MEDIOS, PROPAGANDA, POLÍTICA
Estanislao Giménez Corte. A diario, la crítica social sobre los medios, saludable práctica rediviva, subraya, cándida o ingenuamente, su marcada tendencia a la repetición y al estereotipo. Desconocen o quieren desconocer, muchos súbitos-...
MEDIOS, PROPAGANDA, POLÍTICA
La edición: el mago y las pócimas
Ilustración de Paulo Pécora.
Estanislao Giménez Corte
http://blogs.ellitoral.com/ociotrabajado/
I
A diario, la crítica social sobre los medios, saludable práctica rediviva, subraya, cándida o ingenuamente, su marcada tendencia a la repetición y al estereotipo. Desconocen o quieren desconocer, muchos súbitos especialistas, que a lo largo de la historia numerosos estudios han enfatizado un abordaje sobre estos recursos, estratégicos mecanismos de saturación y dispositivos “inmanentes” a los medios. Dicho de otro modo: se critica a los medios por esa práctica pero se quiere ignorar que ésta es parte constitutiva de lo que los medios son.
En el primero de los casos, los apresurados comentaristas de la realpolitik no tienen mejor idea que echar mano de la archiconocida frase atribuida a Goebbels, sin enterarse -ni tener voluntad por hacerlo- de que los medios trabajan necesariamente sobre y para la repetición. ¿Alguien en su sano juicio pretende que los noticieros de los canales de noticias (por ejemplo) que se emiten cada media hora las 24 horas, no trabajen replicando (al menos en parte) los titulares del envío anterior? ¿Hay premeditación político/ideológica?: sí. ¿Hay una intencionalidad manifiesta en la repetición?: sí. Pero, agreguemos: ésta es su naturaleza. ¿Podrían ser otra cosa?: sí. ¿Podrían ser mejores?: sí. Ahora, a diestra y a siniestra de la letra política en cuestión, la repetición está presente: en campañas publicitarias, en las políticas, en el establecimiento de la “agenda” de los medios. ¿O acaso el discurso político ultra y contra-ultra no está plagado de slogans y frases hechas que todos repiten hasta la extenuación? Tanto es así que la idea de “pregnancia” o la de “penetración”, ya de una idea, ya de un slogan, ya de una marca, está sostenida en una maniática reiteración.
En el segundo de los casos, puede decirse que esa repetición funciona a partir de síntesis, de recortes, de la elección antojadiza de determinados rasgos o atributos de “algo” (un discurso, un gesto, un episodio) que permiten mostrarlo de una forma asequible. El estereotipo es un mecanismo extraordinariamente peligroso, injusto y condenable, pero forma parte de una suerte de ley de simplicidad que caracteriza a los medios. Muy junto a ello se expande un fenómeno de los últimos tiempos: la edición. La edición digámoslo, intencionada, premeditada, ideológica, política. Cualquiera de nosotros, por sus magias menores, puede parecer al ojo público una cosa o su exacto opuesto.
II
Políticos y actores protestan, encendidos: “Me sacaron de contexto”, gritan. Desconocen o quieren desconocer que los medios siempre hicieron eso (al menos hasta ahora, época en la cual es posible colgar audios o videos completos de discursos o actos; pero entonces, para saber qué dijo exactamente la presidente en el contexto adecuado, las personas tendrían que escuchar el discurso completo). Toda nota o entrevista debe necesariamente editarse. En algún sentido, siempre el sujeto es sacado de contexto. En el mundo de los ideales, debería ser editado pero no sacado de contexto. Este arduo equilibrio es, todos los días, demolido. Pero la frase “me sacaron de contexto” quiere decir: me perjudicaron. En una parte, la extracción de un fragmento discursivo, debidamente cercenado y o asociado a tales imágenes y a tales personajes, puede erosionar o exacerbar positivamente la imagen de cualquier persona. La edición es como la fábula del aprendiz de brujo. “El mago no controla sus pócimas”, dijo Marx*. La edición, maléfico rompecabezas a manos de aprendices de brujo, en los últimos tiempos, pareciera trabajar sobre el daño posible: modula, corta, pega, asocia, compara, denosta a sujetos a ambos lados del espectro político. La edición dice: “Mirá lo que hiciste vos”, “mirá lo que dijiste”, “yo soy esto pero vos sos peor con esto”. Un carpetazo en pixeles. Una guillotina simbólica que quiere exponer los pecados de unos y otros. La edición es la magia de la técnica en manos impiadosas. Algunos productores representativos de estos tiempos son talentosos en el arte de la edición: maquiavélicamente sopesan los rostros, los gestos, las palabras y elaboran la fórmula acorde. Todo es edición, sí, pero el límite es, o debiera ser, algo físico, rígido, imposible de ser acosado por el viento del momento. ¿Existe ello? ¿es o quiere ser lo real? ¿puede lo real estar en los medios? Pero, un momento ¿qué sucede? Bueno, me entero en este momento que me exigen que esta nota concluya aquí. Debería seguir, quiero decirlo. Ah, me dicen que fue editada. Claro, qué ingenuidad la mía. Bueno, por lo menos otórguenme el tiempo y el espacio para decir que....
* En Feinmann, JP “Filosofía política del poder mediático” (2013)