De la redacción de El Litoral
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Sobre el escenario montado en la explanada del Rectorado de la UNL, en pleno boulevard y con árboles de menos, estuvieron anoche cinco músicos que son Marca Registrada, pero un total de ocho grandes. Fue la primera vez que compartieron el escenario y todo resultó espectacular.
Se hicieron esperar. Inauguró la velada “Perfumes de jazmín’’del compositor y guitarrista Ernesto Snajer y su trío Guido Martínez, Diego Alejandro y Víctor Carrión- que acompañó las dos horas que celebraron la música popular latinoamericana y los 90 años de la Universidad Nacional del Litoral. Una milonga precedió el ingreso del segundo protagonista de la noche, Lito Vitale, que se apoderó de los teclados, hasta donde el público pudo llegar gracias a dos pantallas acomodadas en los laterales.
Hasta ahí, e incluso a dúo, vibraron los temas instrumentales, corte que impuso la voz de Liliana Herrero: “No hay tiempo no hay hora, no hay reloj/ No hay antes ni luego, ni tal vez/ No hay lejos ni viejo, ni jamás/ en esta olvidada invalidezà’’, de su disco “Igual a mi corazón’’.
La entrerriana recordó a la Negra Sosa, “que será eterna” y al músico Horacio Castillo. El público aprobó con aplausos la emisión de dos nombres con importantes andares en los caminos de la música folclórica y popular argentina. En homenaje “Zamba del arribeño’’ (del tucumano Néstor Soria y música de Juan Falú), a dúo con Vitale. También sonó “Mañana en el Abasto’’ y la “Oración del remanso” (de Jorge Fandermole) con coros del público.
Tuvieron aplausos las palabras de la voz femenina: “Tenemos que discutir los temas: los trenes, la minería, la ley de medios. Tiremos las cartas sobre la mesa. Hay que discutir, es un buen momento’’.
Blues y Baglietto
Fue el turno del bajista: Javier Malosetti y su impronta: “arte y ciencia, prefiero arte y ciencia que la política y la religión (bajo). Feliz cumple (bajo) al saber, ponele’’. Solo, acompañado, desplegó su arte con las cuerdas. Encantaron con un tema de Snajer: “Bom Zapar” y propusieron salirse del contexto latinoamericano con un blues, que fue bienvenido.
Y la ovación fue compartida cuando llegó el pelado, Juan Carlos Baglietto y su particular voz “àYo, que ya he luchado contra toda la maldad/tengo las manos tan desechas de apretar/que no te puedo sujetar/ Vete de mià’’, pero todos insistieron y se quedaron para escuchar y corear las letras más conocidas de la noche. Cantó “Dios y el diablo en el taller’’, el tango de los hermanos Virgilio y Homero Expósito -con el público-: “àPrimero hay que saber sufrir/ despues amar, después partir/ y al fin andar sin pensamientosà’’, y ,por supuesto, “La vida es una moneda’’ el tema de Paez.
Cerraron todos juntos con “Piedra y camino”, allí, sobre el gigante escenario, de cara a un público encantado que aplaudió los ritmos y las propuestas de cada protagonista. Se fueron, volvieron, se volvieron a ir y volvieron a dar un poco más.
En el fondo hubo bullicio, encuentros, charlas, comentarios, cervezas, vendedoresàPara seguir el recital y encontrarse con la música había que buscar el lugar donde se viera, donde no desfilara gente, donde había muchos, cientos, miles, los que atentos disfrutaban de esa gran puesta de sonidos y estilos.