Casi todas las personas que tenemos perros los consideramos parte de nuestra familia. Para muchos esto es difícil de entender o indiferente. Pero a nadie, absolutamente a nadie, le gusta que le roben parte de su familia.
En octubre del 2009 vivimos la espantosa experiencia del robo de nuestros tres perros ovejeros alemanes en la ruta provincial Nº 1, cerca de Rincón. Durante 33 días dimos vuelta cielo y tierra: pegamos carteles desde Arroyo Leyes hasta Sauce Viejo, hablamos a todos los medios de comunicación. Nada. Fueron 33 días de amargura, de incertidumbre, de dolor.
Recibimos más de un centenar de llamados telefónicos, mensajes de texto y correos. Eran todas falsas alarmas.
A pesar del inmenso dolor, fue tremendamente gratificante conocer a tanta gente comprometida y solidaria. A la vez, fue terriblemente entristecedor conocer tantos casos de mascotas perdidas, robadas, desaparecidas.
Un día, 33 días después, un llamado fue diferente. Una persona juraba haber visto cerca de su casa a los “tres perros que salieron en el diario”. Una vez más, fuimos... y eran.
Fue inexplicable la alegría del reencuentro. Mutuo. De ellos tres, “mis chicos peludos”; de nosotros, “los grandes”; de mis hijos, “los chicos”; de todos.
Las instancias de recuperación fueron tensas. Quien los tenía aseguraba haberlos comprado de buena fe y quería recuperar el dinero. Fue todo muy confuso porque no se entendía bien cómo alguien compra tres perros adultos, sin saber de dónde salieron, si son malos, mordedores, viejos o enfermos y asegura haber comprado por derecha. ¿Derecha de qué? Comprar algo sabiendo que es robado es casi lo mismo que robarlo.
Logramos traerlos de regreso a casa. Y empezamos a enterarnos de la enorme cantidad de perros de raza que son robados cada día para luego de algunas semanas pedir rescate. El argumento se repite: “Fueron comprados de buena fe”.
Con los centenares de perros abandonados que hay, la enorme cantidad de cachorros tirados y el desborde que se vive en el Refugio de la Protectora de Animales, aún hay personas que compran perros robados.
Esa es la otra cara de la moneda: si alguien roba un perro es porque hay todo un mercado comprador. Hay gente que adquiere perros a sabiendas de que son robados. Y esos son más sucios e inescrupulosos que los propios ladrones.
Si alguien quiere un perro, puede tenerlo gratis de mil maneras. Si alguien quiere comprar un perro, puede hacerlo en cualquier criadero o a particulares.
Pero quien compra perros robados, está robando parte de la historia de una familia, está apropiándose de afectos ajenos, está lastimando profundamente a chicos y grandes, además de a los propios canes. No hay buena fe en comprar algo robado. Ni un perro ni un stereo. Quisiera aprovechar para extender nuestro agradecimiento a todos los involucrados en nuestra búsqueda.
(*) Ana Candioti, dueña de Teo, Luna y Morena.