Ceferino Reato, autor de “Viva la sangre”, Foto:archivo
Por Gabriel Rossini
Ceferino Reato, autor de “Viva la sangre”, Foto:archivo
Gabriel Rossini [email protected]
Tres miembros del ERP muertos durante un enfrentamiento con la policía, en las calles de Córdoba en 1974. En el libro “Viva la sangre”, el autor reconstruye la actuación de los distintos actores de la sociedad cordobesa, previa al golpe de 1976. Foto: Achivo El Litoral
Creo que es muy importante este hecho, porque endurece todo el clima. Además hay un episodio simbólico porque roban el cadáver de Osatinsky y lo tiran en Barranco Yaco. Allí lo que queda claro es que ya no había más retorno, porque la violencia era muy dura. En octubre salen los decretos de Luder que ordena a las FF.AA. tomar a su cargo las actividades para aniquilar la subversión, y uno de los decretos le otorga a las FF.AA. el control operativo del servicio penitenciario de cada provincia y la Policía de cada provincia. Entonces el Departamento de Inteligencia (D2) y la Policía pasan a depender del Tercer Cuerpo, en lo que hace a luchar contra la guerrilla. Allí se cierra el círculo, allí aparece el Comando Libertadores de América. Estos son preparativos fuertísimos para el golpe y además ahí comienzan los desaparecidos como práctica sistemática.
—Citás un editorial de la Voz del Interior de marzo de 1975 que ya habla de desaparecidos.
—La Voz del Interior tuvo un papel muy destacado en esa época. Está claro que las cosas iban camino al golpe y a la tragedia, y sin embargo había voces que alertaban sobre esta situación, como el diario. Pero eran mucho menores que las que incitaban al choque.
—En Córdoba fue el primer lugar donde se usó como práctica sistemática la “Ley de fuga”.
—No lo sé. Creo que era una táctica que la Policía tenía en muchos lugares. No sé quién empezó primero, pero lo de Osatinsky es revelador, porque todo indica que lo fusilaron como represalia. Durante la dictadura, fue lo primero que se le ocurrió a Menéndez, y Videla lo explica en “Disposición final”. Creían que mucha gente tenía que morir, pero en los primeros tiempos no sabían bien el método, entonces cada comandante en jefe hizo lo que le pareció más eficaz y la táctica de la “Ley de fuga” fue la más generalizada, hasta que el mero repetir hizo que perdiera eficacia y masifican la figura de los desaparecidos.
—En un capítulo del libro, hacés un análisis de las distintas cifras sobre desaparecidos que hubo en el país y en Córdoba en particular. ¿A qué conclusión has llegado?
—A que los números están inflados a nivel nacional y a nivel provincial, que hay como una desesperación para que los desaparecidos hayan sido más de los que fueron, lo cual me parece una cosa muy llamativa.
Lo que hago al final de la investigación, después de hablar con muchas personas y leer casi todo lo que se escribió sobre el tema, es ir al último documento oficial publicado, que es de 2006.
Conté la cantidad de desaparecidos primero en Córdoba y después a nivel nacional, porque concluyo en que si en Córdoba la diferencia es tan grande, en la Nación también debería ser así.
Pero además, cada provincia usa un criterio distinto. Por ejemplo, en Córdoba usan el criterio de contar a las personas que en algún momento vivieron en la provincia pero desaparecieron en otro lugar, con lo cual podrían estar contándolos dos veces.
Por ejemplo es el caso de Martín Fresneda, que es el secretario de Derechos Humanos de la Nación. Sus padres habían estudiado en Córdoba y fueron secuestrados y desaparecidos en Mar del Plata, pero lo cuentan en Córdoba; el caso de Julio Roque también. En Córdoba tienen contadas casi mil víctimas.
También hay que dejar en claro que están todos incluidos en la categoría de víctimas de ejecución sumaria, que es una categoría creada por el kirchnerismo y que engloba a los fusilados en supuestos intentos de fugas como Osatinsky, pero también a fusilados por Montoneros, el ERP, a personas que murieron en tiroteos, a combatientes que se suicidaron, como la hija de Rodolfo Walsh.
A nivel nacional me dan 7.158 muertos, de los cuales 6.415 son desaparecidos. Eso es un montón. Pero no entiendo esa necesidad de luchar para que sean 30 mil, porque en el fondo es absurdo. Dentro de la tragedia es mejor que no hayan sido 30 mil porque para qué tantas familias sufriendo.
Me parece que el gobierno y los organismos de derechos humanos ya no pueden salir de esa falsedad y siguen, y eso les da también un poco de margen para seguir expandiendo hacia atrás la memoria, la reivindicación simbólica y las indemnizaciones.
Ahora, a partir de sucesivas ampliaciones, se consideran a víctimas del terrorismo de Estado desde junio de 1955, cuando fue bombardeada la Plaza de Mayo por la Marina de Guerra.
La categoría de víctimas de ejecución sumaria les permite colocar a todos los muertos en cualquier circunstancia, porque lo que se trata es de honrar a los combatientes por la revolución socialista.
Córdoba fue un laboratorio donde los actores se enfrentaron (antes del golpe de 1976) en su máxima pureza posible. Esa provincia siempre ha tenido un poder anticipatorio y de alguna manera muestra lo que después se irá desencadenando en todo el país.