, sino porque manejan peor que Chano en la 9 de Julio un sábado a las 4 de la mañana después de un casamiento. Se meten como quieren, no hacen señas de giro, meten bocinazos y no les importa nada de nada.
La bebida preferida es el té, toda invitación debe aceptarse, aunque no me veo haciendo sociales por estos lados.
Un dato que infartaría a más de uno en la redacción de El Litoral —Titín y Quintín, ni hablar—: no se venden bebidas alcohólicas. Está prohibido el alcohol. “Quizás algún hotel, pero muy complicado”, es la respuesta del taxista a la pregunta del millón... de Dirham.
En las mezquitas, por ejemplo, se pueden tomar fotografías. Pero no pueden entrar infieles, sólo lo musulmanes. Sí claro: siempre hay argentos que rompen la regla.
Hay que saludar siempre con la mano derecha y el beso está autorizado en gente del mismo sexo.
Cuentan que si te invitar a almorzar o cenar, el visitante debe sí o sí lavarse las manos. Y no puede probar bocado hasta que el dueño de casa no termine la oración.
Finalmente, está el tema del velo de las mujeres marroquíes en Tánger. Están las que se cubren la cara completa (se llama nicab y burka), que son las menos. Las que usan Shayla, (un pañuelo largo que se coloca alrededor de la cabeza y cae por un hombro). Y están las que caminan igual que en la peatonal santafesina, a cara limpia y sin nada.
Desde 2017 empezó a cambiar esa vieja tradición. “Para que las mujeres sean un poco más libres”, afirman algunos. Increíble escuchar esto: “un poco”.
Ver mujeres, abuelas, adolescentes y niñas con eso velo fue, sin dudas, lo más sorprendente hasta aquí de este increíble viaje.