El historiador del arte José Emilio Burucúa aseguró que el incidente tecnológico en la planta atómica Fukishima de Japón despertará dudas sobre las consecuencias indeseadas de los avances tecnológicos.
"Esta es una catástrofe producida por la tecnología. Por el contrario a las pestes, que eran vistas como un flagelo provocado por la furia divina, en este caso no hay dudas de la responsabilidad humana, que llevará a un replanteo general del uso pacífico de la energía nuclear", agregó el especialista.
Burucúa nació en 1946. Es profesor y licenciado en Historia de las Artes de la Universidad de Buenos Aires y doctor en Filosofía y Letras. Dirige las maestrías de Historia de la Cultura en la Universidad Nacional de San Martín.
Es autor de "Iconografía de la imaginación científica"; "La revolución francesa"; "Sabios y marmitones. Una aproximación al problema de la modernidad clásica; "Arte, sociedad y política", dos volúmenes, "Corderos y elefantes. La sacralidad y la risa en la Europa de la modernidad clásica" (Miño y Dávila); "Historia, arte, cultura. De Aby Warburg, a Carlo Ginzburg"; e "Historia y ambivalencia. Ensayos warburguianos".
Burucúa también dijo que por lo menos hasta los primeros accidentes tecnológicos serios, "en la década del 60", la ciencia aplicada "era vista como un puro beneficio para la humanidad. Esto cambia drásticamente después de la manipulación genética y de las fallas en el espacio".
Y empeora, por supuesto, "con la manipulación atómica y el episodio de Chernobyl, en 1986", donde se mueren 200 mil personas "y todavía tiene consecuencias", precisó.
"Pero no por eso hay que coartar el desarrollo de la investigación científica, sino exigir una regulación ciudadana y democrática de sus efectos. En ese sentido, la educación es el instrumento clave", dijo el investigador.
Los jóvenes, "los de 15, 16 años, tienen que saber de qué se habla cuando se dice ADN, clonación, energía nuclear; no se trata de pujos románticos; se trata de saber en serio qué se está discutiendo", agregó.
Al contrario de los accidentes, las pestes "eran percibido desde el vamos como un flagelo provocado por la furia divina, por lo menos así fue hasta el siglo XVIII", apuntó Burucúa.
El investigador cree que las semejanzas llegan hasta "el reflejo de huida, el miedo, el contagio del pánico, la imprevisión de los hombres que no tuvieron en cuenta hasta donde podía llegar el riesgo", indicó.
"Esta huida (en Japón) es puro miedo, que incluso es un fenómeno que tiene una historia, una historia que cambia respecto al objeto que lo causa. Pero es un fenómeno de características similares desde el punto de vista de la especie, el miedo es una respuesta de la especie".
Lo que cambia, dice Burucúa, siguiendo a Elias Canetti, "son las formas del miedo. Hoy no tenemos miedo a las brujas o a los vampiros, pero el miedo sigue existiendo, se sigue contagiando".
"Y la responsabilidad caerá sobre quienes planificaron instalar usinas en un territorio sísmico como el del Japón, donde hace años que se están esperando grandes terremotos. Hasta que pasó", subrayó.
El debate que despunta ahora es "energía nuclear sí, o energía nuclear no, se preguntó el ensayista.
"Porque no necesariamente esta energía sirve sólo para usos bélicos, y no siempre ocurren accidentes. Pero casi nunca se piensa en los efectos colaterales que puede tener una falla: tratándose de esta materia seguramente será muy grave. La referencia de Chernobyl es ineludible".
Burucúa cree que Maquiavelo es el primer teórico de la tecnología aplicada a la destrucción, pero "la representación de la catástrofe nuclear, desde el punto de vista artístico, la más lograda, es la de Andrej Tarkovski en la película `Stalker`, misteriosa, mística, siniestra, como la niña que mueve los objetos sin saber para qué ni cómo", concluyó.