En la actualidad, Ramón tiene una carnicería ubicada justo enfrente de la estación, desde dónde accedió a evocar las épocas de esplendor del pueblo, de las cuales fue un testigo privilegiado.
Entre sus recuerdos, aparece la nítida imagen de la cuadrilla del ferrocarril, que con sus más de treinta integrantes "daba otra vida al pueblo". "Había más movimiento, la gente que era de afuera y formaba la cuadrilla, se quedaba los días semana" aseguró.
También rememoró claramente cómo los jóvenes que estudiaban fuera del pueblo, tenían un medio seguro para volver los fines de semana: "los viernes, esos pasajeritos volvían". "Todo llegaba a través del tren" sentenció luego, entre nostálgico y resignado.
Roldán trabajó como auxiliar en las oficinas de la estación, y más tarde se desempeñó como jefe. De hecho, fue el último jefe que tuvo la estación, hasta que se produjo el cierre de toda la línea.
Con el dinero de la indemnización por el despido, instaló la carnicería -en aquel tiempo sólo había una en el pueblo- y hasta hoy vive de esa actividad. Sin embargo, sigue mirando las vías con añoranza. "Siempre me tira el ferrocarril, mi viejo fue ferroviario, fue guarda y a mí me gusta" dice. Para él, como para el resto del pueblo, la posibilidad de que vuelva a circular el tren "sería una gran cosa".