Si la palabra accidente se aplica a "un suceso eventual que altera el orden regular de las cosas", no puede definirse así lo que ha ocurrido con la infortunada persona que intentó cargar una garrafa transfiriéndole el contenido de un cilindro de GNC. Seguramente lo hizo bajo la desesperación que causó la falta de Gas Licuado de Petróleo, debido a un conflicto por la actualización de los salarios del sector petrolero, que se extendió por más de diez días y fue superado el 21 del corriente.
"Es como intentar cargar la batería del auto con el rayo de una tormenta", graficó Eduardo Barbotti, propietario de un taller habilitado de GNC, que El Litoral consultó tras las graves secuelas del estallido de una garrafa a la que se le pretendió transferir el contenido de un cilindro de Gas Natural Comprimido.
Así de desproporcionadas son las características de la presión, instalaciones y normas de seguridad con que se aprovechan ambos, con usos industriales y domésticos: el Gas Natural Comprimido (GNC) que mueve casi un millón y medio de vehículos del parque automotor del país; y el Gas de Petróleo Licuado (GPL) que consumen las cocinas, estufas y calefones de unos 4 millones de hogares, es decir unos 16 millones de argentinos, que no gozan de una conexión de gas natural por redes (mucho más económico).
El consumo interno de gas licuado de petróleo (GLP) alcanza, aproximadamente, el millón de toneladas por año en el país. El 80% se comercializa en forma de garrafas y tubos y el 20% restante a través de redes y grandes cilindros. Unas 500.000 toneladas más se emplean en el mercado petroquímico. Ese fue el mercado que resultó desabastecido por el conflicto entre empleados y empleadores del sector.
Presión
Un breve repaso por las características técnicas de la infraestructura del GNC y del GPL hará evidentes -y cuantificables- las diferencias entre ambos.
Mientras un cilindro de GNC está preparado para resistir una presión de trabajo de 200 kilogramos por cada centímetro cuadrado (kg/cm2), una garrafa apenas 13 kg/cm2. Es entonces quince veces más resistente el primero que la última.
Cabe advertir que el concepto de presión responde a una magnitud física: expresa la fuerza ejercida por un cuerpo (en este caso el gas) sobre determinada unidad de superficie (las paredes interiores de sendos envases). Además, la expresión de trabajo habla del promedio máximo habitual a que se someten ambos en sus usos diarios, normales.
Pruebas
Las diferencias de las pruebas de presión hidráulicas establecidas por sus normas regulatorias, aquéllas que verifican el buen estado de los cilindros de GNC y de una garrafa, son enormes: el recipiente que va en el baúl del auto debe poder resistir una presión de hasta 300 kg por cm2; y una garrafa apenas 40 kg por cm2. Las verificaciones son 7,5 veces más exigentes en el GNC que en el GPL.
Mientras una garrafa de GLP tiene paredes de un espesor de unos dos milímetros, las del cilindro de GNC son 7 ú 8 veces mayores: miden un centímetro y medio. Además, se trata de materiales de resistencias muy diferentes y aleaciones completamente distintas, cuyas pruebas de calidad y requisitos de fabricación son -otra vez- muy dispares en cuanto a las exigencias.
Fabricación
Nada menor es el detalle de cómo se construyen unos y otros: el cilindro de GNC no tiene costuras (soldaduras) mientras que eso sí ocurre con las garrafas.
Los cilindros para los vehículos provienen de tubos de varios metros ya fabricados con este único propósito. La industria metalúrgica los corta y -fundido mediante- los cierra en sus extremos: resulta así que cada cilindro es una sola pieza y no hay partes unidas.
Las garrafas, en cambio, provienen de chapas de metal moldeadas a las que se les sueldan su base y llaves de cierre y apertura.
Controles
Cada año todos los vehículos con alimentación dual (GNC además de nafta) deben pasar por una revisión técnica para la renovación anual de su documentación (la llamada tarjeta amarilla). La legislación que lo regula se puso en marcha -como el sistema- en la década del '90. Este año -para hacer aún más confiable el sistema- se agregó una nueva válvula de cierre por autobloqueo, que actúa -por ejemplo- se rompe una manguera o una cañería de gas. (Existen hace más de 10 años pero habían dejado de instalarse. La normativa ahora es taxativa en cuanto a su obligatoriedad).
La industria del GLP, que comenzó con YPF en la década del '30, unificó normas regulatorias en la década del '70 y desde entonces ha sido actualizada en numerosas oportunidades.
Hoy la normativa indica que cada diez años, contados desde la fecha de fabricación o de la última rehabilitación, las microgarrafas, garrafas y cilindros deben ser sometidos por los distribuidores a un acondicionamiento integral, tarea que debe llevarse a cabo únicamente en talleres habilitados por el Estado nacional.
Ambos sistemas dependen desde el punto de vista de sus controles públicos de la Secretaría de Energía de la Nación y del Enargas, el Ente Nacional Regulador del Gas.
Rendimiento
El poder calórico del gas licuado de petróleo (GLP) es mucho mayor al del gas natural (tanto el de las redes como el del GNC).
En un kilogramo de GPL hay 22 mil calorías y en un metro cúbico de gas natural 9.000; es decir bastante menos de la mitad.
Es por esa razón que el transporte, el almacenamiento y el uso del GLP requiere de magnitudes muy inferiores a las del GNC o el gas natural en general.
Del mismo modo, mientras a las garrafas de GLP se las clasifica por su peso (expresado en kilogramos) al gas de las redes y las estaciones de GNC se lo mide por metros cúbicos.
Está claro que todo el transporte del gas natural requiere de grandes obras de infraestructura capaces de gestionar enormes volúmenes, que incluyen miles de kilómetros de cañerías desde los pozos gasíferos hasta las los hogares y las estaciones de GNC.
Justificación
Entre otros fundamentos, Tabares refiere al cordón oeste de la provincia, donde existen limitantes para el agua potable por la existencia de arsénico en las napas. Se ha previsto la construcción de tres acueductos y la toma de agua estaría ubicada en la zona que se propone conservar.
Además, la laguna más grande para conservar en el Paraná, dentro del territorio santafesino, es Coronda, a la que calificó como la principal área para la reproducción ictícola.
Agrega Tabares que las siete áreas protegidas que están declaradas como tales por ley "no tienen ningún plan de manejo, no poseen guardaparques ni pueden ser visitadas, con lo cual se las considera desde un punto de vista formal o como reservas de papel, pero nada más".
Opina, finalmente, que Santa Fe está en una situación crítica y que las expectativas respecto del nuevo gobierno "son grandes para tratar de revertir esta situación".