Luciano Andreychuk / [email protected]
El jurado definió los destacados de cada una de las seis categorías. El jueves se conocerá el gran ganador de 2013. Los lectores también podrán elegir a través de www.ellitoral.com. Historias de vocación, entrega y sacrificio.
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Ganador Categoría Arte y Cultura: Emparche Ensamble de Percusión
Hacer cultura sin corsets
En acción. El ritmo combinado y el cruce de diversos lenguajes artísticos son el sello distintivo de Emparche. La libertad, el único límite. Foto: Archivo El Litoral
Ganador Categoría Acción Solidaria y Comunitaria: Actitud Solidaria
Ayudar al desamparado. Dos voluntarias de Actitud Solidaria le entregan medias y calzado a un indigente en situación de calle. Foto: Gentileza Actitud Solidaria
Esos jóvenes forman Actitud Solidaria, una agrupación de voluntarios sin filiaciones partidarias, ideológicas ni religiosas, que se dedica a ejercer el valor humano más noble: ayudar al otro, por el solo hecho de que el otro necesita la ayuda urgente que el Estado no le da. Con rifas o donaciones, juntan lo que pueden y lo reparten a quien lo necesita.
El grupo está integrado casi en su totalidad por estudiantes universitarios. En invierno llegaron a ser 154 voluntarios que hacían recorridas nocturnas en la ciudad (desde las 22) para entregar una bebida caliente, un poco de comida o un abrigo a personas que están en situación la calle. También, aquellos que estudian alguna carrera relacionada con la medicina examinan a los desamparados.
Ahora, con la llegada del calor, el grupo de voluntarios se redujo pero el trabajo sigue firme: “Estamos saliendo entre dos y tres veces por semana. Tratamos de cubrir otras necesidades básicas, entregando agua potable, calzado, bandejas frías, elementos de higiene. Hay voluntarios estudiantes de Derecho que tratan de asesorar a la gente sobre cuestiones de pensiones”, explica a El Litoral Martín Mónaco, estudiante de Lic. en Enfermería y coordinador de Actitud Solidaria.
“Hay mucha gente que se prestó a colaborar desinteresadamente: logramos un contagio de solidaridad”, dice Mónaco. Su mensaje es optimista, esperanzador: para él, hay mucha gente que está cambiando hacia una mentalidad solidaria. “Eso es muy importante en una sociedad con tantos individualismos”, afirma.
Pasión por los libros. Rosa Payero fue la mentora de la biblioteca para personas ciegas en El Pozo, que hoy cuenta con más de 20 mil audiolibros. Foto: Guillermo Di Salvatore
Rosa Elba Payero, Rosita para las doñas del vecindario, creó la Biblioteca Popular Santafesina para Ciegos y Personas de Baja Visión. Es la bibliotecaria y el alma máter del lugar, modesto, es cierto, pero valioso, y ese último adjetivo queda chico: en esa biblioteca de la populosa barriada se pueden encontrar más de 20 mil audiolibros, textos en archivos digitalizados (en CD’s, PDF, etc.) y libros de papel en Braille para personas ciegas. Sí, 20 mil. Y hay otros 3 mil libros convencionales de códice y papel.
Rosa, de 57 años, es ama de casa y madre de dos hijos ya grandes. De joven había empezado bibliotecología, pero no pudo seguir la carrera: “No tuve muchas oportunidades en mi vida”, rezonga un poco, pero sonríe de inmediato. “No podía ser que en un barrio tan grande no hubiera una biblioteca para personas no videntes. Entonces me animé a crear esta biblioteca, en forma autodidacta. Y lo logré. Es mi bebé”, dice orgullosa.
La biblioteca no es sólo para personas ciegas, sino para todo público. Se volvió un espacio social de encuentro con la lectura como excusa. Y cuando la gente no va a la biblioteca, ésta va a la gente. “Es decir, hacemos visitas domiciliarias para la tercera edad con dificultades motrices y visuales. Les llevamos audiolibros”, cuenta Rosa. “A veces las mamás dejan a sus hijos entretenidos leyendo y salen a hacer algún trámite. Realizamos talleres de incentivación a la lectura. Me hace feliz trabajar con los niños”, confiesa. Y vuelve a sonreír.
Hay equipo. El equipo de enfermeros y enfermeras del Alassia está integrado por casi 350 profesionales, con formación de grado y posgrado. Foto: Mauricio Garín
“Hay un estereotipo social negativo sobre nuestra profesión. ¿Te acordás del personaje de la enfermera de (el actor Antonio) Gasalla, o la mujer del cuadrito con su dedo índice en posición vertical sobre su boca pidiendo silencio? Bueno, para mucha gente somos tan sólo eso. Pero la realidad es otra. Acá ponemos la vida para atender la salud de los pacientes, que son niños. Niños, ¿entendés? Pacientes oncológicos con tratamientos larguísimos, chicos que llegan con traumatismos severos. Nosotros atendimos a Serena (Martínez) las 24 horas del día...”.
Elena Susana Abraham habla con el corazón en la garganta. Se conmueve cuando menciona la muerte de la niña baleada en Regatas. Defiende su profesión casi como si fuera una extensión de su propio ser, y quizás lo sea. Es licenciada en Enfermería y directora asociada de enfermería desde hace dos años del Hospital de Niños Orlando Alassia. Coordina un equipo de 347 enfermeras (otras licenciadas, magisters, profesionales académicamente formadas) que a diario atienden a los pacientes del nosocomio.
De ese equipo de guardianas de la vida, el 70 % tiene entre 30 y 45 años. Es decir, la mayoría tiene la fuerza y la templanza de la madura juventud para velar por la salud y el cuidado de los otros. Pero eso no es todo: del total del equipo de enfermeras del Alassia, el 90 % son mujeres, madres y sostenes de familia. “Aun con la exigencia de esas responsabilidades individuales, trabajamos 16 horas diarias en turnos rotativos”, cuenta Abraham a El Litoral.
La directora asegura que ser enfermera es una vocación muy difícil, que exige poner mucho de uno mismo, y hasta a veces tener que descuidar la propia vida personal. “Tenemos 145 pacientes oncológicos que son niños, por ejemplo. Nenes en terapias de alta complejidad. Hay que poner en cada cuidado un gran compromiso emocional”. Pese al sacrificio, no duda ni un segundo: “Todo esto vale la pena. La vale. ¿Y sabés por qué podemos hacer lo que hacemos? Porque nos vemos como una gran familia”.
Campeón de la vida. Facundo Quiroga es un ejemplo de autosuperación, valentía y sacrificio. Es el primer parakart del país. Y es santafesino. Foto: Archivo El Litoral
El tiempo pasó y su interés por el automovilismo, lejos de disolverse, se agigantó. Cuando Facundo Quiroga cumplió 18, descubrió un simulador de autos de carrera por Internet. Competía desde su computadora en competencias de autos virtuales con usuarios de todo el mundo. Y ganaba, siempre.
A finales de 2009 se subió a un karting por primera vez. Allí su vida cambió radicalmente: decidió ser corredor, pese a su limitación. Empezó a aprender las técnicas de conducción, a dominar los tiempos y las velocidades. Luchó mucho para obtener su licencia de piloto, y, tras idas y vueltas, la obtuvo.
Contra la adversidad, Facundo Quiroga se convirtió en corredor de karting y en el primer parakart (piloto de karting con discapacidad motriz) del país. Hoy compite en la Copa Rotax Max Challenge del Litoral. Se convirtió, también, en un ejemplo de autosuperación y lucha. Emerson Fitipaldi, esa leyenda del automovilismo, es su padrino deportivo. Nada menos.
Facundo tiene hoy 22 años y tiene su propio trabajo. Fue becado para iniciar un arduo trabajo kinesiológico en un centro de rehabilitación local. “Hace un año que empezó, y ya se está parando con andador. Se mantiene parado hasta un minuto”, cuenta a El Litoral con el pecho inflado de orgullo y el llanto retenido en la garganta su papá, Daniel.
“Hacemos rifas, cenas a beneficio, vendemos empanadas, de todo para que Facu pueda correr. En julio próximo se hará el Primer Sudamericano de Parakart, y mi hijo va a competir”, dice Daniel Quiroga, y su pecho se infla un poco más. La frase “si se quiere, se puede” no es sólo un eslogan publicitario: es la verdad de los valientes.
La joven “maravilla”. Cabello tuvo una participación decisiva en uno de los proyectos genéticos más trascendentes en la historia de la ciencia nacional. Foto: Luis Cetraro
El mes pasado, la Dra. Julieta Cabello, investigadora del Conicet y del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (Conicet-UNL), obtuvo el primer premio como Innovadora del Año, entre 10 prestigiosos científicos argentinos y uruguayos. Fue un reconocimiento a su trabajo en plantas transgénicas de interés agronómico tolerantes a heladas, sequías y salinidad. El galardón lo entregó nada menos que la edición en español del MIT Technology Review, en un acto en Buenos Aires.
“El premio en sí es muy importante para mí. Pero también es relevante por el hecho de que sirve para que la población sepa qué es lo que se está haciendo a nivel ciencia”, cuenta Cabello a El Litoral. “El gen HaHB1 (identificado por Cabello), si bien toleraba sequía y salinidad, tenía la particularidad de que también daba tolerancia al frío. Ese fue el momento Eureka”, sonríe. No había en el laboratorio equipamiento para hacer ensayos con frío. “Fue todo casero al principio: debimos convertir una vieja heladera en una cámara de cultivo”, recuerda.
“Todo eso planteó el inicio de un gran camino que se abría. Y aquí estamos, con el estímulo y las ganas de seguir”, dijo la investigadora. Y se permitió una reflexión más que optimista: “En nuestra ciudad, la producción científica es notable, y el avance se nota mucho tanto en la calidad como en la cantidad de recursos económicos y de recursos humanos. Los frutos de la inversión en ciencia y tecnología son a largo plazo; falta mucho por hacer, es cierto. Pero vamos por buen camino”, resalta.
Sobre el concurso
132 personas fueron las que enviaron candidatos para el certamen. 29 personas fueron postuladas por la redacción de El Litoral. Cómo fueron las ternas
Ganadores por categoría