El volante argentino Angel Di María se convirtió hoy en nuevo jugador del Real Madrid, cuya dirigencia confirmó oficialmente la contratación del ex jugador de Rosario Central.
"Real Madrid y Benfica llegaron a un acuerdo para el traspaso de Di María. El jugador quedará vinculado a nuestra institución durante las próximas seis temporadas", informó el club español.
Aunque no trascendieron las cantidades aportadas por los "merengues", la prensa española mencionó un desemboloso cercano a los 25 millones de euros (30,7 millones de dólares).
Di María, de 22 años, juega preferentemente en la banda izquierda y este año fue elegido mejor jugador de la Liga portuguesa, donde ganó dos Copas de la Liga y una Liga con Benfica.
El mediocampista conquistó un campeonato del mundo sub 20 y la medalla de oro en las Juegos Olímpicos de Beijing con el seleccionado argentino, con el que actualmente está jugando el Mundial de Sudáfrica.
De esta forma Real Madrid reforzó el costado izquierdo del equipo, una de las prioridades del portugués Jose Mourinho, su nuevo técnico, puntualizó la agencia DPA.
El salto futbolístico
El internacional argentino Angel di María, que abandona el Benfica por el Real Madrid, es un endiablado extremo zurdo que explotó el último curso en Portugal tras un largo y duro proceso de aprendizaje que duró tres temporadas.
El nuevo fichaje merengue es un jugador completamente distinto al que llegó a Lisboa en el verano de 2007, cuando fichó por el Benfica procedente del Rosario Central argentino a cambio de ocho millones de euros.
Entonces, un chaval paliducho, delgado y parco en palabras aterrizaba en el mayor club de Portugal con la responsabilidad de suplir al idolatrado Simao Sabrosa, traspasado al Atlético de Madrid.
La principal carta de presentación de aquel semi desconocido chico de 19 años era la Copa Mundial sub’20 de la FIFA, conquistada en Canadá con la selección albiceleste, en la que tuvo una notable actuación.
En su primer año en Europa, “Angelito” se diluyó influido por la negativa inercia del equipo, que, bajo la dirección del español José Antonio Camacho, acabó la temporada 2007-2008 en el cuarto puesto, uno de los peores en la historia del Benfica.
A pesar de la discreta actuación en su club, el extremo zurdo participó en los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008 al servicio de la selección argentina y se convirtió en héroe al anotar el gol que dio la medalla de oro a su país, que superó a Nigeria en la final.
Ese tanto -una soberbia vaselina en carrera desde fuera del áreadespertó las atenciones del mundo futbolístico hacia el número 20 del Benfica, quien se descubrió como un incisivo extremo armado de punta de velocidad y técnica depurada.
En la temporada 2008-2009 tuvo otro entrenador español: Quique Sánchez Flores. Su rendimiento mejoró ligeramente respecto al curso anterior -completó 24 partidos y anotó dos goles-, pero no se despojó de su irregularidad sobre el campo.
Individualista y poco participativo, Di María no concretaba sus prometedoras jugadas, que morían al filo del área, y tan solo era capaz de dejar esporádicos destellos de genialidad.
Su relación con Sánchez Flores también estuvo marcada por roces. A pesar de que el español siempre quiso protegerle de su sobre exposición mediática, Di María no encajó bien algunas decisiones técnicas.
Los aficionados lusos aún recuerdan la agria discusión que ambos protagonizaron después de que el argentino fuese el elegido para salir del terreno de juego en un partido liguero frente al Trofense.
Aunque su explosión en el campeonato luso se hacía esperar, la cotización internacional del futbolista se mantenía en alza y clubes como el propio Real Madrid, Barcelona o Inter de Milán siempre le rondaron.
En la temporada 2009-2010, el argentino se reveló como el futbolista que apuntaba. Un nuevo técnico, el portugués Jorge Jesús, le inyectó la motivación que le faltaba y le colocó como titular indiscutible.
El resultado no tardó en llegar. Se proclamó campeón de Liga con el Benfica, competición en la que se convirtió en el mejor pasador, y marcó 10 goles sumando todos los partidos oficiales del club.
Con 1,80 metros y 75 kilos -ganó corpulencia para batirse con las defensas-, su capacidad de desborde y fuerte disparo le sirvieron para desarmar las zagas más tupidas.
“Más allá de sus cualidades, intenta aprender cada vez más. Es muy humilde”, comentó Jesús, el entrenador que dio el espaldarazo final al agitador Di María.
Telam / EFE