“Muchachos, no hay tiempo que perder. Los quiero urgente para una reunión de mesa chica. Y llamen a Rossi, a Sciacqua y a Morant”. El presidente sabalero, Germán Lerche, terminaba de recibir la imaginada pero no deseada decisión de Roberto Sensini. “Germán, te agradezco el apoyo y la banca, pero hasta acá llegué. Lo mejor es que me vaya, descomprimo la situación y por ahí los muchachos arrancan. Yo no puedo hacerlo y es hora de ponerle punto final al ciclo. Y te aclaro que es indeclinable”. Las palabras sonaron muy fuerte en el corazón del presidente, que se cansó de ratificarle la confianza a Sensini en los últimos tiempos. Desde la derrota con Platense en Catamarca, que Lerche no paró de gritar a los cuatro vientos que si algo no estaba en duda, era la continuidad del entrenador. Lo hizo siguiendo un estilo, una costumbre. Salvo Toresani —a quien se lo despidió—, el resto de los entrenadores que llegó a Santa Fe bajo la presidencia de Lerche se fueron tras una renuncia.
Cuentan que la reunión duró un buen rato. Y que hubo —hay, en realidad— dos posturas bien encontradas. Por un lado, están los que se vuelven a encolumnar detrás de la “línea joven”, sector de entrenadores hacia el que se volcó la dirigencia de Lerche a partir de aquella conducción de Falcioni, cuando llegaron Astrada, Mohamed, Sciacqua y Sensini, que se enrolan en una determinada línea generacional. Otros creen que hay que buscar un técnico de mayor experiencia, quizás suponiendo que la mayor cantidad de años puede traer, también, una mayor firmeza y rigurosidad, algo que de ninguna forma resulta matemático.
Los nombres empezaron a surgir naturalmente, la mayoría de ellos en carácter de “ofrecidos”. No se puede negar que Julio César Falcioni, Jorge Fossati y Rodolfo Arruabarrena, con distintas características, son nombres que pueden surgir de inmediato y hasta con la chapa de candidatos puesta. Falcioni y Fossati son dos hombres que conocen el club porque ya fueron entrenadores. Fossati dejó una mejor imagen, en tanto que Falcioni llegó luego de la ida de Toresani y le tocó capear algunos temporales y tomar una de las decisiones más fuertes para el sentimiento de los hinchas rojinegros: provocar el alejamiento de Esteban Fuertes (se fue a jugar a la Universidad Católica de Chile).
El otro segmento de entrenadores, posiblemente ubicados en un segundo nivel de preferencias, es el que tiene a Carlos Ischia, Marcelo Gallardo, Diego Cocca y Mauricio Pellegrino (hermano del actual marcador central sabalero) entre otros. La lista es más larga, incluye otros nombres y algunos de ellos tienen un pasado que los vincula a Colón. Pero entre las alternativas que hay en el mercado y la imposibilidad de salir a buscar al DT más querido por la hinchada (Antonio Mohamed, que está trabajando en el Tijuana de México con gran suceso), la dirigencia se está manejando dentro de estos parámetros de entrenadores.
En cuanto a lo futbolístico, se sabe que hay diferencias futbolísticas entre los técnicos mencionados. Si bien las distancias no son tan grandes como las que podrían existir —sólo a manera de ejemplo— entre Cappa y Falcioni, que están enrolados en corrientes futboleras diferentes, no caben dudas que, por ejemplo, Falcioni no es lo mismo que Fossati, futbolísticamente hablando.
Por otra parte, el hecho de que Pablo Morant y Marcelo Goux se hayan hecho cargo hoy del equipo no es un detalle menor. Si bien en el “mundo Colón” se acepta y rubrica que se trata sólamente de un interinato, nadie puede desconocer que son dos personas que conocen la institución y a quienes les puede estar faltando la experiencia de haber dirigido.
En definitiva, Mario Sciacqua —a quien muchos pedían a gritos para que se lo sacara— fue el técnico que consiguió 31 puntos y un segundo puesto que resultó imposible de imitar posteriormente por Sensini y que anteriormente sólo pudo ser superado por Mohamed.
A todo esto, el presidente Lerche —totalmente consustanciado con un proyecto futbolístico que apunta al crecimiento del trabajo de inferiores— no mira para el costado cuando analiza el presente y el futuro. Sabe que hay técnicos que mirarán para abajo y seguirán dando oportunidades (de hecho que Sensini fue un técnico que se adaptó al proyecto en ese aspecto) y otros que no aseguran, precisamente, poseer este tipo de “gestos” hacia los chicos del club.
A Lerche le dolió mucho lo ocurrido con Sensini y la falta de resultados que derivó en su renuncia. Hace poco más de un año, cuando decidió la llegada de Batistuta, fue claro con el secretario técnico respecto del proyecto. El propio Batistuta llegó a decir que su llegada a Colón y su reinserción en el fútbol se debió a que se sintió seducido por colocar su granito de arena para ese proyecto futbolístico. Y cuando definieron la salida de Sciacqua, pensaron en un técnico (Sensini) para continuar adelante con el mismo.
El compromiso de Batistuta había sido el de estar un año y muchos hoy destacan la importancia de su aporte. Y Sensini fue un técnico que se adecuó a los lineamientos que le llegaron desde arriba respecto de las pretensiones institucionales. Hoy, los resultados determinaron su alejamiento y este punto en cuestión —el del proyecto— no deja de dar vueltas por la cabeza del presidente y los dirigentes que lo acompañan.
Sin secretario técnico trabajando en el club y sin que haya un candidato potable en lo inmediato (¿Fuertes?), algunos también piensan en la constitución formal de una subcomisión de fútbol. En realidad, Colón tuvo un esquema de trabajo el año pasado en el que la presencia de un secretario técnico (más allá de que Batistuta viajaba mucho por sus cuestiones empresariales) servía de sostén para determinadas situaciones. Hoy, sin secretario técnico a la vista, la cuestión pasa también por decidir cómo se arma la estructura piramidal del fútbol a partir de este momento, no sólo en la elección del técnico sino en quién o quiénes se convierten en nexos y referencias con la comisión directiva.