En 2005 se aprobó el Régimen Especial de Seguridad Social para Empleados del Servicio Doméstico (Ley 26.063). A partir de 2006, el Estado nacional lanzó una campaña para regularizar la situación laboral de las empleadas domésticas. Ésta consiste en la posibilidad -por parte del empleador- de deducir del Impuesto a las Ganancias el salario y las cargas sociales.
A pesar de estos esfuerzos, sólo el 15 % de las empleadas domésticas se encuentra en el sector formal de la economía, con los mismos derechos que el resto de los trabajadores.
Desinformación
Si bien los patrones son reticentes a blanquear a sus empleadas -porque no se lo considera un trabajo como cualquier otro, porque las posibilidades de inspección son nulas, etcétera-, muchas veces son las propias empleadas las que no quieren regularizar su situación laboral. “Tenemos una chica que viene todos los días, cuatro horas. Le dijimos de blanquearla, pero no aceptó porque, si no, perdía el beneficio de una tarjeta social, con la que puede comprar alimentos en el supermercado”, contó Nicolás, papá de 3 nenas.
“Yo trabajo en dos casas, ocho horas en cada una. Estoy bien así porque, además, cobro el plan universal por hijo. Una de mis patronas me preguntó si quería estar en blanco, pero le dije que no porque, si no, perdía el plan y no me conviene”, cuenta Mónica, una joven que trabaja por hora.
En estos casos se evidencia una visión a corto plazo. Algunas empleadas priorizan la inmediatez de un beneficio económico y no piensan en su futuro. Consultadas acerca de cómo piensan mantenerse cuando ya no puedan trabajar, hay quienes no tienen respuesta y otras que aseguran que sus hijos se ocuparán, tal como en la actualidad ellas se encargan de sus madres.
Sin embargo, el ministro de Trabajo y Seguridad Social de la provincia, Carlos Rodríguez, aclara que “la empleada doméstica en blanco no pierde la asignación universal por hijo porque se trata de una excepción reconocida por la ley”. En este sentido, instó a informarse sobre el trámite de registro y sus alcances.
Beneficios
En otros casos, la política de blanqueo tuvo resultados positivos. “A casa viene una chica tres veces por semana, seis horas por día, a cuidar la nena y ordenar un poco la casa. Cobra $ 600 al mes y está en blanco: pago $ 81,75 de aportes ($ 46,75 obra social y $ 35 aporte jubilatorio). Se lo planteé desde el principio y ella estuvo de acuerdo”, detalla una joven mamá.
Según la Afip, durante 2006 formalizaron su relación laboral alrededor de 140 mil trabajadoras del servicio doméstico. Pero sólo han sido beneficiadas las que tienen mayor antigüedad en el trabajo y mayor extensión de la jornada laboral. Como quienes trabajan menos de seis horas semanales no están encuadradas en la normativa, sus empleadores no tienen la obligación de registrarlas.
Tener una empleada en negro expone al patrón a demandas judiciales que, en general, implican costos más elevados que el correcto pago de las contribuciones. “Durante varios años tuvimos una señora que cuidaba a nuestro abuelo. Cuando el abuelo murió, ella se quedó sin trabajo y nos hizo una demanda porque no estaba en blanco. Pidió como $ 20 mil, pero terminamos arreglando por mil”, contó una mujer.
¿Pago mensual o por hora?
El factor económico influye a la hora de decidir contratar una empleada doméstica. Contrariamente a lo que sucedía hace algunas décadas, cuando era más frecuente contar con personal sin retiro (que vivía en el mismo hogar en el que trabajaba), hoy lo más común es la contratación por día.
“Cuando mis nenes eran chiquitos -te estoy hablando de hace 20 años atrás-, tenía una chica cama adentro. Le pagaba un buen sueldo y vivía en casa. Tenía su habitación y hasta la llevábamos los fines de semana a la quinta o de vacaciones. Cuando los chicos crecieron, ya no necesité más tener una persona todo el día. Además, me separé y me sería imposible mantener otra persona viviendo en casa. Por eso, ahora tengo una señora que viene dos veces por semana”, relató una señora de alrededor de cincuenta años.
En 2004, sólo el 6,1 % de las empleadas domésticas vivía en la misma casa en la que trabajaba. Por el contrario, la contratación más frecuente es por tiempo parcial (por hora o por día). “Tengo una chica que viene una vez por semana, dos o tres horas, para hacer una limpieza a fondo: del baño, de la cocina, de los vidrios... Cosas que en la diaria yo no tengo tiempo de hacer”, cuenta Andrea, una joven profesional que vive con su pareja.
En tanto, Mariela trabaja en ocho lugares diferentes: “El único trabajo fijo que tengo es lunes, miércoles y viernes, por la mañana, que voy a lo de una señora a limpiar. El resto de los días y a la tarde, me van llamando de diferentes casas. A veces, voy una vez por semana o cada 15 días, dos o tres horas, y hago una limpieza general. Después, espero que me vuelvan a llamar. En total, trabajo en seis casas y dos oficinas”.
El trabajo por hora le permite a Mariela -al igual que a muchas otras empleadas domésticas- ganar dinero a diario, pero no contar con una suma fija al mes. “Esta semana me llamaron solamente de dos casas. A veces, me avisan a último momento que no vaya a trabajar porque viajan o tienen los horarios complicados”, se lamenta Gabriela, que suele trabajar en cinco lugares diferentes.