El artista frente a una de sus grandes obras. Fotos: Gentileza Municipalidad de Santa Fe
El notable artista plástico santafesino inaugurará una exposición en el Museo Municipal de Artes Visuales Sor Josefa Díaz y Clucellas. Esta nueva serie de pinturas se presentará el jueves 13, a las 20.
El artista frente a una de sus grandes obras. Fotos: Gentileza Municipalidad de Santa Fe
Juan Martín Alfieri Fue un acierto pautar el encuentro a las 8 de la mañana. La cremosa humedad santafesina recién comenzaba a expandirse por el ambiente, cuando Ricardo Calanchini nos recibió en el atelier que tiene montado en el recuperado Molino Marconetti. Desde la perfección de sus obras hasta la imagen que proyecta, este santafesino ciudadano del mundo es, por naturaleza, un perfecto artista plástico. Talentoso, frontal, polémico, irreverente, transparente, solitario e intransigente, por discurso y acción, Ricardo es un creador a tiempo completo. Entre cuadros asombrosos, pinceles y lápices desparramados, tarros de pintura, trapos manchados, Calanchini se abre al diálogo: se arremanga la camisa a rayas, cruza las piernas, suavemente deja los singulares anteojos sobre la mesa de trabajo, conecta con firmeza las miradas y confiesa: “Estoy cerrando una gran etapa de mi vida. Esta exposición es sumamente especial ya que marcará un quiebre en mi carrera. Tomaré una decisión de fondo, existencial, que tendrá que ver con el hecho de asumir nuevos desafíos a partir del estudio, la investigación, la reflexión en torno a hacia dónde va mi obra”. Calanchini hace directa referencia a “Transitando el vacío”, la muestra que inaugurará el próximo jueves, a las 20, en el Museo Municipal de Artes Visuales (Mmav). Fue en este mismo espacio donde, 31 años atrás, Ricardo presentó su primera exposición formal: “Tomé esa fecha como un puerto de partida de mi carrera artística. En este momento, con 57 años y centenares de exposiciones realizadas en diferentes puntos de la región y del mundo, inauguraré esta nueva serie de pinturas para luego poner punto y aparte a un ciclo vital”. Concretamente, “Transitando el vacío” estará principalmente compuesta por 25 cuadros de gran formato y, en la sala patrimonial del Museo, se expondrá una selección de obras en blanco y negro de la serie “Ciudades imposibles”. Antes de continuar vale indicar que la propuesta, que podrá visitarse de forma libre y gratuita hasta el 4 de febrero, es organizada por la Municipalidad de Santa Fe y cuenta con el apoyo de Cervecería Santa Fe y Tersuave. Derivas, cornisas, vacíos “De todas las muestras que hice, ésta es la que mayor libertad de pensamiento y expresión denota. Tenía muchas ganas de jugar. Por eso, más allá de los conceptos, dejé que mi niño interior despliegue su curiosidad y su energía lúdica para decir lo que tenía que decir. En este mismo plano, jugué con la complicidad de introducir en los nuevos cuadros muchos guiños icónicos que de cierta forma dialogan con mis series anteriores. Aquí aparecerán elementos que me representan como artista y que remiten a diferentes etapas de mi obra: laberintos, planos, escaleras, espacios, barquitos de papel”. Todo esto lleva a que Calanchini confiese que “Transitando el vacío” es un trabajo “hecho con el corazón más que con la razón. Si bien demandó un laburo intenso de muchas horas de taller, crear esta obra me generó mucho placer, una inmensa satisfacción, profunda alegría”. La serie, además, responde a la particular forma de ser del artista: “Vivo la vida de forma espontánea, sin red, dejando volar las situaciones, la imaginación y los sentimientos. Aquí también radica la trascendencia de esta exposición; este cierre implicará un recomenzar, un renacer al arte. Ese vacío que propongo transitar, quizás, está completamente lleno. En estas tres décadas de incansable trabajo, el arte me ha dado todo lo que quise. Ha sido un período amplio, de mucho transitar y entiendo que llegó el momento de serenarse para tomar decisiones de fondo. Me estoy preparando para cosas importantes”. Arte pleno Calanchini es un artista tiempo completo. Asumió esta particular forma de vivir 31 años atrás y se ha mantenido con firmeza e intransigencia en su convicción: “Las decisiones de vida se deben tomar a fondo, hasta las últimas consecuencias, incluso afrontando problemas comunes como el económico. De joven me convertí en un ser de una economía fluctuante, pero negué la continua tentación de la seguridad que ofrece un empleo estable para, realmente, vivir la vida de artista tiempo completo, transitando la cornisa que da al abismo para disfrutar de la libertad de tener tiempo para reflexionar, para trabajar sin límites, para consagrarme a la creación”. Esta concepción forja una radical filosofía de vida que lo lleva a sostener que “el artista no es una parte de cotidianeidad, lo es todo. No vivo escindido entre el que camina por la calle y el que se enfrenta al desafío creativo del soporte en blanco. Esto es una vocación para mí, es decir, un sentimiento interno que vivo de forma pasional. Yo soy esto, soy lo que hago”. Observar el mundo con este cristal lleva a Calanchini a realizar(se) constantes preguntas referidas al ser: “Siempre pensé que el individuo moderno, rodeado de miles de personas, se encuentra en permanente soledad, con su propia mirada y su circunstancia. En este sentido, mi musa inspiradora es Buenos Aires. Cada tanto voy a nutrirme de nuevas experiencias. Pero no lo hago en las salas de arte, sino en lo cotidiano de la vida, fundamentalmente en el subte, súmmum de esta percepción de la soledad del ser sumido en la angustia de la masividad fragmentada. Es a partir de esto que, por ejemplo, nace el barquito de papel como una imagen de ese individuo solitario, frágil, a la deriva en el inmenso océano”. Procesos creativos Pese a la vertiginosa e intensa creatividad con la que vive, Calanchini asegura que su “proceso creativo comienza siempre a partir de una inmensa alegría, mucho humor, pleno disfrute. Lo vivo así. Luego vendrá la gran pelea, la disconformidad, la incerteza de no saber si lo que estoy creando es lo que quiero realmente mostrar. Soy muy autocrítico, perfeccionista. Es necesario que sea así. Si bien en la pintura, y pese a que me ‘peleo mucho’ con ella, puedo darme el lujo de corregir y continuar, en el dibujo debo ser extremadamente prolijo, pulcro, firme. No boceteo, me enfrento al desafío de que no haya ningún margen de error. A lo mejor hago una obra en una dimensión más chica que la final, para ajustar alguna duda interior. Pero es una obra en sí, no hay borradores”. Visiones “Tiempo atrás descubrí que los límites de Santa Fe son más grandes de lo que a primera vista parece. La globalización, que ha sido buena y dañina, nos demuestra que lo único que necesitás en cualquier lugar del mundo, es un ticket de avión. Esto nos lleva a acercarnos a todos”. La reflexión responde a la visión que este artista tiene de sí mismo dentro de 20 años: “Sé que mi destino será vivir en Santa Fe pero estar permanentemente en otras partes del mundo. Me encanta moverme, incita al trabajo, la indagación y la investigación. Descubrir o redescubir lugares despierta la espontaneidad de las musas. De todas maneras, es importante que me encuentren activo, atento. Me dejo sorprender para probar, experimentar, animarme a ir siempre un poco más allá. Esta es una ventaja de los que hemos decidido ser artistas tiempo completo: poder estar constantemente alertas, con los sentidos encendidos, para crear con lo que sea que nos llame la atención”. Renace “la Atenas” “Nuestra ciudad está transitando uno de los mejores períodos de la cultura de su historia”, remarca indubitable y fundamenta: “Entre fines de los ‘60 y principios de los ‘70 habíamos llegado a un tope cultural muy elevado, Santa Fe se había convertido en una impresionante usina de artistas y creadores. Luego vinieron tiempos oscuros y hoy, nuevamente, la capital está renaciendo. Es alentador saber que hay tantas personas interesadas por estudiar, formarse, crear, compartir. En definitiva, por caer en la cuenta de que hay muchos y nuevos artistas. No podría hacer una comparación lineal en términos cualitativos, pero sé que se está haciendo un gran trabajo en todas las disciplinas y estoy seguro de que en breve tendremos grandes figuras en nuestra ciudad”. Desde su perspectiva, la conclusión adquiere aún más potencia al saber que Calanchini está absolutamente “convencido de que el arte, junto al amor, son dos factores insoslayables para la salvación de la humanidad”. Apenas un trazo Las frías biografías explican que Calanchini nació Santa Fe el 5 de octubre de 1955. Se formó en la Escuela de Artes Visuales Prof. Juan Mantovani y tomó clases con distintos maestros argentinos. En 1981, efectuó su primera muestra y en 1994 obtuvo una beca de perfeccionamiento otorgada por la provincia de Santa Fe. Entre 1998 y 2005 residió en los Estados Unidos, adonde realizó exposiciones y dictó conferencias, regresando entonces a su ciudad natal. En 2008 protagonizó el cortometraje “El Sueño” dirigido por Silvia Cuffia. Sus obras de contenido simbólico y surrealista le permitieron obtener cerca de 40 premios nacionales e internacionales. A lo largo de su carrera efectuó más de cuatrocientas muestras, entre colectivas e individuales en nuestra ciudad y la región, Buenos Aires, Barcelona, Madrid, París, Estados Unidos de América, Nueva York, Carolina del Norte, Miami, Atlanta, Texas, México, Uruguay, Chile, Colombia, Copenhague, Salamanca, Buenos Aires y en localidades de Brasil.
4 / 1 / 2 / 5 / 1 /2/3 Óleos que integran la serie “Transitando el vacío 4 /5/ Tintas sobre melamina de la serie “Las ciudades imposibles”.
Arte en páginas En la inauguración del jueves, Calanchini presentará un libro en el que viene trabajando desde hace un tiempo. Al igual que la exposición, la edición se llama “Transitando el vacío” y sus páginas se completan con análisis acerca de una precisa selección de diferentes series de la obra del artista, muchas fotografías y, además, con artículos redactados por más de 50 especialistas de diferentes disciplinas que reflexionan en torno a este artista. “Será un libro que estará en constante crecimiento”, aseguró Calanchini.
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